GIGANTES se hace más grande y sigue creciendo
Enrique Urbizu dirige Gigantes, un western gitano para una cruel jauría familiar.
Él que es uno de los grandes en el género negro vierte su firma en una serie extrema, de cortante montaje y constante violencia. Una propuesta más de Movistar+ que recientemente se ha ampliado en la web con una extension narrativa interactiva que hace más partícipe al espectador.
Entrevistamos al director y parte del reparto.
La serie combina thriller y melodrama en torno al negocio de la droga y su traspaso de poder. Apoyándose en la acción y en una cuidada ambientación con unos encuadres muy de cómic, sus personajes casi al límite del cliché desprenden una química brutal que mantiene el ritmo de un relato.
Mucho macho-alfa, mucha traición despiadada y mucha venganza como tradición.
Todo en Gigantes es excesivo y salvaje, sobreviviendo a una narración afilada y seca con mucha elipsis y simbolismo, que nace del mismo apellido del clan protagonista: Los Guerrero.
Unos capos de la compraventa de antigüedades que desde su tapadera en el castizo Rastro logran extender sus otros negocios -más bestias e ilegales- hasta controlar toda Europa; saltando al barrio de Salamanca, pasando por Andalucía y por supuesto, por Colombia. Mordiendo por igual en los bajos fondos, que en las altas esferas. Guerreando entre todo tipo de animales y luchas, castas y clanes.
Entre los trapicheos del barrio y de las galerías de arte están también los tejemanejes de la política, los de la prensa, y los compadres o primos juristas, convirtiendo a Los Guerrero en Gigantes.
No falta el romance entre cuestiones de raza y quizá abunden las peleas, que aún con la violencia fuera de campo son casi coleccionables; de perros, dentro y fuera de un ring, en forma de duelos entre payos y gitanos, por ajustes de cuentas o por la herencia de sangre.
Habrá quien encuentre en estos negocios de familia algunos paralelismos con Gomorra y hasta Los Soprano, pero pesa más el compás de Bodas de sangre que Romeo + Juliet, porque en Gigantes todo es muy calé.
Sin embargo Urbizu marca su territorio, de calley barro, con ese pulso que alcanzó en La caja 507 y No habrá paz para los malvados. Y vuelve a formar tándem con José Coronado, quien en Gigantes encarna de nuevo a un malo-malvado. Esta vez con larga melena y unos tacones sonando a su paso; rugiendo como un feroz padrino de mercadillos, como el temible patriarca-devorador de hijos que es.

De un trío de furiosos machos educados en el miedo, el odio y el castigo. Consientes de su labor y posición en la familia, que no tanto de su afilada fraternidad, siempre al acecho.
Sobreviviendo a la condena familiar y cada cual a su manera, conocemos a Daniel (Isak Férriz), el primogénito, el visceral heredero de su padre con un pasado de cárcel, a la espera de controlar el negocio.
Mientras Tomás (Daniel Grao), el hijo mediano, es el más pragmático y quien más integrado está en la sociedad parece ya dominarlo. Queda el pequeño Clemente (Carlos Librado “Nene”), que siendo el más soñador, sólo sabe huir de la violencia familiar a golpes de boxeo. Tan es la herencia de autodestrucción.

Entre tanto hombre, no podían faltar las féminas: Yolanda Torosio, Sofia Oria, Elisabeth Gelabert, Juana Acosta y Xenia Tostado, entre otras, son las hijas, madres, hermanas y esposas, pero también las periodistas y policías que guerrean sin piedad; esas hembras que según avanza la serie se adueñan de este western gitano como las mujeres del negocio, auténticas protagonistas de su continuación -y es que Gigantes tiene segunda temporada en ciernes, incluso antes de su presentación en San Sebastián -.
Estrenados los seis episodios que conforman la primera temporada, Gigantes se ha ampliado con la llamada “Operación Gigantes”; una extensión narrativa online a modo de investigación, que permite al espectador construir teorías cual si fuera un inspector, pudiendo acceder además a escuchas policiales, cámaras ocultas y hasta testigos protegidos del seguimiento policial y delincuencial del clan Guerrero.
La serie no sólo esta gustando en nuestro país, Gigantes ha conquistado a la crítica estadounidense que la ha visto, triunfando por el uso del formato panorámico y ciertas lentes anamórficas que consiguen esos planos cercanos y angulosos, para unos personajes como escapados de un story-board que cobra vida -y muchas muertes-.
Desde el principio en Gigantes queda patente el tono y estilo prendido, ya en las primera escenas, como de tebeo, presentando a los Guerrero de cachorros, por edades y alturas, siguiendo al patriarca siempre. Hasta ya chavales, cuando en un descampado donde en lugar de jugar a indios y vaqueros asisten a su primer ajuste de cuentas, duro y seco, aún a través de los cristales mojados de una furgoneta, mientras suena La Gitana hechicera de Peret.
Así de claro; distorsionando la imagen, la familia y la realidad vista.
Así seguiremos la relación de los hermanos entre el crimen y el narcotráfico que acompaña toda la historia, creciendo el ritmo, la acción y la sangre hasta el final, con un cierre que apunta sin duda, a continuación.
La serie ha sido desarrollada durante dos años por Miguel Barros y Michel Gaztambide sobre una idea del actor Manuel Gancedo -quien se reserva un papel-, mientras Jorge Dorado se encarga de la dirección junto a Enrique Urbizu, con quien hablamos.
“En la vida tienes dos filmografías; la que haces y la que no haces, y son interesantes las dos” E. URBIZU
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Mariló C. Calvo