INCREÍBLE PERO CIERTO: Criticando estereotipos
Los admiradores del cine francés más surrealista estamos de enhorabuena: Quentin Dupieux estrena película. En concreto, Increíble pero cierto.
Dupieux es uno de los autores más interesantes del cine contemporáneo. No sólo por las películas tan locas que dirige, como Mandíbulas, con una mosca gigante como centro de la atención del argumento, o la fabulosa La chaqueta de piel de ciervo, con una chaqueta con instintos asesinos cuando su dueño, Jean Dujardin, se la pone. En el mes de octubre se estrenará otra genialidad, Fumar provoca tos, pero hasta que esa nos llegue, aterriza en las carteleras otro de sus últimos trabajos, de esos tan inclasificables que muchas veces el marketing no sabe muy bien cómo vender. Porque es complicado.
Aún así, Increíble pero cierto es, tal vez, su trabajo más redondo y accesible. El surrealismo sigue presente pero el argumento, siendo una auténtica locura, es una locura más comedida que en otras de sus películas. Aquí nos cuenta dos tramas, una principal con una pareja que se cambia de casa a un chalet en el área suburbana parisina. La casa de sus sueños. Pero el agente inmobiliario les advierte sobre un túnel situado en el sótano con un par de peculiaridades tan increíbles como ciertas. Y por otro, la trama del jefe de Alain (Alain Chabat), el insufrible y ególatra Gerard (Benoît Magimel), quien, junto a su pareja, le hace una confesión al matrimonio en una cena en su casa. Confesión de esas que también dan un vuelco a una vida. Dos novedades que nos van a ofrecer una hora y diez de pura diversión.
Las películas de Quentin Dupieux suelen encuadrarse bien en la comedia, pero a la vez son tan bestias que hay que tener cuidado con ellas. Sí, hacen gracia, tienen su chispa, pero el tono jocoso esconde un humor negro y a veces un sadismo tal que por momentos el gore se pasea por la pantalla sin pudor. Pero en el fondo lo que está haciendo es crítica social. Increíble pero cierto es una crítica clarísima a los estereotipos, que por mucho que lo sean lo son porque responden a una realidad, y en este caso expone lo que le preocupa a los hombres y a las mujeres en la vida. El culto al cuerpo de la manera más exagerada posible, hasta el punto de que resulta increíble pero tiene un toque de verdad tan apabullante que sí, nos lo creemos. El mundo, si pudiera reproducir lo que hacen estos personajes, lo haría. Así de triste y así de auténtico.
También es llamativo hasta qué punto une Dupieux la cotidianeidad con la ciencia ficción. Nada de lo que ocurre en Increíble pero cierto es natural aunque su historia transcurra en la Francia de hoy, en una Francia con franceses acomodados que podríamos creer que son nuestros vecinos. Seres normales viviendo vidas normales a los que de repente les pasan cosas alucinantes. Como si tú llegas a la cocina y pudieras acceder a un universo que no esperas pero que parece igual que el que esperabas. Algo así ya lo vimos en Petite maman, pero de otra forma, con otros elementos y con otros personajes, pero con ese misma irrealidad naturalista. Y con toques de comedia, claro.
Increíble pero cierto es una genialidad. Una disección de las obsesiones de la sociedad moderna a la que le importa más la apariencia que otras cosas más relevantes. La pura superficialidad convertida en protagonista de nuestras vidas. Un análisis certero que vemos asombrados, porque lo que nos cuenta es una rareza muy extraña, pero a la que nos asomamos con una sonrisa en la cara. Porque si nos critican a través de la comedia aceptamos mejor esa crítica. Y sí, somos una sociedad patética a la que lo que menos importa son las cosas importantes. Parece ciencia ficción, pero no lo es. Por eso la ciencia ficción encaja tan bien en esta postal tan idílica… y tan podrida a la vez.
Silvia García Jerez