GOYA 2017: El thriller vence al drama fantástico
NOCHE PARA LA IRA
El 4 de febrero de 2017 se entregaron los Goya correspondiente a las mejores películas del año anterior. Las que brillen este año se premiarán el que viene. Y en 2016, según la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España, la mejor película ha sido Tarde para la ira, la ópera prima de Raúl Arévalo.
Era la favorita. Competía contra titanes que poca posiblidad tenían de hacerle sombra. Una cinta como la que Raúl ha rodado no se ve todos los años. Tenía rivales contundentes pero no de la perfección que Tarde para la ira alcanza.
Mejor película, director novel, guión original para David Pulido y el propio Arévalo y actor de reparto para Manolo Solo y su sensacional creación del Triana son premios más que merecidos.
También tendría que haber ganado mejor fotografía: Arnau Vall Colomer firma un trabajo excepcional rodado en 16mm, aspecto técnico que aporta a la película ese grano que contribuye a crear la atmósfera seca, sucia y áspera del film. La brillantez de la ejecutada por Óscar Faura para Un monstruo viene a verme es tan correcta como el resto de apartados en los que el título de J. A. Bayona competía, pero no esencial para el alma de la película, por lo tanto ese Goya se echa en falta, y mucho. Un monstruo viene a verme logró imponerse en número de galardones, 9 en concreto, pero a excepción del conseguido por su director como tal, el resto fueron premios técnicos, de los llamados menores por quienes consideran las categorías artísticas más importantes. Era evidente que a ese monstruo, al que pone voz el actor Liam Neeson en la versión original, quien aparece solo en los créditos de la versión doblada pero cuyo trabajo no se aprecia en ellas, se iba a hacer con todos los Goya que se citan por detrás de los guiones.
DIOSA, EMMA SUÁREZ
Emma suárez era la favorita para llevarse alguno de los dos Goya a los que optaba. Estaba nominada como mejor actriz protagonista por la magnífica Julieta, de Pedro Almodóvar, donde ella no puede iluminar más la pantalla, y como mejor actriz secundaria por La próxima piel, de Isaki Lacuesta e Isa Campo, un film intimista con un enorme componente de suspense en el que su admirable contención le valieron todos los elogios de la crítica. Podía haber ganado por cualquiera de las dos, y tan difícil debió resultarles a los miembros de la Academia decantarse por alguno de sus trabajos que simplemente no lo hicieron. La votaron por ambos, y Emma Suárez subió dos veces en la noche para recoger los Goya por ambas categorías.
Esto era algo que no sucedía desde 1987, cuando Verónica Forqué consiguió semejante hazaña como mejor actriz por La vida alegre y como mejor actriz secundaria por Moros y cristianos. Por cierto, dos comedias, género por el es que tan complicado que un intérprete sea reconocido.
Y qué bonitos agradecimientos dio Emma. Qué bien habla, cómo sabe distribuir elogios a sus compañeros y qué emocionante es verla con semejante dominio de la palabra sobre el escenario. Cuando se es una diosa, se es para todo.
LA GALA
Yvonne Blake, presidenta de la Academia desde hace muy poco, había avisado de que la gala sería austera. La institución no pasa por su mejor momento económico y había que reducir gastos, afirmaba. También había advertido de la ausencia de número musical porque no funcionan, ya que nosotros no tenemos esa tradición en nuestro cine. Todo esto, planteado tal cual, parece un avance, una asimilación del hecho de que cuando se hace no gusta y siempre es criticado.
Pero en los Goya 2017 ni lo segundo ha sido cierto ni lo primero ha sido eficaz. Tanta austeridad tampoco conviene, deja la gala en un evento soso al que le da ritmo la consecución de premios pero sabe a poco tanto vestido precioso y tanta estrella junta para luego no aprovecharlos sobre el escenario.
Escenario al que por cierto, más de uno se veía que tenía problemas para acceder, bajando unas escaleras que se antojaban demasiado altas y excesivamente estrechas para caber por ellas las tres personas que en más de una ocasión se encargaron de entregar premios, con trajes de fiesta, y tacones en el caso de ellas, incluidos.
El maestro de ceremonias, el fabuloso cómico y estupendo actor Dani Rovira, estuvo espléndido. En algún momento los nervios le jugaron una mala pasada pero nada que sus tablas y su buen hacer no pudieran corregir para salir victorioso del asunto. Sus razones para presentar la tercera gala fueron brillantes y los distintos sketches que iba intercalando funcionaron muy correctamente. Si los vuelve a presentar en 2018, será más que bienvenido.
VESTUARIO IMPECABLE Y ESPECTACULAR
Para terminar, vamos con el apartado de los vestidos, fundamental para toda alfombra roja y posteriores comentarios de medios especializados y de tertulias varias. Decidir quién fue la mejor vestida es complicado. No, en realidad es imposible.
Así como los atuendos de Candela Peña, con un traje firmado por Juan Pedro López, o de Bárbara Lennie, con un Alessandro Michelle para Gucci, no fueron los más apreciados, sí consechó elogios el de la ganadora del Goya a la mejor actriz revelación, Anna Castillo, que fue con un maravilloso Georges Hobeika Couture, con bordados a la cintura y espalda al aire verdaderamente admirable, o el de Macarena Gómez, vestida de Alberta Ferretti.
En esta noche de estilismos inolvidables también entran con honores Alexandra Jiménez, que llevó un vestido de Santos Costura, Penélope Cruz que con su Atelier Versace de alta costura acaparó todas las miradas por su sencillez y belleza, y por supuesto el diseño de Josep Font para la marca Raúl del Pozo que lució Ana Belén, Premio de Honor a toda una carrera.
Silvia García Jerez