FORMENTERA LADY: Desencuentro familiar
Formentera Lady es una película sobre el presente y sobre el pasado, sobre los recuerdos, sobre la convivencia y sobre el aprendizaje, tanto de grandes como de pequeños.
La ópera prima del actor Pau Durá cuenta con José Sacristán en el papel de un abuelo que ha de hacerse cargo de su nieto cuando su hija, la madre del niño, encuentra un trabajo fuera de España y la precariedad no le permite sino cogerlo, con el consiguiente daño colateral de tener que dejar en España al niño, a cargo de un abuelo que ni quiere ni puede cuidarlo.
No quiere porque ya no sabe. No quiere porque ya no se ve. No quiere porque la soledad es su único hijo ya, y lo cuida como un tesoro porque solo en ella puede ver los vídeos de la mujer de su vida, películas de Súper 8 en las que se ve a la Formentera Lady de la canción que nos acompaña con las imágenes. A nosotros, espectadores, no al Samuel de Sacristán, que no la oye, porque el cine está concebido así: los personajes, por desgracia para ellos, no escuchan la música de Ennio Morricone, ni de Philip Glass ni de Rachel Portman…

Es Formentera Lady un ejercicio que en manos de otro director podría haber sido magnético y absorbente, pero que Durá no convierte en atractivo. Le falta garra a este viaje de aprendizaje de abuelo y nieto, y eso que tiene todos los elementos en su mano para ofrecerla, incluyendo a un José Sacristán que, demostrando en pocas pinceladas su grandeza, no consigue darnos el mejor trabajo de su carrera.
Y no es culpa suya, sino de un guion que no encuentra su forma. Hemos visto muchas veces la historia de familiares obligados a vivir juntos por las circunstancias en películas que sí resultaban apasionantes. No cuenta este film nada que no hayamos visto anteriormente, pero lo hace de una manera más tediosa, con tramas que no logran interesar y con un conjunto que, a la postre, resulta pobre.
Es una lástima que una historia que podría ser una maravilla y una de las mejores películas de la temporada acabe siendo una más de aquellas que se olvidan sin dejar huella. No lo merece José Sacristán ni nadie de un equipo que ha trabajado duro para sacar adelante una producción pequeña, de esas a las que les cuesta luchar en la taquilla con otras de más envergadura. Pero aún sin merecerlo, es lo que logra.
Silvia García Jerez