LA CHICA DEL TREN: decepción tras la ventanilla

Que La chica del tren iba a convertirse en una película era un hecho fehaciente después de que la novela de Paula Hawkins se convirtiera en el éxito de ventas que fue desde su publicación el pasado año. Hollywood rara vez deja pasar fenómenos sociales de esa envergadura y rápidamente puso en marcha la producción. No sin cierta polémica, porque la autora había descrito a una protagonista gorda y poco agraciada y hasta la propia Hawkins ha expresado su descontento por el hecho de que en la gran pantalla la actriz que dé vida a Rachel sea exactamente lo contrario a lo que originalmente proponía.
Emily Blunt, la elegida para dicho rol, es una profesional excelente. Lo viene demostrando desde que el mundo la conoció en El diablo viste de Prada y posteriormente ha brillado en Destino oculto, El amigo de mi hermana o Into the woods, donde además de cantar coincidía de nuevo con Meryl Streep tras la cinta en la que la gran dama del cine contemporáneo se convertía en su temible jefa.
Pero en La chica del tren, por muy buena actriz que se sea, es imposible destacar en el sentido positivo de la palabra. porque ni el guion es convincente ni la dirección ayuda a que el talento aflore. Tate Taylor, el responsable del conjunto tras la cámara, quien hace unos años firmara la aplaudida Criadas y señoras, por la que Octavia Spencer ganó el Oscar a la mejor actriz secundaria, no es capaz de afinar en esta nueva cinta con los actores porque los giros y situaciones que se ven obligados a interpretar les resta credibilidad continuamente.

Una mujer divorciada con problemas con la bebida y con las lagunas que le provoca su memoria, se ve envuelta en el caso de desaparición de una mujer a la que cada día veía desde la ventanilla del tren que la llevaba a trabajar a Nueva York. El argumento, bien desarrollado, podría ofrecernos un thriller ejemplar como lo fue Perdida, historia de la que es evidente que bebe y de la que se rodó una gran película con Ben Affleck y Rosamund Pike, quien consiguió merecidamente una nominación al Oscar a la mejor actriz.
La chica del tren, por el contrario, ofrece una narración enrevesada, llena de imágenes a modo de flash-forward que no contribuyen a engrandecer el relato sino que lo merman debido a su innecesaria inclusión como tales. No es, por lo tanto, la cinta más recomendable del momento, pero es muy posible que el éxito en ventas del libro que ha dado lugar a la película atraiga tanto a quienes quieran comprobar hasta qué punto se parece al original como a los que no lo leyeron y prefieren la versión cinematográfica antes que sentarse a descubrir qué ocultan tan afamadas páginas. Una más que probable decepción les está esperando a todos ellos.
Silvia García Jerez