MISIÓN A MARTE: Peritaje al meteorito
Misión a Marte, debut en el guión y en la dirección de Amat Vallmajor del Pozo, es un proyecto curioso cuyo punto de partida es una llamada al personaje protagonista, Txomin (Txomin del Pozo), un arqueólogo vasco en paro, para pedirle que eche un vistazo a un meteorito que ha caído en Marte y que confirme si es materia real o basura cósmica.
Txomin acepta el encargo y pretende llevarlo a cabo junto a su hermano, Gene (Gerardo del Pozo), pero primero tienen que hacer alguna que otra prueba en la zona para calcular el instrumental con el que cuentan y los efectos que produciría en el lugar del encargo.
Lo malo también es que están en un País Vasco post apocalíptico y hay elementos tóxicos flotantes que cuando se tornan excesivos pueden afectar a la salud. Para evitarlo, un aviso por megáfono les pide ponerse las máscaras protectoras, pero Gene no consigue permanecer sano y Txomin tiene que llamar a Mila (Mila del Pozo), la hermana de ambos, para que los ayude. Entre reproches del pasado y amenas charlas sobre la infancia, los tres tratan de hacer frente a la enfermedad de Gene, que no parece recuperarse demasiado. Hasta que un giro de los acontecimientos llega a sus vidas para que los dos hermanos puedan poner rumbo a Marte y concluir la misión que tenían pendiente.
Misión a Marte es una película muy pequeñita, familiar, rodada en blanco y negro y con una duración más corta de lo que estamos acostumbrados a encontrar en salas, únicamente 72 minutos. No necesita más. Puede que hasta le hubiera venido mejor ser más corta, pero lo cierto es que por momentos resulta fascinante este cine casi experimental en el que Amat Vallmajor del Pozo nos adentra.
Porque la atmósfera post apocalíptica la consigue. Paisaje desértico, problemas respiratorios, elementos sencillos para construir su universo. Ya estamos dentro de la ciencia ficción. Amat se centra entonces en el drama familiar. Conversaciones más o menos políticamente correctas para ilustrar un día a día habitual y una visita que da paso a recuerdos de la niñez. Por momentos, viene a la memoria el concepto que fue esa comedia de Nacho Vigalondo titulada Extraterrestre, en la que la nave espacial que había vaciado el barrio apenas se veía y el eje central era lo que sucedía en la casa en la que se daban cita los tres protagonistas y sus conflictos personales. También Vigalondo nos situaba con facilidad en la ciencia ficción para dar paso al drama personal.
Misión a Marte es algo menos acertada por su excesivo metraje, sus tiempos muertos y sus momentos extraños, pero como cine experimental y producción independiente y familiar resulta ser un título curioso cuyo mayor valor es la naturalidad que fluye en la escena gracias a la complicidad de los personajes. Y, por supuesto, esa misión que está siempre presente: si se podrá llevar a cabo, si se trata de un McGuffin… la película está jugando continuamente con el espectador en ese sentido. Y el final dará la solución. Todo a su debido tiempo.
Fallos y aciertos, en Misión a Marte encontramos un poco de todo, pero en general se trata de una película muy curiosa. Si entras en su propuesta no defrauda, es un divertimento experimental que partiendo de unas coordenadas acaba ofreciendo lo que prometió. Puede que no por la ruta que esperabas, pero el cine muchas veces es así, nos da giros en su desarrollo y nos lleva a la meta por sendas poco transitadas. Que resulten satisfactorias o no ya depende de cada espectador. En el caso de Misión a Marte podemos decir que, lejos de defraudar resulta ser incluso fascinante.
Silvia García Jerez