SIN HUELLAS: Los ‘marrones’ de los ricos
Sin huellas es la apasionante historia de Desi y Cata, dos limpiadoras, gitana la primera y mexicana la segunda, que se ven envueltas en un lío mayúsculo cuando acuden a trabajar a un chalet imponente y encuentran, en una de las habitaciones, el cadáver de una famosa empresaria de familia bien, adinerada y de mucha influencia en la zona.
Estamos en Alicante, y por eso Amazon Prime Video, la plataforma donde podemos ver Sin huellas, la ha acuñado como ‘paella-western’. Es un término muy adecuado para lo que nos espera en sus ocho episodios, de 40 minutos de media cada uno: acción, humor y escenarios grandilocuentes, incluyendo esas zonas áridas que son parte del género.
Cada capítulo comienza con un prólogo, un flashback con algo que necesitamos saber para construir el puzzle que es el conjunto, y lo cierto es que tras éste todo el presente funciona con una precisión asombrosa. Desde ese inicio en el que las kelly´s encuentran el cadáver, se marchan con una bolsa de deporte, y empiezan a ser perseguidas por un par de sicarios rusos por ser las principales sospechosas del asesinato, y por haberse llevado una cantidad de dinero considerable de la casa, desde ese entonces, el ritmo no se detiene. Es más, va subiendo, cosa que parece increíble.
Porque es cierto que sus creadores, Sara Antuña y Carlos de Pando, responsables de El vecino o ¡García!, otros dos títulos que funcionaron muy bien, saben lo que hacen, pero el nivel de genialidad que alcanza cada capítulo en cada giro de guión es espectacular. Uno espera adrenalina, pero no tanta. Es una barbaridad lo bien que está Sin huellas.
Y lo bien que está su reparto, encabezado por Camila Sodi como Cata, la limpiadora mexicana y la estratosférica Carolina Yuste, la gitana Desi a la que nada se le pone por delante, ni su situación ni el hecho de que su exnovia, Irene (Silvia Alonso) sea la policía que las está investigando. Si es que es todo brillante en Sin huellas.
Y entre fregonas, aspiradoras, billetes y lingotes, la crítica social. Una gitana y una inmigrante enviadas a limpiar las huellas de los ricos. Hoy en día… siempre, pero hoy en día más, esa situación dará para muchos debates. Gente común, casi marginal, o sin el ‘casi’, enfrentadas a quienes tienen el poder. Complicado demostrar su inocencia cuando todo se les ha puesto en contra y no tienen muchos recursos con los que luchar. Pero hay que hacerlo, hay que darle la vuelta a cuanto se van encontrando para poder salir de esta. Y de esta otra…
Sin huellas es una serie ejemplar, un ejercicio de rapidez narrativa que, aún contada a capítulos, no se hace pesada. Todo lo contrario, uno no puede parar de verlos para saber qué pasará a continuación. Es puro enganche, puro ritmo. Sin huellas es un acierto y esperemos que también sea un éxito.
Silvia García Jerez