RICHARD JEWELL: La pesadilla de un buen hombre

Richard Jewell es una de las mejores personas del mundo. Y es un ser real. Parece mentira que en este planeta hubiera cabida para alguien tan bueno, tan honesto, tan entregado a su trabajo, tan leal a quien tuviera delante, tan respetuoso con los demás y que a pesar de todo, lo pasara tan mal.

Clint Eastwood nos cuenta, en su último film, la historia de un hombre que se volcó con la gente y recibió a cambio un odio que no se merecía por una sospecha que nunca tuvo que ser dirigida hacia él.

Richard Jewell, título del film y nombre de su protagonista, es un vigilante que ha pasado por varios trabajos dentro de su gremio hasta llegar a ser uno de los responsables de la seguridad de las Olimpiadas de Atlanta en 1996. Una noche, en un parque, mientras tiene lugar un concierto, Richard descubre una mochila sospechosa abandonada e inmediatamente llama a la policía para que investigue de qué se trata y se tomen las medidas oportunas si fueran necesarias.

La policía, sin saber que un hombre ha llamado de manera anónima para avisar de dicha colocación, y que ya tiene poco tiempo para formar un cordón que salve a los allí presentes, comprueba que hay una bomba conectada y todo lo rápido que pueden, Richard el primero, se ponen a trabajar para, sin alarmar a nadie, que los asistentes se vayan alejando del lugar de la inminente explosión.

Pero ésta no tarda en producirse y aunque Richard ha querido que no muriera nadie, es inevitable que haya víctimas. Aún así sabe que ha salvado a mucha gente, que la matanza podría haber sido peor, y se guarda un tornillo de los que componían la bomba como recuerdo del buen trabajo realizado.

Por el momento, los medios, que tienen la noticia caliente y al vigilante señalado por todos como el primero que actuó para despejar la zona, además de ser el que detectó la mochila y avisó a los agentes, lo tratan como a un héroe. Le piden entrevistas in situ, y al día siguiente su teléfono no para de sonar requiriendo su presencia y sus declaraciones al respecto de lo que vio y lo que vivió.

Pero el FBI tiene una sospecha que va en contra de esos primeros indicios: el terrorista que coloca la bomba para luego convertirse en el falso héroe que salva a quienes pretendía matar. Y esa teoría un agente del FBI se la traslada a una periodista, que no tarda en obtener luz verde para publicar la exclusiva. A partir de ese momento, la existencia de Richard Jewell se transformará en un infierno.

El auténtico Richard Jewell en 1997
El auténtico Richard Jewell en 1997

De un metraje de más de dos horas este argumento, tan real como lamentable, constituye aproximadamente la primera media hora de película. Es decir, esto es solo el principio de lo que a Richard le espera en el resto del relato.

A partir de aquí decide llamar a su abogado y entre él y su madre formarán un triángulo a luchar contra una sociedad que lo quiere despellejar porque considera que lo que lee en los periódicos, y que el resto de medios de comunicación dan por cierto, es verdad.

Clint Eastwood, a sus 89 años, dirige esta historia, que es un drama, como si se tratara de una película de suspense. Va subiendo la tensión, primero con el escenario de la bomba en un acercamiento hitchcockiano apabullante, en el que al igual que habría hecho Alfred, sabemos dónde está la bomba, quién la ha puesto y quién no, cuánto falta para que explote y en qué situación están todos los personajes en torno a ella. Solo los maestros son capaces de lograr algo así.

Y una vez que ese episodio sucede, vamos al drama de un héroe confundido con un verdugo y el ambiente se torna espeluznante tanto en la familia como en la sociedad, que lo condena con la facilidad de quien quiere un culpable como sea. Y lo quiere ya. Las escenas en torno al sofá son un ejemplo de cine mayúsculo, y el momento en que esa madre se rompe y se marcha a su cuarto, nos destroza también a los demás. Kathy Bathes merece todos los elogios del mundo por esta interpretación.

Eso sí, Clint nunca olvida el sentido del humor, porque la relación entre Richard y su abogado, un fabuloso Sam Rockwell que nos vuelve a demostrar que es uno de los mejores actores de su generación, es de un tira y afloja en la que el abogado le pide estar callado, por su bien, como hacen todos por otro lado, y Richard, que tiene una lengua especialmente suelta, no se permite obedecer. Y claro, esto da lugar a momentos hilarantes que desconciertan en medio del dolor que sigue estando presente.

Pero Richard Jewell es ante todo un drama que nos hace atravesar un episodio oscuro de la reciente historia de Estados Unidos y nos advierte, de nuevo, que no hay que creerse todo lo que publican los medios porque si no se verifican las informaciones más de un inocente puede salir muy dañado.

Richard Jewell con su madre y su abogado, en el film
Richard Jewell con su madre y su abogado, en el film

Desde Sully, la magistral película protagonizada por Tom Hanks, basada también en una historia real, la del piloto que amerizó en el río Hudson y que también se enfrentó a un juicio por ello, no nos había dado Clint Eastwood una película tan redonda, lo cual no es decir mucho porque a Sully solo la separan dos de éstas, la muy olvidable Mula, que también protagonizó y 15:17 Tren a París, una vez más, otra historia real, pero esta, que no estaba nada mal, no tuvo éxito ni de crítica ni mucho menos de público. Para ser exactos fue un fracaso, y no se lo merecía. Era una película menor pero no tan mala como se afirmó.

Ahora sí, Clint vuelve con un trabajo redondo, no exento de polémica y tal vez debido a ello, ausente en la carrera al Oscar 2020, cuando debería ser una de las favoritas. Lo cierto es que se le ha achacado que la periodista (Kathy Scruggs, a la que interpreta Olivia Wilde) no cuenta con un reflejo auténtico en la pantalla, ya que dicen, el film asegura que se acostaba con sus fuentes para obtener información.

La película lo insinúa sin dejarlo tan claro, pero nosotros no vamos a juzgar algo que parece que ya está en los tribunales, sino que vamos a centrarnos en la lástima que supone que la película no vaya a tener la atención cinematográfica que debería.

Porque Clint demuestra que a su edad sigue haciendo un cine de tanta calidad como el último clásico del celuloide que se ha apuntado en muchas ocasiones que es.

Richard Jewell es una joya y como tal habría que tratarla. Su protagonista, el desconocido Paul Walker Houser es el alma de cada plano y en todos ellos su interpretación debe funcionar para que la película lo haga. Y claro que lo consigue.

Desde el principio, ese vigilante que se hace amigo del abogado al que da vida Sam Rockwell se hace querer por la audiencia. Es un profesional tan perfecto que no puedes sino admirarlo, y encima te cae bien. Y lo adoras incluso cuando estalla y explica sus motivos para comportarse como lo hace. Richard es el compañero, el amigo que querrías tener. Y sabes que tú no te meterías con él.

Richard Jewell nos reconcilia con ese cine americano que por culpa de remakes, secuelas y superproducciones sin ánimo de perdurar en el tiempo creíamos perdido. El de las historias bien contadas, con una narrativa férrea, con una dirección emocionante, capaz incluso de arrancarte alguna lágrima casi sin que te des cuenta.

Porque Clint nos mete de lleno en la tragedia de este hombre al que se le destroza la vida de un día para otro cuando creía que había subido a los altares de los actos que la responsabilidad induce a llevar a cabo. Y no nos saca de su periplo, cada vez más amargo, pero del que ya digo que nos reflota con toques de humor inevitables debido a la forma de ser de este ángel de la vigilancia y la seguridad.

Como espectadores estamos a su lado, igual que su abogado, que confió en él desde que lo conoció, y lo único que queremos es que Richard demuestre lo que nosotros ya sabemos. Un film hitchcockiano hasta la médula, aunque también tenga algo de la bondad intrínseca que caracterizaba al de Frank Capra. El cine clásico acudiendo siempre a la mente cuando hablamos del mejor Clint Eastwood.

Así que resulta muy duro comprobar cómo una película que ha costado 45 milliones de dólares y que, como suele ser habitual en la filmografía del director, distribuye Warner, es decir, una de las grandes compañías de la industria, no una pequeñita sin alcance en los cines, no recaudara en su primer fin de semana en Estados Unidos ni siquiera 5 millones. La han dejado fracasar. Probablemente por la polémica. Es imposible pensar que espectadores ávidos de buenas películas ni se hayan planteado ir a verla. Porque a quien quiera ver cine selecto, Richard Jewell le ofrece un diamante a cada fotograma.

Silvia García Jerez

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