OXÍGENO: El (poco) aire que respiras
Es complicado hablar de Oxígeno. Es difícil explayarse sobre una película de la que no se puede contar apenas nada, pero aún así es una gozada referirse a los pocos detalles que pueden exponerse y a las razones por las cuales acercarse a ella es una buena idea.
Pongámonos en situación: una mujer (Melanie Laurent) se despierta en una cámara criogenizada y no recuerda ni quién es ni por qué está allí. Solo sabe, porque se lo dice el sistema operativo de su habitáculo, llamado M.I.L.O. (Médico Interfaz y Ligazón de Operaciones, voz de Matieu Almaric), que apenas tiene oxígeno para sobrevivir algo más de una hora debido a un error del sistema de la cámara en la que está.
Ella no se arruga, trata de mantener la calma y como el sistema operativo de la cámara puede realizar llamadas, poco a poco va descubriendo cosas sobre sí misma. Pero a medida que profundice en la verdad, ésta se revelará como algo inconcebible que a lo mejor hubiera sido mejor no saber.
Oxígeno, uno de los estrenos de Netflix de la temporada, y de esta semana, es el último trabajo de Alexandre Aja, director que sabe muy bien manejarse en el género de la angustia y el terror. No en vano es el responsable de la estupenda Alta tensión, rodada en su Francia natal, del magnífico remake de la película de Wes Craven Las colinas tienen ojos, de la escalofriante Reflejos o de la divertidísima y llena de gore Piraña 3D.
Su último trabajo, el anterior a este que ahora estrena Netflix, fue Infierno bajo el agua, otro gran divertimento en el que enormes cocodrilos se hacían con las ciudades en medio de un huracán que ponía en peligro toda vida humana.
Y ahora llega Oxígeno, un film mucho más relajado que aquel. Al menos esa es la apariencia que da. Aquí cambiamos los cocodrilos por un sistema operativo que no te da nada de lo que le pides…
Ironía aparte, Oxígeno es una magnífica experiencia cinematográfica, que aunque no llegue a estrenarse en las salas podrá vivirse con la intensidad que le dé nuestro reproductor en casa.
Sí, por las características de la película, Oxígeno puede recordar a Buried (Enterrado), esa en la que Rodrigo Cortés dirigió a Ryan Reynolds. El actor despertaba entonces en un ataúd. El espacio es menor ahí, y Reynolds también contaba con su particular M.I.L.O., su teléfono móvil, pero la idea de un espacio pequeño del que no sabes cómo escapar es la misma. Y, ya siguiendo con la comparación entre la franco-americana y la española, las dos son espléndidas.
Aja es un gran director de género fantástico y de terror y aquí vuelve a demostrar que es dueño de nuestras emociones, midiendo no solo el nivel de oxígeno de la protagonista, también el de nuestra presión a la hora de exponernos, a nosotros, los espectadores, a la aventura de una chica que trata desesperadamente de saber cosas sobre sí misma.
Y cuando las vayamos descubriendo junto a ella vamos a quedarnos igual de alucinados. Las preguntas que plantea la película son respondidas con una brillantez propia del cine de su director, quien no suele bajar el listón de las producciones en las que decide involucrarse.
Por lo tanto, estamos ante una película espléndida, de esas que se recuerdan y se recomiendan, tanto a amantes del género como a quienes no lo sean, porque es un entretenimiento asegurado, más allá del potencial agobio que su planteamiento desprenda. Si una película merece verse hay que elegirla por encima de otras aunque sean menos conocidas, y Alexandre Aja ha realizado un ejemplo de esas que deberían tener prioridad.
Oxígeno se estrena en Netflix el 12 de mayo.
Silvia García Jerez