MARÍA TERESA Y EL LEÓN: Amor, guerra y enfermedad
María Teresa y el león es una obra sobrecogedora. Tanto en su forma como en su fondo. No has visto muchos espectáculos iguales, y por eso mismo es tan peculiar. Y tan llamativa.
Susana Hornos, la autora del libreto que se representa en la sala Mirador de Madrid, recorre con él la vida de María Teresa León, escritora de la Generación del 27 y esposa amantísima y entregada a su querido Rafael Alberti, de quien cuenta, de manera excepcional, cómo se conocieron y cómo nunca más volvieron a separarse.
Pero hasta llegar a ese momento lo primero que vemos es a una mujer recorriendo un escenario que pasa por ser España, que apenas puede caminar porque la vejez y la enfermedad, sobre todo la segunda, no le permite más destreza. Es el Alzheimer, que destruye todo lo que toca y que a Teresa le arrasa su vida, exilio incluido.
Una vez alcanzado su lugar en el escenario, María Teresa comienza a narrar sus recuerdos, su pasado, lo bello y lo amargo, la guerra, ese Guernica que nos duele a todos, ese tener que dejar la Tierra en la que uno vive y tener que trasladarse a otra en la que también le persigue la contienda.
Además, recuerda la compañía de los dramaturgos con los que se relacionaron, como el genio Federico García Lorca, y todos aquellos que formaron parte de uno de los grupos de literatos más importantes de este planeta.

María Teresa y el león es un monólogo vibrante en el que Susana Hornos interpreta a la escritora en todas sus edades. En la salud y en la enfermedad, en la fiesta y en la desgracia, dando a cada momento los matices que recorren la vida de la artista, aportando luz a lo que la Historia ha tapado porque ella misma quedó a la sombra de su marido.
Con una dirección arriesgada y desgarrada de Carolina Román, y un escenario impactante de Alessio Meloni, María Teresa y el león no va a dejar a nadie indiferente.
Porque nos lleva al pasado de España, y del mundo, de una manera que no olvidaremos, con un montaje de vestuario, de audios, de tiempos… de escenografía, en una palabra, que el espectador se lleva en el recuerdo. Y porque la historia que cuenta, a quien no la conozca le va a resultar sobrecogedor y a quien sí, le va a hacer retrotraerse a unas memorias que son cualquier cosa menos divertidas.
No siempre el teatro, por muy creativo que sea, nos traslada a un mundo de entretenimiento en el que la risa y la alegría sean las protagonistas. A veces tenemos que viajar también por la parte amarga de la vida, que aunque esté llena de amor, no deja de ser un amor herido, espantado, horrorizado por lo que ve y menguado ante una situación de escasez de libertad en la que no puede sentirse lo pleno que debería.
Meloni consigue con muy poco, con un vestido, una silla, una cuerda de tender la ropa y varias puertas colocadas estratégicamente para que en su momento se utilicen con efecto dramático, que el espectáculo nos traslade a su época, a su mundo, a su vida. Y a su historia.
Pero tenemos que hacer una advertencia: María Teresa y el león es una obra lo suficientemente vanguardista y arriesgada como para que no sea para todos los públicos. O como para que algunos de ellos, de esos públicos, tengan que reflexionar sobre lo visto y oído, sobre el experimento que supone una puesta en escena semejante y un trabajo tan alejado de un ejercicio comercial al uso.
Una vez sabiendo esto, podemos disfrutarla mejor, estaremos más preparados para lo que se nos va a ofrecer, para encarar una historia apasionante, para muchos desconocida, y como suele pasar en las vidas que recorren la España de la guerra, tan necesarias. No podemos olvidar ninguna, por sepultada que esté por la historia, debemos rescatarla y volver a darle vida.
Silvia García Jerez