NADIE QUIERE LA NOCHE
Por el POLO
Ese es el brindis que nos regala Juliette Binoche en Nadie Quiere la Noche.
Y no solo en honor al extremo geográfico, que también, ya que el filme cuenta lo que posiblemente vivieron aquellos primeros viajeros que se aventuraron a explorar los confines del mundo, sino que además es una apasionada invitación a los vértices del ser humano, a todo lo que se puede llegar a experimentar in extremis por ambición, por amor.
La última película de Isabel Coixet, es una tremenda reflexión sobre la compasión y la soledad, la transcendencia y la fama, y la maternidad… Porque el filme -con guión de Miguel Barros- es una historia de dos mujeres vista por una mujer y mas allá del posible discurso sobre un cine feminista y el manido acerca del sexo débil, la cuestión no se debe obviar y tiene su valor añadido, porque si no fueran ellas, no existiría el relato; tan solo la hazaña narrada de quién coronó el Polo Norte.
Nadie quiere la noche es un profundo viaje emocional hacia la esencia de la humanidad. Y es una espléndida película.
Y lo digo desde ya (antes del trailer), porque parece que nos llega con no buenas criticas tras su estreno en Berlín, donde algunos parece que la tacharon de blanda y cursi; donde parece que no entendieron nada.
Cierto es que la cinta vista (la misma que verán, si siguen mi recomendación) está acortada (quizá, se advierte en el final, un pelín abrupto) y que la que inauguró la Berlinale de este año era más extensa (quizá, se recreaba en los sentimientos), pero apuesto que me hubiera gustado igualmente.
Una singular aventura, inspirada en hechos reales que compartieron dos valientes mujeres en un hermoso paisaje helado.
Un auténtica odisea interior y exterior de cinco meses de oscuridad con una impresionante naturaleza de absoluta anfitriona.
La actriz francesa -ganadora de la Espiga de Oro en Valladolid por este personaje- encarna a Josephine Peary, esposa del que se supone fue el primer conquistador del Ártico a principios del XX. Una mujer entre vestidos de seda y sombreros de terciopelo de los mejores modistos de Washington, que decide encontrase con su marido cuando coloque la banderita en el pico helado; a pesar de la oposición de su entorno burgués y en contra de los expertos de diversas expediciones. Pero con su determinación, vanidad o tozudez (como buena niña rica), consigue emprender el periplo que cambiará su vida y su manera de concebir el mundo.
Por el camino, irá despojándose de las preciosas prendas y absurdas convenciones hasta quedarse envuelta en pieles de animales; y cuanto más cerca está de lo salvaje, más humana.
Mientras Gabriel Byrne, como el experimentado Bram Trevor –colega del marido que acompaña a la sofisticada dama-, aparece estupendo como acostumbra e igual de seductor con esa barba de lobo de mar, interpretando al hombre blanco que ya no soporta al civilizado y elige la soledad del frío frente al calor humano.
Completa el reparto, Allaka, Rinko Kukuchi (la japo de Mapa de los sonidos de Tokio, también de Coixet), una deliciosa nativa innuit; la auténtica heroína de la historia con su lección de amor y vida.
J. Peary formaba parte de esa alta sociedad que financiaba las revoluciones científicas y técnicas de aquella época, emprendiendo arriesgadas empresas entre la curiosidad y la soberbia; propiciando el avance de la civilización y el mecenazgo, de lo que hoy en día, es también turismo.
Esta norteamericana que sacrificó su fortuna por el sueño de su marido -o por su propio afán de pasar a la historia y competir por la gloria-, la imaginamos realmente como Coixet la presenta; capaz de matar a un gran oso blanco llevando un elegante abrigo de astracán en medio de la nada polar y de convidarnos a una perfecta cena, en medio de uno de los lugares más inhóspitos de la Tierra… ¡Qué dices a eso Times Square!
Consciente de su posición social, es capaz de dejar escrito su nombre en una destartalada puerta de un refugio en la lejana Groenlandia, aunque este detalle retrase el peligroso viaje, y de quemar el trozo de madera enmarcado con la célebre frase de su marido explorador… Si no hay camino, abre uno.
Josephine, por mera arrogancia, prefiere la soledad de la que huye -y tan acostumbrada está- a la compañía de los indígenas o compañeros de la tardía expedición; arriesgando su vida para reunirse con su marido, ya que si no, él nunca regresará…
¿Qué sentido tiene no pertenecer a nadie?, le pregunta a la otra mujer que a la par, espera al mismo amado, que siempre vuelve…
Sin entender de posesiones, a merced del cuidado y la humildad; es ella, la esquimal de esos lares, quien muestra la verdadera superioridad del ser humano (la responsabilidad de cada persona para con el otro) Allaka, consciente de la vida y la muerte por encima de la dura supervivencia que le ha tocado al allí nacer, nos enseña además, que calentar una cama no tiene que ver con egos ni celos… Ni en condiciones extremas. Y siempre, con una sonrisa.
Ambas, con sus mundos dispares, dependerán mutuamente para sobrevivir. Y terminarán compartiendo no sólo hombre, también iglú con nobleza y empatía, tras convivir en una cabaña arrasada por una ventisca exterior e interior.
Filmada en Noruega y Canarias -hay secuencias grabadas en estudio, ¡al calor de Tenerife!-, Coixet conmueve con esta insólita peripecia, tanto en la inmensidad de las panorámicas como en la intimidad del hogar de hielo.
Admirable trabajo de la directora catalana que consigue fascinantes secuencias e imágenes bellísimas… Esa Josephine que pasea con donaire por la inmensidad gélida de vivo granate entre la nieve tan blanca y que pasa por todas las emociones posibles -con deterioro físico incluido- hasta arrastrarse por esa nieve tan blanca, sofisticadamente vestida de pesado negro… ¡Grande La Binoche!
Fotografía y vestuario, dignos de mención, pues.
Y atención al tema de los créditos del final; preciosa, Nothing but love (E. Bartzelay)
A punto de cerrar esta critica y de abrir el nuevo año de vigésimos aniversarios de emblemáticas películas (como Cosas que nunca te dije, la primera de La Coixet), vean asimismo de la cineasta La vida secreta de las palabras, A los que aman y Ayer no termina nunca. Magníficos títulos para estupendas películas.
Como Nadie quiere la noche que… Ocurrió hace mucho tiempo…
Y así comienza el film. Pero la arrogancia del hombre occidental sigue…
¿Recuerdan Everest en LaCronosfera…?