Seducción a la Carta
Pocas veces he sentido vergüenza de haber sugerido ir a algún restaurante. Una pena que en mi última salida fuera una de esas veces.
La recomendación del Club Kviar, y las fotos que acompañaban su propuesta, me animaron a reservar. Teníamos visita de un amigo expatriado en Italia y la idea de ir a un restaurante nuevo, o al menos desconocido para nosotros, pero con una carta con tapas variadas y con una decoración aparentemente muy original, nos hicieron decantarnos por esta alternativa. Habíamos barajado otras opciones pero, ¿cómo resistirse además a un restaurante con un nombre tan sugerente?: “Seducción a la carta”. Sin embargo, «crasso error»!!
Ya cuando llegamos me pareció que la zona era menos glamurosa de lo que esperaba y la entrada, sinceramente, de grandes ventanales pero sin ninguna gracia. Cuando entre, tuve la sensación de estar en una cafetería de pueblo disfrazada de restaurante pijo. La sala, demasiado grande y con la misma distribución de mesas que puedes encontrar en la cafetería “El Bistrot” de Cuéntame. La iluminación, demasiado blanca, sin ningún matiz que diera un toque de intimidad. La acústica, mala. Y los maniquíes, que en la foto de presentación daban un toque muy original y sofisticado al ambiente, cruzando la línea de separación con la “auténtica horterada” cuando ves el maniquí con pelo de césped (y os prometo que esto es literal!) en el techo de la entrada. Para rematar, y no es que quiera hacer sangre, el público, muy poco arreglado, con cazadoras, más de ir al Retiro a dar un paseo que a cenar, colgando del respaldo de los asientos. Y al fondo, un niño de 3 años en brazos de su padre. Que me encantan los niños, entiéndame bien, pero que no es el compañero de mesa que busco en un restaurante los viernes noche. Con esta descripción, juzguen ustedes mismos….
Pero yo, soy de natural optimista, y no quise perder la esperanza. De hecho, la recupere totalmente cuando nos sentaron en una mesa redonda, muy mona puesta y situada en un rincón de la sala. Convencida estaba de que la noche estaba resuelta. Inocente de mí!!!!!
Nos sentamos a la mesa a las 10h. Hasta las 11.05h no nos trajeron las bebidas, después de insistir al menos un par de veces en que nos tomaran nota de las mismas. Y si! no es una errata. No me refiero a las 10.05 sino a las 11.05, una hora después de habernos sentado!! El barman que nos sirvió los cócteles, que hay que reconocer que estaban muy buenos (al Cesar lo que es del Cesar), cuando le preguntamos por las cartas de comida para ir mirando (porque nadie nos las había dejado todavía) nos dijo que él no se encargaba de la comida pero que ahora vendría el maitre a traérnoslas….y sin previa disculpa ni nada, nos soltó con toda la tranquilidad del mundo: “pero tardara porque la cocina cuando hay más de 50 clientes, se colapsa y están colapsados”. 00-( así me quede!! Ojiplática!!
Y efectivamente, no comenzamos a cenar hasta las 11.30h…y, siguiendo con ese mismo ritmo que marcó la velada, no terminamos hasta la 1h de la madrugada. Por tardar, tardaron hasta para el postre, que a pesar de que solo pedimos un brownie, desde que lo pedimos hasta que lo trajeron trascurrieron fácil 40 minutos. Y, cómo no!!, tuvimos que insistir para que lo trajeran. A decir verdad no nos quedó claro, si se les había olvidado traerlo o si es que seguían colapsados….Vamos, un despropósito.
Para que os hagáis una idea, las dos mejores frases de la noche fueron;
- “Aquí tiene que venir Chicote a poner orden!”
- Y en los postres, tras la espera de los 40 minutos para el brownie, la contundente » en su descargo hay que reconocer que no han tardado mucho porque tuvieran mucha gente», (ahora quedamos dos mesas y también tardan).
Y, por último, para cerrar el capítulo de críticas, el servicio, muy justito. Amable pero que tampoco desentonarían en la cafetería de El Corte Ingles. Una de las características que distinguen a los sitios bien, del resto, son sus camareros. Viste más un hipster con barba o una joven con gafas de pasta de dos colores que un camarero con sello en el dedo y una camarera con coleta y gafas de las rancias, de las de toda la vida de dios pero sin toque vintage. No se puede vender en la web la imagen de un restaurante pijo y dejar que el cliente se encuentre con esto! Y si encima, en vez de estar relajados los clientes, los que están relajados son los camareros, pues pare usted de contar.
Lo triste del caso es que la comida es correcta. Podría decir, incluso, que buena, sobre todo la “seducción de huevos con carabineros” y la “chuleta de buey”, que estaban muy jugosos. Pero todo esto quedo ensombrecido por un ambiente no del todo conseguido y sobre todo, el tiempo de espera, sin que para nuestro escándalo mediara ni una sola disculpa ni durante la cena, ni al final.
Dicen que “una de cal y otra de arena”. Está claro que esta semana ha tocado la de cal (o la mala es la arena??). Me queda la ilusión de que en mi próxima salida, toque la de arena. Porque además esta cal no ha salido barata (40EUR). A decir verdad yo ni hubiera cobrado por la vergüenza de tardar en servir de 10 a 1h!! Ahora entiendo porque no hacen dos turnos….
Como somos gente flexible y estábamos dispuestos a pasarlo bien sí o sí, nos salvaron las copas q tomamos al inicio. Unos Margaritas y Mojitos que, aunque no era lo programado, tuvimos que tomar a palo seco antes de que llegaran los platos. Así ya no tuvimos que tomar copas después y nos aseguramos una noche de conversación animada y chiste fácil.
En resumen, una gran decepción el sitio y con casi todo por mejorar a excepción de la comida. Doble decepción además porque entendía que el Club Kviar recomendaba en base a su experiencia. Y para mí, que la recomendación me llegara del Club Kviar era casi una garantía de que el sitio merecía la pena. Y, en este caso, y dios me perdone, o mucho me equivoco o no ha sido así. La venta ha debido ser cuestión de “marketing puro”.
Un agradecimiento, eso sí, a mis amigos, que como señores que son, no me hicieron ni un solo reproche a la elección e hicieron que, a pesar de todo, disfrutáramos de la velada como si estuviéramos en el mejor restaurante del mundo. Chapeau!
La Guindilla