LA HABITACIÓN: La estancia de los deseos

La habitación de 2020 no es aquella que le hizo ganar el Oscar a la mejor actriz a Brie Larson, esta es una cinta, oficialmente de terror, protagonizada por la actriz ucraniana Olga Kurylenko, aunque aquella también tenía tintes de angustiosa atmósfera terrorífica y en esta se den la mano el miedo a todo lo que la habitación genera y el drama de las situaciones creadas por ello.

Centrémonos, por lo tanto, en La habitación que dirige el francés Christian Volkman, situada en una casa tipo mansión, apartada en un bosque, a la que un matrimonio joven se traslada. No es fácil encontrarla porque está tapada con el papel decorativo de la pared, pero Matt (Kevin Janssens) da con ella y entra.

No hay nada en esa estancia y a medida que van desempaquetando las cajas de la mudanza Matt se siente más y más cansado y pide en voz alta algo que desearía tener en ese momento, para a continuación descubrir que la habitación se lo da.

Aturdido, Matt intenta gestionar este hallazgo, que de momento le esconde a su mujer, Kate, pero pronto ella también estará al tanto de la peculiaridad tan especial que posee la casa.

Como es lógico, nada es porque sí en ningún sitio, ni siquiera en una mansión de ensueño, o menos en un lugar semejante, así que a la pareja también le está esperando la parte negativa de tan precioso regalo…

Protagonista de La habitación
La pareja protagonista empieza a vivir en una nueva casa

La habitación tiene la apariencia de una película de terror convencional, no es fácil innovar, lograr lo que Ari Aster con Hereditary o Midsommar, o James Wan con Saw o Insidious consiguieron, lo tienen cada vez más complicado para dejar al espectador boquiabierto. Pero estamos en la época dorada del cine de terror, también hay que tenerlo en cuenta, y este título, digámoslo ya, cumple con las expectativas que cualquier amante del género pueda exigirle a la cinta que elija.

Y es que Christian Volkman, como ya hemos dicho, sitúa la acción en una casa maravillosa sobre la que el cine de terror nos ha advertido en cientos de ocasiones. Lo normal es que esté encantada. Pero esta no lo está.

Dentro de la casa hay una habitación que concede a sus inquilinos los deseos que vayan pidiendo. Hay películas con cajas que también los conceden, aquí es otro generador, con sus normas, claro está, y las vamos a ir conociendo al mismo tiempo que sus personajes, para darnos cuenta de que no siempre lo que pensamos que va a ser igual que lo ya mil veces visto responde a esa premisa.

Volkman sabe jugar muy bien con los elementos del género y nos ofrece en La habitación una consecución de hechos que películas previas no nos dejan adivinar. Y crea con ellos una tensión sostenida en la que en la superficie todo es correcto pero bajo la cual nos preguntamos cuándo va a implosionar. Porque, y en esto sí que cumple con las reglas ya conocidas, no se puede disfrutar de lo que pides en condiciones tan sencillas. Algo ha de suceder a cambio.

Y es fantástico asistir al despliegue de talento por parte de Volkman para controlar en cada momento cada detalle y que todo vaya teniendo sentido según avanza el relato hacia una atmósfera más y más malsana de una forma tan sutil que a veces da la sensación de que no va a llegar tan lejos. Pero sí, porque como veremos después, la habitación lo pide y el relato se lo entrega. Aquí es precisamente al revés.

La habitación
Los problemas van a empezar a llegar gracias a LA HABITACIÓN

Olga Kurylenko es la protagonista de la película, junto a Kevin Janssens, su marido en la ficción, dueños de una casa de la que no tardarán en desconfiar.

Ninguno de los dos son el mejor actor del mundo, pero lo cierto es que no desentonan respecto a sus cometidos aquí. Han de dar vida a dos personas desconcertadas que aceptan lo que la casa les da hasta que aprenden sus reglas y descubren que a lo mejor era preferible no haber hecho uso de ellas. Pero cuando se dan cuenta, es demasiado tarde.

Porque, y aquí encontramos un nuevo acierto en La habitación, las cosas pasan en el momento justo para no poder echarse atrás. Sí, es otra regla del género, pero en este film donde todo aparenta tener la naturalidad de lo nuevo, los acontecimientos se van sucediendo con la calma de lo inevitable.

Todo esto nos lleva a concluir lo que ya se apuntaba al inicio, que pese a su atmósfera terrorífica, La habitación concentra mucho drama en su desarrollo. El miedo no nos angustia, es el día a día el que nos oprime y nos dice que algo no va bien en este hogar. Y ese poso malsano que va dejando, ese aire irrespirable con el que la pareja vive, es uno de los mayores logros de la cinta.

Porque La habitación no necesita sustos con el sonido para convencerte, no requiere de lluvias nocturnas en medio de un bosque o de persecuciones por la escalera para que nos tapemos la cara. La habitación pretende que estés en tensión. Y lo consigue. Que te preguntes qué van a hacer ahora los personajes. Y lo haces. Que desees que no hubiera pasado lo que ha pasado, para no estar estresado. Pero lo vas a estar porque ese es el centro de la película y la razón por la que empezaste a verla.

Y ahora, cuando descubres La habitación es una cinta especialmente curiosa, incluso brillante, es el momento de agarrarte a ella y no soltarla, para que con su desenlace nos confirme que se trata de un largometraje altamente recomendable.

Silvia García Jerez

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