LONGLEGS: En lo más profundo de Norteamérica

Longlegs es la película de terror de la que más se lleva hablando en redes desde hace meses, ya que su campaña en ellas está siendo realmente brillante. Ya ha levantado las expectativas que pretendía generar, ahora sólo falta que su público potencial responda a ellas. Y que la distribución se lo facilite, porque si la película se estrena con pocas copias en escasos cines su recorrido en la taquilla va a ser escaso.

El problema de Longlegs no es que sea mala, no lo es, pero puede llegar a ser decepcionante para muchos espectadores, porque más allá de su estupenda promoción existe una película real detrás de ella. Y tal vez Longlegs no es la cinta que muchos esperan ver. Porque no se trata de un slasher. Sí, hay asesinatos en serie, sí, hay un psicópata al que atrapar, pero sobre todo estamos ante una investigación del FBI para lograr ese propósito. Y la investigación se toma su tiempo. No es una película con tempo de thriller noventero sino con alma de policíaco setentero. Eso cambia mucho la percepción que se vaya a tener de ella.

Y es que Longlegs gira en torno a una agente del FBI, Lee Harker (Maika Monroe) que comienza a seguirle los pasos a un asesino conocido como Longlegs (Nicolas Cage), con el que, a medida que se adentra en el caso, descubrirá que tiene una relación. Cuál es algo que podemos imaginarnos desde el comienzo de la cinta pero a lo que tendremos que darle una entidad mayor más adelante, cuando todas las pistas que la joven investigue se vayan poniendo en su sitio y completen el horror al que se está enfrentando.

Lee Harker (Maika Monroe) ante la pizarra con el caso desplegado en Longlegs
Lee Harker (Maika Monroe) ante la pizarra con el caso desplegado

Longlegs tiene muchos aciertos. Uno de ellos es hacer un uso ejemplar de los formatos en los que cuenta la historia: formato cuadrado, con grano de película de Súper 8, para los momentos del pasado; formato tradicional contemporáneo, panorámico, con textura del presente, para lo que a la agente le está sucediendo en plena investigación. Y todo ello, tal y como ya ha sido comentado, con el aura del cine de los años 70, aunque el caso en sí recuerde a películas más recientes, Seven o El silencio de los corderos, que es la referencia más obvia al ser la protagonista una mujer principiante ante un asesino experimentado cuyas pistas no cuadran con la realidad de los hechos que han ocurrido cada vez que ha matado. Y con esas cartas debe detenerlo.

Otra de las virtudes de la película es su dirección artística. Te traslada a su universo y te sumerge en él gracias a los decorados. Casas nevadas, paisajes invernales, coches aparcados en los accesos a las casas típicas de los barrios norteamericanos, el descomunal desorden de una de las casas a investigar… el equipo de producción debió trabajar a fondo para lograr escenarios con una ambientación tan lograda. Es el barroquismo del cine de terror, el equivalente a los palacios del denominado cine de época, y eso también hay que valorarlo, aunque a las academias sea un género que no les interese.

En el término medio de los aciertos de Longlegs se encuentra el tempo. Es un film de cocción lenta. No es un thriller lleno de adrenalina y quien no se espere eso puede ponerse rápidamente en su contra. Por eso remite tanto al cine de los 70, por su estética y por su parsimoniosa dedicación al caso, que detiene la rapidez con la que la película pasa ante los ojos del espectador, y a más de uno se le puede hacer pesada. Pero no estamos hablando de que Longlegs sea una mala película, simplemente es una que no ha vendido la publicidad y que no todo su público espera.

Lo malo, eso sí que está ahí, es que no se trata de un film que vaya revelando su misterio poco a poco. Durante buena parte del metraje no sabemos bien a qué atenernos, estamos algo perdidos. Hasta que de golpe nos cuentan qué pasa. Por qué ocurre todo. Eso no le sienta bien al resultado porque no hay una mesura a la hora de ir haciéndote una idea de lo que está sucediendo, no hay una progresión para ir entendiendo. De repente todo va a tener sentido menos el tiempo que hemos estado sin saber por dónde iba a desencadenarse la historia. Y eso no es bueno. El espectador debe ir de la mano del investigador a la hora de desentrañar el relato, la agente del FBI tendría que haber pasado por un proceso lógico de comprensión de lo que va descubriendo, hacerlo todo de golpe nunca le ha sentado bien al policíaco.

Y entre dos aguas está la aparición de Nicolas Cage.

Es lo más comentado de Longlegs hasta la fecha y lo menos conocido de la película porque la promoción ya se ha encargado de no enseñar su aspecto, vendiendo sobre todo lo impactante que éste va a resultar, lo mucho que Nicolas Cage va a dar que hablar. Y sí, quienes lo afirman tienen mucha razón. Para algunos lo hará de manera positiva y para otros todo lo contrario. ‘Que Nicolas Cage si es lo mejor del metraje…’ ‘Que si Nicolas Cage se carga la película…’ Del lado en el que estéis vais a tener razón. Porque su trabajo es tan extremo que puedes entrar en él o te puede sacar por completo. Si asumimos que vamos a ver a Nicolas Cage montando un circo, como suele, y que dentro de él su espectáculo es parte del disfrute de la película, por muy llamativo y descolocante que resulte, está de premio; si queremos ver algo acorde con la seriedad de la película en la que está, vamos a desear que no vuelva a aparecer. Pero admitamos que cuando está en pantalla no podemos apartar la mirada de su personaje. Y eso también resulta interesante.

Longlegs, gracias a él, al boca oreja de su histrionismo y su interpretación estrafalaria, ha sido un exitazo en Estados Unidos. Una película que ha costado 10 millones de dólares producir, casi todo volcado en el sueldo del actor, y que ha recaudado mucho más en muy poco tiempo. Gracias a él como gancho… y a que la película ha gustado, también es cierto.

Longlegs es un film interesante. No tan bueno como se viene afirmando ni tan malo como luego en la oscuridad de la sala, fuera de las críticas entusiastas, empuja a pensar cuando llevamos una insípida hora de metraje. Todo en ella va cogiendo cuerpo y Oz Perkins, su director, hijo de Anthony Perkins, nos acaba dibujando una Norteamérica fría y calculadora en la que los asesinos en serie son personajes que han ido tomando protagonismo en su sociedad, de manera que ocupan buena parte de su realidad. Ese retrato es el que verdaderamente pretende trasladar su director, porque se trata de exponernos a la otra cara del sueño americano, a esa Norteamérica fanática de la que es difícil salir si has nacido ya integrada en ella. Eso es lo más terrorífico de todo, lo que nos hace echarnos la mano a la cara, como Maika Monroe en el fabuloso cartel de la película.

Silvia García Jerez

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