TOY STORY 4: El crepúsculo de los juguetes
Llegamos a la cuarta parte de Toy Story, la película que lo cambió todo en la historia del cine de animación. Fue el primer largometraje de John Lasseter, cuando el genio fundador de Pixar solo había hecho cortometrajes, también irrepetibles y de estupendo recuerdo como Tin Toy, ganador del Oscar al mejor del año, o Knick Knack.
Toy Story, que data de 2005, la protagonizaron unos muñecos, cuyo dueño era el niño Andy, que cuando el pequeño no estaba jugando con ellos y los dejaba solos, cobraban vida y corrían sus propias aventuras. Una originalidad así no se olvida y la recua de personajes que dieron lugar a la película, capitaneados por el sheriff Woody y el superhéroe espacial Buzz Lightyear, son tan famosos ya como el ratón Mickey, de la factoría Disney, a la que Pixar pasó años después a pertenecer.
Ya sabemos que en Hollywood éxito es sinónimo de secuelas, de seguir desarrollando argumentos en torno a aquello que gusta, y Toy Story no está exenta de esa fórmula, por lo que no contentos con una segunda y una tercera parte, que fue, a juicio tanto de crítica como de público, la mejor entrega de la saga, nació una cuarta que viene a centrarse más que nunca en los juguetes y en sus problemas.
Toy Story 3 cerraba la historia de Andy como dueño de todos ellos, así que el testigo pasa ahora a Bonnie, la nueva niña al mando. Bonnie va a comenzar a ir al colegio y Woody, el viejo sheriff que lleva mucho tiempo sin ser el muñeco elegido con el que jugar, no olvida que su función es que los niños estén alegres y decide seguir a Bonnie para supervisar que todo vaya bien en su día de adaptación en la escuela.
Pero no, Bonnie no se acaba de integrar con los demás niños y, para que la pobre no se hunda, Woody le facilita el material para que ella misma cree una manualidad con el cuerpo de un tenedor-cuchara al que llamará Forky, y que será básico para su centro emocional. Pero Forky, nacido de la basura, no se considera un juguete y cuando cobra vida solo querrá volver a ella.
Así que cuando la familia de Bonnie se marcha de viaje entre el día de adaptación y el del comienzo real del curso, y Forky se escapa de la caravana por la ventana, Woody lo seguirá para traerlo de vuelta con la finalidad de que Bonnie siga estando contenta. Debido a esto, el resto de los muñecos, que también se han unido al viaje, estarán pendientes de echarle una mano a Woody para que todos regresen a la caravana.
Toy Story 4, aunque no lo parezca por el cansancio que ya transmiten las sagas en Hollywood, que da la sensación de que las películas comerciales no tienen ya originalidad alguna y se limitan a ofrecer siempre más episodios de historias ya vistas, es un film que viene a aportar algo nuevo a un universo de sobra conocido.
Si Toy Story 3 cerraba la historia de Andy en uno de los finales más apoteósicos que se recuerdan en el cine, no solo en el género de la animación, Toy Story 4 pone el foco en los juguetes, y en concreto en Woody, dejando muy apartado en esta ocasión al astronauta Buzz Lightyear, que apenas hace alguna intervención secundaria que, dada la cantidad de juguetes nuevos y de tramas que llegan a esta cuarta parte, apenas será recordada.
Porque Woody, en compañía del genial Forky, van a ser una de las parejas de esta película. Posiblemente la central, ya que Forky va a ir de la mano, literalmente, del sheriff de la historia, y claro, eso marca, además de que Forky es de quien parte todo y gracias a quien vamos a ir conociendo a los demás personajes nuevos.
Las otras dos parejas de Toy Story 4 van a ser Gabby Gabby y el muñeco ventrílocuo que la lleva en el carrito de la tienda de antigüedades en la que se va a desarrollar buena parte de la cinta, y Ducky y Bunny, un patito y un conejito a los que conoceremos en una atracción de tiro de una feria haciéndole sombra a Buzz Lightyear.
Aunque tampoco podemos olvidar a dos personajes que, sin aparecer como pareja, por separado tienen una importancia capital en esta entrega. Por un lado Bo Peep, la granjera que está vuelta para defender el feminismo, también en la animación, y por otro, Duke Caboom, un motorista acróbata que ofrecerá algunos de los mejores momentos de la película.
Toy Story 4 no solo es un acierto por sus nuevos personajes, o por los recuperados, también lo es porque sus tramas nos lo hacen pasar estupendamente como espectadores, mezclando el drama con la comedia, que es el género de base de la saga, con el terror, porque hay momentos en que si los adultos nos sobrecogemos con lo que vemos es posible que los niños se lo tomen más a la tremenda.
Y es que los muñecos antiguos siempre han tenido algo de terrorífico, y Toy Story 4 explota esa vertiente, no solo a nivel narrativo sino también a nivel existencial: los muñecos se hacen mayores, igual que sus dueños, y también ellos tienen que afrontar que ya no son aquellos que salieron de la fábrica y fueron comprados para el disfrute de los niños. No en vano la cinta transcurre sobre todo en un Anticuario, escenario más que brillante para el ocaso de unos juguetes que ven en Toy Story 4 su película crepuscular.
Woody va a situarse en el centro de esa decadencia, y aunque no será el único juguete que se plantee el motivo de su existencia, si será llamativo asistir a la tristeza que supone ver titubeante al héroe con el que llevamos casi 25 años, que se dice pronto, compartiendo aventuras.
Esto es lo que la hace grande, y distinta a las anteriores. La convierte en una especie de epílogo, si podemos llamar epílogo a una película entera, para cerrar la parte no humana de la que la tercera no tiene tiempo de ocuparse.
Pero que nadie piense que por plasmar el existencialismo de los muñecos Toy Story 4 es un drama que olvida que en realidad vamos a ver una cinta de animación que en su origen fue una fiesta y que tal alegría transmitió a sus espectadores.
En absoluto, Toy Story4 sigue siendo una comedia, y un divertimento de lo más afectivo. Vamos a reírnos mucho con Duke Caboom, al que pone voz en su versión original el actor Keanu Reeves, que está sensacional en este trabajo vocal. Vamos a pasarlo en grande con Bunny y Ducky (a quien pone voz Jordan Peele, director de Déjame salir y Us) o con Bo Peep y los personajes que giran a su alrededor, un puñado de secundarios de lo más descacharrantes.
Y cómo no, vamos a aplaudir a rabiar al que ya es la nueva estrella de la saga, Forky (voz de Tony Hale), con su concepto de que él no es más que basura y sus ganas de desaparecer en ella. Un diseño apabullantemente sencillo que hará las delicias de los niños… y de los fans adultos de la saga, que son los primeros que la conocieron y que siguen queriendo saber de Buzz y de Woody.
A Woody, por cierto, le presta su voz de nuevo el actor Tom Hanks, que brilla dándole a su personaje unos matices tan pronunciados que el propio Hanks ha admitido que le costó mucho lograr el último tramo de la cinta. Si podéis, vedla en versión original para apreciar hasta qué punto Tom se deja la garganta en su papel. Lo hace siempre, y legendario es el final de Capitán Philips en este aspecto si lo escuchamos a él, así que en este caso tampoco os va a decepcionar.
Ni lo hará Toy Story 4 como película. Con el tiempo puede convertirse en la favorita de muchos espectadores que hoy consideren que la primera es la ganadora por el hecho de presentar el universo y que la tercera sigue siendo insuperable, afirmación a la que no le falta razón. Pero esta cuarta es un ejercicio de orfebrería narrativa y emocional que tiene todos los indicios para perpetuarse en nuestra memoria. Y quien sabe si con los años, será capaz de ganarle a todas.
Silvia García Jerez