PETRA de ROSALES
Jaime Rosales trae en Petra una rocambolesca tragedia en el Ampurdán.
Anunciada como en un coro griego y revelando por capítulos aquello que sucederá, el film sorprende y desconcierta por igual.
Rozando el folletín, Petra es además una reflexión sobre la verdad y la bondad en el arte y la vida.
Presentada en la 66 edición de SSIFF, se estrena ahora en toda España.
Sin pararse ante el destino de cada personaje, Rosales arriesga con saltos y elipsis en la trama, aguantando los planos hasta que surge el drama y manteniendo los paneos hasta que la imagen se agota en el horizonte.
Mientras desde esa cámara tranquila que apenas mueve, va contándonos con disparadas confesiones todos los secretos, obsesiones y pasiones de una familia de artistas. Una atroz colección que incluye incesto, venganza, traición… Y como buen dramón, comienza con la búsqueda de un padre.
A través de la convivencia con un artista y durante una residencia de una estudiante, descubrimos tanto las infidelidades de la carne y el alma de tan aclamado creador, como de aquell@s a su sombra.
El tipo soberbio y déspota, con la sensibilidad puesta en el dinero y en el precio de los favores que cada cual le puede reportar, se rodeado de quienes se debaten entre el chantaje, la humillación, la libertad, el perdón, o el suicidio. No hay otras opciones. Ni alejándose, ni huyendo.
Ya es sabido que tanto en su prestación en Cannes como en San Sebastián, hubo risas en momentos de lo más dramáticos, porque Petra igual podría haber sido una comedia loca de Almodóvar, que una de Greenaway llevando por titulo ‘El artista, su mujer, la amante, el hijo, la hija y el tonto del pueblo’… Pero ahí está la habilidad de Rosales dirigiendo y la destreza de los intérpretes soltando unas perplejas confidencias que en Petra, alcanzan veracidad.
Un espléndido reparto que se reparte entre encuentros inquietantes, irónicos, crueles y hasta surrealistas. Con la omnipresente Bárbara Lennie como la convincente Petra, enfrentándose al artista (Joan Botey, el verdadero administrador de la finca donde se desarrolla la película, quien se estrena como actor), su mujer (Marisa Paredes) e hijo (Alex Brendemühl), sin poder escaparse de su pasado y futuro.
Jaime Rosales realiza un ejercicio cinéfilo y cinematográfico en cada una de sus cintas.
Considerado cine de autor, sus películas retan al espectador con lenguajes visuales de artificios formales, que intencionadamente nos acercan o alejan del relato.
Con la cámara por libre y contando con intérpretes menos conocidos, o directamente no profesionales, el director decide partir la pantalla para hablarnos de La soledad, utilizar un teleobjetivo al contarnos la vida de un etarra en Tiro en la cabeza, o recurrir al blanco y negro para narrarnos un duelo en Sueño y Silencio. Pero siempre dejando que las cosas fluyan, aunque estén fuera de campo y los personajes queden descentrados.
En Petra parece confirmarse asimismo en su filme más accesible y clásico; toda un tragedia entre , estancias, talleres y obras de arte, que deja para el final la ansiada catarsis -con el simbolismo de un huerto y el bebé-, redimiendo herencia y destino.
Mariló C. Calvo