EL PROFESOR DE PERSA: El acoso de la valentía
El profesor de persa es una historia asombrosa inspirada en hechos reales, con mezcla también de ficción, bajo el paraguas de la novela en la que se basa, firmada por Wolfgang Kohlhaase, en la que un joven belga llamado Gilles (Nahuel Pérez Biscayart) es llevado a un páramo junto con otros presos a los que han interceptado los guardias de las SS.
Todos, sin saberlo, son llevados a la muerte segura de una ejecución en el bosque, pero Gilles se salva y a punto de ser asesinado por el guardia que detecta que no está muerto, se defiende y afirma que no es judío, que es persa.
La ocurrencia le llega por el libro que minutos antes ha intercambiado con uno de los compañeros de furgón, del que el pobre infortunado le cuenta que está escrito en persa, con palabras en farsi. Y Gilles lo utiliza para salvarse. Y lo consigue.
Lo malo es que ahora su arrojo, su valentía, lo harán servir como profesor de este idioma para el oficial encargado de la cocina del campo de concentración al que va a parar Gilles, ya que Klaus (Lars Eidinger) desea abrir un restaurante en Irán cuando acabe la guerra.
Para seguir sobreviviendo, Gilles se ve obligado a hacer algo impensable: inventarse palabra por palabra un idioma que no conoce, sabiendo que en cuanto cometa un fallo y su estafa quede expuesta, se verá abocado a una muerte aún más segura que aquella de la que se salvó.
Vadim Perelman, director de la sobrevalorada De arena y niebla, realiza ahora un ejercicio de cine mayúsculo en el que el espectador va a sufrir tanto como el protagonista, viendo cómo éste lucha para no tropezar en los pasos de un camino que él mismo trata de abrirse con todas las dificultades posibles.
Nahuel Pérez Biscayart, actor al que conocimos gracias a 120 pulsaciones por minuto y cuyo talento confirmamos en la también estupenda Nos vemos allá arriba, vuelve ahora a ofrecernos otra interpretación de primer nivel en la que deja claro que es uno de los mejores actores de su generación.
Argentino de nacimiento, no solo habla español, también un francés perfecto, como pudimos comprobar en las dos películas citadas, y aquí regresa a él, además de lanzarse con el alemán aunque no conoce el idioma. Y, por supuesto, chapurrea en el extraño diccionario de farsi que su personaje va sacando no solo de su imaginación, también de su estrategia.
El profesor de persa está inspirada en hechos reales, y lo cierto es que las historias ocurridas en el Holocausto son tan asombrosas que es perfectamente creíble que esta pudiera suceder tal como aquí se narra.
Bien podríamos afirmar que estamos ante una nueva lista de Schindler, pero no podemos desvelar en qué sentido El profesor de persa lo es, esto lo dejamos para que el espectador descubra en la sala oscura hasta qué punto se le parece al título de Steven Spielberg sin tener, en el fondo, nada que ver.
Pero sobre todo estamos ante una película fabulosa que no nos da respiro desde que comienza en ese furgón lleno de presos judíos. El testimonio que Gilles nos va ofreciendo del horror en el que vive se expone sobre todo en el suspense de si lo pillarán y cuándo, o qué hará si eso ocurre, pero la película no se olvida de mostrar la dureza del campo de concentración, de la nula paciencia que tenían los guardias para darle margen a los presos de hacer lo que se les pide antes de pegarles un tiro o del continuo maltrato al que eran sometidos tanto en lo que se refería a la alimentación como a las condiciones higiénicas.
De este modo, El profesor de persa funciona como retrato del Holocausto al igual que lo han sido otras películas recientes como El hijo de Saúl, o la más tangencial pero no menos terrorífica Ida. El profesor de persa podría haberse sumado a estas dos en competir por el Oscar a la mejor película internacional, en su caso por Bielorusia, pero ha sido descalificada porque el número de profesionales del país al que representa no llegaba al porcentaje requerido por la Academia.
En cualquier caso, con premios o sin ellos, ya tiene el de la calidad, el de mantenernos pegados a la butaca, el de angustiarnos ante el futuro de Gilles, el de que no queramos dejar de acompañar al preso en su cuerda floja particular, la de intentar sobrevivir gracias a su astucia, a pesar de sentirse tan acosado incluso por su propia valentía.
Merece la pena intentar las mayores locuras para salvarte de una muerte segura, pero el miedo que cada paso te infringe también es un continuo revólver en la sien.
El profesor de persa cumple a la perfección con la exigencia del buen cine que todo espectador debe hacerle al arte de las imágenes en movimiento. Pero también con el estrés que una historia como esta promete generarle a quienes se adentren en ella. Porque cuando una película responde a los parámetros del cine de calidad, ese es el resultado que se obtiene. Y hay que agradecerle al equipo que haya logrado una película tan sobresaliente.
Silvia García Jerez