LA MONJA II: Terror en Francia
En La monja II el terror llega a un internado de Francia, en el año 1956, cuando un sacerdote arde ante la horrorizada mirada del monaguillo que lo acompaña y comienzan a desatarse fenómenos extraños en el seno de la institución. Pero ese sacerdote no es el primero en morir en extrañas circunstancias a lo largo de Europa y ante una situación cada vez más espeluznante, la hermana Irene (Taissa Farmiga) es de nuevo enviada para hacerse cargo del caso. Y, si puede ser, obrar otro milagro.
Otro, porque ya tuvo lugar uno en la primera entrega de este spin off de Expediente Warren. La franquicia iniciada por James Wan continúa dándonos títulos y expandiendo su universo. La monja data de 2018 pero al personaje lo conocimos en Expediente Warren: El caso Enfield, en 2016. Allí causó sensación, y rápidamente la maquinaria para darle a este descubrimiento un largometraje propio se puso en marcha. Había que aprovechar lo mucho que había gustado, el fenómeno en el que se habían convertido sus esporádicas pero espectaculares apariciones en aquella película. Lo malo es que a veces ser protagonista te quita protagonismo.
En efecto, La monja fue una producción decepcionante, pero las expectativas que levantó le dieron el éxito que ha generado esta continuación, que vuelve a ser otro estreno llamativo -el género de terror suele serlo- pero de calidad insuficiente, inundado de tópicos y de momentos manidos.
En La monja II asistimos de nuevo a escenas que nos sabemos de memoria: sonidos envolventes y perturbadores que nos avisan del susto mayor que llegará tras ellos, a posesiones malignas, a asesinatos cometidos de formas aberrantes… el catálogo de efectismos puestos en orden en la pantalla pero metidos en escenas sin sentido alguno entre ellas. La historia ya es bastante discutible, pero si atendemos al conjunto encontraremos un batiburrillo de momentos clásicos de terror que no tienen más hilo conductor que el estar ahí para darle a la cinta la atmósfera que todo fan requiere. Sin ir más lejos, ese en el que las revistas expuestas en un muro comienzan a pasar rápido sus hojas al viento no puede ser más obvio ni estar peor resuelto.
Pero es que La monja II está construida sobre cimientos rebosantes de obviedad. Y de sinsentidos. El tramo final es un no entender nada continuo. Un Deux Ex Machina que da razones y soluciones arbitrarias sin lógica alguna.
Y añadimos que la monja en sí, para darle título a la película, aparece casi menos que un personaje secundario.
Es una lástima que el universo Warren esté tomando estas derivas pero saber que una nueva entrega protagonizada por casos del matrimonio está en preproducción (The Conjuring: Last Rites) es una buena noticia para los seguidores de esta pareja que tantos buenos momentos nos ha dado con sus sufrimientos. Reales todos ellos, como ya es conocido. Esperemos que entonces volvamos a enfrentarnos con el terror que, ellos sí, nos han ofrecido. Para regocijo de sus fans y tributo al nivel que sus entregas alcanzaban.
Silvia García Jerez