PRINCESAS DE DISNEY: la escena de la que todo el mundo habla
Ralph Rompe Internet está siendo un éxito. En nuestro país se estrenó el día 5 de diciembre, un miércoles en que daba comienzo el largo puente de la Constitución, y entre ese día y el domingo 9, la cinta recaudó más de 4 millones de euros, centralizando solo en el fin de semana 2,4 y superando a los números 1 que venían disputándose entre la española Superlópez y las norteamericanas El Grinch y Bohemian Rhapsody, el auténtico fenómeno de taquilla de esta temporada.
Ralph rompe Internet está teniendo éxito con razón. Está mejor construida que su predecesora, ¡Rompe Ralph!, es más dinámica, más madura, tiene un mensaje más interesante, y desde luego es muchísimo más divertida.
Parte de la diversión que contiene la ofrece la gran escena de la película, la escena de la que todo el mundo habla, que ya se sabía que se incluiría desde que se enseñó una muestra en la D23 Expo, y sobre la que se lleva advirtiendo desde antes de su estreno: la escena de las princesas Disney. (Lo que sigue a continuación contiene spoilers)
En ella, la compañía ha volcado todo su talento. No solo ha reducido la historia de Disney en pocos minutos, sino que lo ha hecho con espíritu crítico y una gracia desbordante desde el momento en el que vemos aparecer a Vanellope Von Schweetz en el salón donde todas pasan el rato.
Ya en ¡Rompe Ralph! nos contaron que Vanellope era una princesa, así que su inclusión entre ellas estaba desde el principio del proyecto de secuela, y lo cierto es que mezclar la modernidad de Vanellope con el clasicismo de las que ya conocemos de películas anteriores es un acierto porque son mundos tan distintos que compararlos resulta tan loco como debió ser exponer la idea en el estudio.
Cada una de las princesas tiene una peculiaridad, que es la que caracteriza su personaje y de alguna manera condiciona el propio argumento de la película, caso del pelo mágico de Rapunzel, o de las manos mágicas de la Elsa de Frozen, así que cuando Pocahontas le pregunta, amenazadora, a Vanellope que qué clase de princesa es ella, porque no parece una más y no quieren tener intrusas en la habitación, la corredora de Sugar Rush se extraña.
Les pregunta que a qué se refieren con qué clase de princesa es y entonces se desata la comicidad en la pantalla. Todas tienen algo raro que hemos asumido como normal porque el universo de cada una de sus películas así lo delimitaba, pero que en el mundo moderno de Internet haya chicas que, como la sirenita, hayan cambiado su voz por un par de piernas, es algo que solo con contarlo estalla la carcajada.
Es maravilloso asistir a ese choque cultural tan llamativo, esa mezcla de fantasía y realidad apabullante de la que el propio estudio creador se ríe. Incluso ver que Vanellope no entiende a qué se refieren cuando afirman que para ellas es fundamental focalizar sus problemas en una, o varias canciones, es otro de los momentos álgidos que Disney nos tiene preparados en dicha escena.
Vanellope, tan moderna, no concibe que nada se resuelva con un tema musical. Lo intenta, pero no parece ser lo suyo. Y ese intento también constituye un punto a favor de la construcción de la escena, porque no se trata del tipo de canciones melosas que Disney compone para sus heroínas sino de algo con aire improvisado y de estilo más rapero, y claro, el contraste vuelve a ser antológico.
Que Disney utilice de esa manera a sus protagonistas es algo asombroso. Histórico incluso. Que un estudio junte a sus personajes femeninos y lo haga con esa ironía es para aplaudirlo mucho. Y se está haciendo.
Pero es que además, la ironía pasa a ser pura crueldad, aunque sin salirnos de la línea del humor, cuando Brave decide tomar el uso de la palabra. La princesa Disney en cuestión habla en gaélico y nadie la entiende, así que la conclusión es que debe ser de otro estudio. Y lo es, es de Pixar, compañía que Disney adquirió en 2006 pero que sigue funcionando con la independencia de quien mantiene el nombre y algunas políticas separadas de su dueña. El dardo en este caso es de una puntillosidad espléndida.
Por mucho que se diga, se alabe y se recomiende ver Ralph rompe Internet, aunque sea por esa escena nada más, por mucho que se cuente en qué consiste, es tan brillante, tiene tanto ritmo y tanta gracia que hasta que no se ve no se cree. Imposible que Disney haya hecho eso. No lo es. Es posible y es fantástico.
Y también lo es que Disney haya logrado juntar de nuevo a todas las voces originales de las princesas que están vivas. A excepción de Helene Stanley, que le puso la voz a Cenicienta, y de Adriana Caselotti, que fue Blancanieves, todas las actrices de las versiones originales de sus películas de referencia están de nuevo incluidas en la escena, algo que llama otra vez a la nostalgia.
Brillantez, humor y sentimentalismo en unos minutos que son cortos dentro de una película pero que se disfrutan sobremanera como espectador. Por eso está teniendo tanto éxito, por eso todo el mundo habla de ella y por eso sus responsables no descartan seguir con la idea más adelante, en otro título, tal vez largo, tal vez corto, en el que todas ellas, Vanellope incluida, continúen haciéndonos reír con su universo unificado.
Silvia García Jerez