LA PRÓXIMA PIEL
Mentiras cargadas de verdades
Que alguien desaparezca no es frecuente, pero tampoco resulta raro en estos tiempos; hasta hay programas televisivos que analizan casos de quienes siguen sin aparecen o de los que regresan, los pocos, normalmente con otra identidad para ocultar su vida anterior.
Ausentarse voluntariamente y para siempre es algo más extraño; la mayoría de las veces, la desaparición es por decisión de otro y aparece el asesinato, el secuestro y el tráfico de órganos y seres humanos, como las causas más comunes para no volver nunca más.
De alguna de esas desapariciones parte La próxima piel, un drama psicológico en clave de suspense, que saltándose las pesquisas policiales que suelen dar más juego en pantalla, profundiza en las dudas y la incertidumbre que provoca el reencuentro con la familia de un joven perdido ocho años atrás en extrañas circunstancias.
El film con trazas de cine de autor -esos planos aéreos del comienzo, ese hielo derritiéndose al inicio…- llega a la piel de los protagonistas y del espectador en un equilibrado puzzle de secretos y deseos, descubriendo a cada personaje desde la verdad de su verdad, cargada de mentiras.
Isaki Lacuesta, peculiar y premiado director que ha trabajado sobre todo el documental rozando siempre la ficción y la realidad (La leyenda del tiempo, Los pasos dobles, Cravan vs Cravan…), dirige esta vez un thriller que conmueve, en una sugerente e inquietante historia de espejos e identidades, junto a Isa Campo -su habitual colaboradora- y Fran Araújo -guionista a seguir-.
El relato se desarrolla en un ambiente de montaña, en una estación de esquí, en un camping de frontera donde se hablan tres idiomas (francés, catalán y castellano); no es casual que con tanto lengua y siendo un pueblo, se congelen las mentiras que se saben pero se callan.
Como las de Emma Suárez arrastrando un estado de animo similar al de Julieta, una madre entre la soledad y la perdida de un hija; de un hijo en este caso, de una madre callada pero con un fortaleza que desarma. Soberbia en La próxima piel, sintiendo un papel hecho para ella y encarnándolo con sutiles detalles para que todo despiste, para que todo encaje; como que entienda francés pero conteste en español y que pida una mayor intimidad cuando conoce o reconoce a su hijo desparecido, no sabemos si para disimular la extrañeza o el instante que escuece. Porque aunque hay gozo, prevale un tenso dolor durante todo el metraje.
Como en los gestos de Sergi López, descomunal, en el papel del cuñado; el más complicado desenredando el misterio, cercano al espectador, cuestionando las apariencias y realidades sin dejar de ser personaje.
Y queda el chaval, Álex Monner -que ya destacó en Pulseras Rojas y Los niños salvajes-, perfecto protagonista también en esta cinta, superviviente igualmente, escondiéndose entre la amnesia y la impostura. (Impacta la juventud del actor al natural y su madurez ante la cámara. Posee foco y carisma)
Mencionar como buenos secundarios, al mediador social que acepta la farsa para salvar al muchacho y al primo del reaparecido, brillante y natural en todas las secuencias, hasta en las sexuales que revelan algo más que una piel llena de cicatrices y marcas, antes de mudar a la próxima.
El filme se estrena ya triunfador, tras el Festival de Málaga donde se llevó merecidos premios. Puede que a priori les recuerda a El impostor –hasta hay cierto guiño en el cartel con el adolescente con capucha-, ese ameno y hitchcockiano documental sobre un tipo francés que llegó a suplantar a 35 personas, entre otras, la de un chaval americano extraviado siendo niño y encontrado en España pasada ya la adolescencia; sorprendiéndonos no sólo por el ingenio del farsante convenciendo a todos de ser quien no es, sino por el autoengaño que unos y otros aceptan…
Ojos que ven lo que el corazón quiere creer.
Y así lo vemos en esta película, cuidada al detalle; cuando la ficción es la verdad dentro de la mentira que da sentido a la realidad, permitiéndonos entender ciertos comportamientos y los silencios dominados.
Fascinante La próxima piel. No dejen de verla.
Mariló C. Calvo