LOS TIGRES: Virtuosismo acuático y terrenal

Los tigres es la nueva producción de Alberto Rodríguez junto a Movistar+, plataforma que desde el año pasado se está lanzando a crear contenido cinematográfico para las salas con un acierto tan grande que sólo cabe preguntarse cómo no lo habían hecho antes. Suyas son La virgen roja, de Paula Ortiz, Soy Nevenka, de Icíar Bollaín, la recién estrenada Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa o la esperadísima El ser querido, de Rodrigo Sorogoyen, que no veremos hasta 2026.

En Los tigres, Alberto Rodríguez, junto a su guionista habitual, Rafael Cobos, con el que ha firmado grandes títulos como Grupo 7 o La isla mínima, nos sumergen, literalmente, en las aguas en las que trabajan los buceadores profesionales que corrigen las grietas de las tuberías que llevan el gas desde las plataformas petrolíferas. Aquello que ya nos había mostrado este mismo verano Sin oxígeno.

Antonio (Antonio de la Torre) y Estrella (Bárbara Lennie), los dos hermanos de esta ficción

En este caso la historia se centra en dos hermanos, Antonio (Antonio de la Torre) y Estrella (Bárbara Lennie), buzos desde pequeños gracias a su padre, que de mayores han mantenido una relación estrecha pero con alguna que otra rencilla guardada en el recuerdo. Un momento de sus vidas que lo marcó todo para siempre aunque entonces no fuera tan evidente.

Ahora los dos salen en el barco a faenar, a hacer las tareas que les corresponden con el equipo de siempre, con su jefe, el Gordo (Joaquín Núñez) y el resto de los compañeros que se turnan con Antonio porque ese trabajo es especialmente duro y no se puede estar bajo el agua tanto tiempo. Estrella, desde arriba, lo supervisa todo y está pendiente de tirar ‘del umbilical’, la cuerda que ata a los buzos con el barco, por si algo fallara ahí abajo. Y en medio de la rutina, en uno de sus turnos, Antonio hace un descubrimiento en esas aguas de Huelva que cambia su vida al divisar, en uno de los cascos de los barcos fondeados, cantidades de droga que pueden sacarlos, a él y a Estrella, de la pobreza. Otra cosa es que sea capaz de sacarla de allí y de poder venderla.

Una vez más el cine mostrando, a través de la ficción, una realidad que se encuentra en la calle, en las playas del sur del nuestro país. El cine de Alberto Rodríguez siendo fiel al día a día de los andaluces.

Los tigres son los dos hermanos protagonistas, la película nos cuenta de dónde viene ese apodo por el que en la zona todos los conocen. Y es bonito escuchar a los demás personajes llamarlos así. Porque además del origen del nombre son muy buenos en lo suyo, aunque todo el reconocimiento se lo lleve Antonio, que es quien baja y se sumerge.

Alberto Rodríguez realiza un trabajo prodigioso, como director, a todos los niveles. Técnicamente, Los tigres es un prodigio, con escenas acuáticas que fueron muy complicadas de rodar y se hicieron en piscinas aclimatadas para ello y en La Ciudad de La Luz. Los propios actores, aunque usaron dobles como es normal, hablan de un rodaje difícil, tal vez el más difícil en el que hayan estado a nivel físico. Pero es que Alberto también borda la parte artística, la interpretativa, llevando a protagonistas y secundarios a un nivel estratosférico.

Están todos fabulosos. Antonio de la Torre, un actor inmenso, hacía tiempo que no se superaba a sí mismo de esta manera. Bárbara Lennie también está a su altura habitual, y aunque no lo solemos tener muy presente porque lo vemos poco en la gran pantalla, Joaquín Núñez, ganador del Goya al mejor actor revelación por Grupo 7 en el año 2013, no sólo tiene un personaje precioso en Los tigres, es que además su trabajo como actor es impecable. No habían vuelto, actor y director, a unir sus carreras y hay que reconocer que en su reencuentro Núñez merecería ganar otro Goya, como actor secundario en esta ocasión. Ese Gordo al que da vida rebosa carisma, simpatía e inteligencia. Núñez hace visibles las varias capas que Rodríguez y Cobos le escriben y nos ofrece uno de los retratos humanos más bonitos del año. El Gordo es un tipo para enmarcar.

Pero es que no sólo es fantástico ese personaje, es que todo el guión es asombroso. Los tigres nos va dando pinceladas de un conjunto que resulta apasionante de ver. Desde el comienzo su historia nos engancha y estamos encantados de acompañar a los personajes en sus peligrosos trabajos bajo el mar, pero también en sus diatribas personales en tierra. La única nota negativa que se le puede achacar a la película es el aire que desprende a telefilme muy caro, y tal vez por eso no triunfara con mayor contundencia en el festival de San Sebastián, donde no recibió las críticas entusiastas que merecía.

Porque si lo pensamos bien no es la típica cinta al uso de estas historias familiares. Ni de este cine de drogas que no es quinqui. No vamos a encontrar en ella puntos en común que esperamos ver porque ya nos sabemos lo que nos van a contar. No, en realidad no te lo sabes. Y es una gozada descubrir que Los tigres no transita por los lugares comunes de los telefilmes, por mucho aire a éstos que tenga. Y lo tiene no por lo que cuenta sino por lo académica que resulta. Llevamos un año de cine patrio tan vanguardista, con narraciones tan inesperadas, que cuando una producción nos lleva de vuelta al estilo de los años 90, nos parece algo manido y lo reducimos de rango.

Pero Los tigres tiene la fuerza de los animales a los que representan. Conjuga como ninguna la ternura y la garra, el desparpajo y el dramatismo de un trabajo que requiere concentración, conjuga la precisión técnica con el entretenimiento. Y eso es un logro que hay que aplaudirle a un Alberto Rodríguez que regresa con una obra descomunal, en la que hace gala de un espléndido virtuosismo, tanto acuático como terrenal, para demostrarnos que sigue siendo uno de los directores más interesantes del panorama contemporáneo.

Silvia García Jerez

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