LA MADRE DEL BLUES: La grabación de una diosa

La madre del blues es el título que se ganó, por derecho propio, Gertrude Malissa Nix Pridgett Rainey, cantante de blues clásico a la que se conoció como Ma Rainey, porque Ma es el diminutivo anglosajón de Madre, y lo fue, metafóricamente hablando,  del estilo de canciones que grababa en los años 20, que supusieron una gran influencia para artistas posteriores a ella, como Billie Holliday.

También fue, como buena pionera en el blues, de las primeras en cantar con acompañamiento de piano o de orquesta de jazz.

Y de ésta última se rodea Rainey en La madre del blues, la película que estrena Netflix el 18 de diciembre, porque la historia que nos cuenta, basada en la obra de teatro escrita por August Wilson en 1982, nos sitúa en Chicago, en 1927, cuando Ma Rainey (Viola Davis) está de gira pero la detiene para grabar uno de sus discos, y en el estudio tendrá que enfrentarse a su agente y a su productor, que quieren tomar las decisiones sobre su carrera, y además a su trompetista, Levee (Chadwick Boseman), un joven que quiere renovar el género, componer sus propias canciones, tener su banda y conseguir la fama que tanto ansía.

En el estudio de grabación, en sus distintas salas, van a desarrollarse las tiranteces entre todos ellos, una banda que solo quiere tocar y marcharse, un chico que sueña con triunfar y ganar su propio dinero para poder comprarse zapatos nuevos… y lo que esté por venir, y una cantante que no admite órdenes de nadie porque sabe que los intereses de la industria en su voz le permiten exigir todo lo que su raza le deniega.

Viola Davis como Ma Rainey en el prólogo de LA MADRE DEL BLUES
Viola Davis como Ma Rainey en el prólogo de LA MADRE DEL BLUES

La madre del blues es una película deliciosa, a pesar de que trate temas duros, como el obvio del racismo en aquellos años, en los que las personas de color negro seguían siendo mal vistas, cuando no maltratadas, por mucho que se tuviera delante a cantantes famosos, quienes lejos de los escenarios no podían vivir como los blancos sin ser atacados de algún modo.

La precariedad, la presión de la industria para que se haga lo que impera en el mercado, de todo ello se habla en esta película que a pesar de abordar sin fisuras lo que supuso aquella época no deja de ser un ejercicio dirigido con un enorme mimo y una gran elegancia por parte de George C. Wolfe, de quien no sabemos casi nada en nuestro país pero a quien es conveniente conocer y seguir, después de ver cómo nos introduce en el mundo de Ma Rainey en la película que nos ocupa.

Pero en La madre del blues asistimos no solo al enfrentamiento a tres entre artista, industria y sociedad, también a una sesión antológica de música irrepetible con una figura que muchos no conocerán pero de la que la Historia nos habla de ella con mayúsculas, por lo que de esta forma tendremos que prepararnos a descubrirla.

Y lo cierto es que si era como Viola Davis la representa en la película era una mujer de personalidad fuerte a la que nadie podía llevar la contraria. Más le valía, en ese mundo tan restrictivo para las personas de color, fueras hombre o mujer, ahí sí que no se hacían distinciones.

La película está dedicada a la memoria de Chadwick Boseman - La madre del blues
La película está dedicada a la memoria de Chadwick Boseman

Viola Davis no es protagonista en la película, su personaje es secundario, pero su presencia es tal que no lo parece. La secuencia inicial ya nos deja ver a una Ma Rainey arrolladora. Esa presentación del personaje es de una belleza inmensa, pocos prólogos han sido tan brillantes este año. Una vez la hemos visto cantar solo nos queda conocerla como el ser humano combativo que es.

Viola Davis se mimetiza con Ma y nos regala una interpretación tan potente como conmovedora. Es asombroso verla en la pantalla desde que aparece yendo al estudio a hacer la grabación. Todo lo que Viola hace en nombre de Ma es para defender a una estrella que se merecía serlo, porque cantaba como una diosa y solo pedía los derechos que un artista de prestigio requería. Tal vez una Coca Cola tampoco era imprescindible, pero da la medida de hasta qué punto Ma se revolvía en un mundo de hombres blancos pidiendo aquello a lo que una mujer negra no tenía derecho.

En el reparto también encontramos a Chadwick Boseman, el protagonista de Black Panther, para quien La madre del blues supone su estreno póstumo, porque falleció el pasado 28 de agosto. La película está dedicada a su memoria y su nombre suena de cara a la carrera de premios que ya está comenzando con los que dan los gremios de críticos. Porque su trabajo es espléndido y contiene momentos de auténtico lucimiento, como ese en el que relata, con todo el sentimiento de horror que merece, un amargo episodio de su pasado.

Y es que el pasado de la raza negra, que hoy sigue siendo objeto de racismo y de violencia, en los años 20, y anteriormente al siglo XX, nunca fue fácil. El cine lo ha retratado en numerosas ocasiones y precisamente este año lo ha hecho en la fabulosa Antebellum. La madre del blues es muy diferente y no por ello menos recomendable.

Una hora y media le basta para demostrar que no hace falta durar más de dos para ser excelente. Las películas deben contar con los minutos que su narrativa requiera, no con los que la productora le exija, y La madre del blues cuenta, en un tiempo prudencial y bastante standard respecto a las dos horas de rigor que todos entendemos que suele durar una película, un momento apasionante de la historia de la música americana a través de un prisma poco conocido y de una forma tan deliciosa como si de un concierto de pop se tratara.

Silvia García Jerez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *