Las trampas de LA TRAMPA

No, no vamos a destripar La trampa, la última película de M. Night Shyamalan, pero sí vamos a echarle un vistazo general a lo que la película supone, porque su conjunto está siendo la polémica del momento y queremos analizar hasta qué punto, guste o no, Shyamalan se ha convertido en un director fenómeno del que aunque sus películas acaben sin convencer resulta poco menos que obligatorio ir al cine a ver por qué a unos les parecen una tomadura de pelo y a otros una genialidad juguetona que uno no se debe perder.

Y es que desde que M. Night Shyamalan estrenó El sexto sentido -el 14 de enero de 2000 en España-, su cine se ha convertido en un estandarte de la sorpresa y los giros de guión locos que le dan la vuelta a lo visto en el metraje. El protegido, su siguiente película, estrenada en España justo un año después, también con Bruce Willis como protagonista, consolidó esa manera de encarar sus historias, y desde entonces, aunque el fondo de ésta sea un drama, como ocurrió con El bosque, Shyamalan envuelve sus metrajes en un halo de misterio que lleva al marketing primero y a los espectadores después a pensar que siempre que estrena una película va a ser de suspense, terror y derivados del género. Y a creer que el giro final, invariablemente, va a volarnos la cabeza.

El 2006 llegó La joven del agua, un cuento que él le leía a sus hijas a la hora de dormir que quiso llevar a la pantalla grande. Una preciosidad cuya narración era lineal, sin giro final, simplemente una historia sencilla con principio y final tradicionales, aunque tuviera su toque de cine fantástico. Y los fans del director la atacaron sin compasión. No querían eso de él, para contarnos un cuento ‘normal’ ya había otros. Con la estupenda El incidente volvió a decepcionar a muchos. Sí, era cine fantástico con toques de terror y momentos impactantes, pero con un final abierto a interpretaciones que tampoco gustó, y sus fans comenzaron a darle la espalda, gesto que se confirmó con Airbender: El último guerrero y sobre todo con After Earth, protagonizada por Will Smith y su hijo Jaden. El rechazo hacia ambas fue tal que a M. Night Syalaman le costó poner en pie otro proyecto.

En 2015 estrenaba La visita y con ella comenzaba una nueva etapa en su carrera. Mismo director de suspense, mismo concepto de giro final con el que se dio a conocer pero con el beneplácito de un público dispuesto, de nuevo, a creer en el genio que le regaló El sexto sentido. Sus fans la daban otra oportunidad y él supo aprovecharla. La visita gustó mucho y ya tenía vía libre para volver a encandilar a quienes consideraron que había abandonado. Los mismos que renegaron de él ahora estaban dispuestos a acogerlo con los brazos abiertos. A la espera, si se daba el caso, de reprenderlo de nuevo.

Fue el momento, para él, de sacar adelante dos proyectos con los que llevaba trabajando treinta años: Múltiple y Glass. Formarían parte de la trilogía que había empezado con El protegido. Glass fue muy polémica. Era una filigrana, un prodigio de escritura y de dirección que le daba un sentido épico y trágico a todo lo creado. No gustó precisamente por esto último pero la valentía de Shyamalan al proponer ese desenlace a sus propios personajes demostró que no se detenía ante nada, que la ficción era eso, ficción, y que como creador podía ir contra lo habitualmente establecido. Por qué no. Y eso también va a formar parte de su nueva etapa como director, la libertad artística absoluta, el ponerse juguetón con los personajes, las situaciones, y en última instancia, el público.

El 2021 llegaría la espléndida Tiempo, en 2023 la decepcionante Llaman a la puerta, y después estuvo dedicado a la serie de Apple Tv+ Servant. Dirigió algunos de sus capítulos, 5 en concreto, e introdujo en ella a dos de sus hijas: por un lado a Ishana, que daría sus primeros pasos como directora en la serie, después de haber sido la directora de la segunda unidad en Tiempo, y más adelante, hace sólo unos meses, estrenaría Los Vigilantes, curioso y sugerente film con claros guiños al cine de su padre, y por otro lado a Saleka, cantante y compositora, que fue la encargada de algunos de los temas de la serie, tanto para la segunda temporada como para la tercera.

Un momento del concierto de Lady Raven (Saleka Night Shyamalan) 
al que los protagonistas asisten, en La Trampa
Un momento del concierto de Lady Raven (Saleka Night Shyamalan)
al que los protagonistas asisten

Y llegamos a La trampa, con la que M. Night Shyamalan quiere dar a conocer, globalmente y como potencial estrella de la música, a su hija Saleka. Le da el papel el Lady Raven, una diva de la escena musical ya consolidada a cuyo concierto acuden los protagonistas, un padre y su hija, y un montón de chiquillería adolescente acompañada de los adultos correspondientes. Una trampa envuelta en un guión de suspense para que los espectadores conozcan a su hija y se interesen por ella como cantante. Y lo cierto es que canta de maravilla. R&B, o lo que es lo mismo, rhythm & blues. Ha compuesto 14 temas para la película y algunos de ellos, caso de Save me, podrían convertirse en clásicos, e incluso optar a premios a mejor canción original. Y ganarlos.

Como actriz, ya es otra cosa. Saleka no sólo canta, también interpreta, de manera bastante limitada, su papel de Lady Raven. Es el tercer personaje en la película, junto al de Josh Harnett (sí, el intérprete de The faculty o Pearl Harbor, que fue una estrella en los 2000 y del que poco supimos en los años posteriores) y al de Ariel Donoghue, la hija revelación del film.

Harnett, el asesino en serie de La trampa, cubre todos los espectros en la cinta. Está insoportable, desquiciante. Por momentos da miedo, otros está sobreactuado como ‘padre del año’. Es agotador para el espectador enfrentarse a un trabajo tan extremo como el suyo. Pero cuando crees que su registro se basa sólo en transmitir antipatía llega la descarga de la locura y transforma a su personaje en un brillantísimo demente, en un psicópata absoluto con una mirada que hiela la sangre. Ahí sí que Harnett borda a su asesino, así sí que se merece todos los aplausos.

Mención especial, dentro del reparto, de la septuagenaria Hayley Mills, actriz infantil en los años 60, protagonista de Tú a Boston y yo a California, la original de Disney de 1961, o de Polyana, de un año antes. Aquí es secundaria, una criminóloga experta en perfiles de asesinos, pero es inevitable admirar su presencia en la película de nuevo porque, aunque no haya dejado de trabajar, sus títulos no nos han llegado, ni a la pequeña ni a la gran pantalla.

Cooper (Josh Harnett) y Riley (Ariel Donoghue), padre el hija en el concierto de Lady Raven, en La Trampa
Cooper (Josh Harnett) y Riley (Ariel Donoghue), padre el hija en el concierto de Lady Raven

Atendiendo a lo que sucede en la película, al revuelo que está levantando, en efecto, La trampa tiene muchas trampas. La cuestión es cómo se las tome cada espectador. Si las acepta y juega con Shyamalan o si no, y entonces rechaza cada minuto del film. Un padre que no para de entrar y salir del concierto puede ser lo más creíble o lo menos, según la experiencia en conciertos de cada uno. Lo que ocurre en esas salidas, en los pasillos, en los escenarios por los que pasa Cooper, puede ser tomado como un ingenioso ejercicio hitchcockiano o como una fantasmada propia de un guionista con pretensiones. La película está expuesta a tales reacciones que resulta ser disfrutona y decepcionante a partes iguales. Y todos los espectadores van a tener razón.

Por eso es el Shyamalan más desconcertante hasta la fecha. La trampa no es su mejor película pero tampoco la peor. Alabarla o machacarla, todo es válido.

Y entonces llega el giro brutal, a la hora de metraje. Ahí es el momento en el que o decides que eso no es para ti, que hasta ahí has llegado o piensas que ahora es cuando empieza lo bueno. La polarización hecha película. Si sigues con Shyamalan o si desconectas de la propuesta. Esa es la otra trampa, o la gran trampa. Ahí, Shyamalan atrapa al espectador o lo suelta sin remedio. A pesar de la gran incógnita que llegará unos minutos más tarde. Un fallo ante el que también Shyamalan requiere una importante suspensión de la realidad. Pero si ya estás dentro no te costará seguir a bordo.

La trampa es una película hipnótica, eso no puede negarse, pero sí es cierto que va a tratarse de uno de sus títulos más comentados en el futuro. Si M. Night Shyamalan ha conseguido llegar hasta aquí siendo respetado, levantando expectación con cada uno de sus trabajos y manteniendo fans a pesar de los errores y los agujeros de guión, es difícil que no siga siendo considerado el rey del suspense del cine contemporáneo. Película que estrene película que seguirá siendo un acontecimiento. Para bien o para mal. Se lo ha ganado. Sólo los grandes se ganan ese estatus. Y Shyamalan, digan lo que digan, es un grande desde que empezó. Un gigante del cine.

Silvia García Jerez

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