FIN DE TEMPORADA: Grietas en la familia

Fin de temporada es la nueva novela de Ignacio Martínez de Pisón, y quien lea este nombre sabrá que estamos hablando de Literatura, así, con mayúsculas. Porque Ignacio es un autor gigantesco cuyas obras son siempre esperadas y nunca defraudan. Es maravilloso sumergirse en su prosa aunque ésta pueda llegar a doler, porque lo que narra no es fácil, ya que se trata, ni más ni menos, que de la vida.

La vida es lo que intentan abortar, nunca mejor dicho, Juan y Rosa cuando se disponen a viajar en secreto a Portugal para realizar la operación de interrupción del embarazo en una época, la España de 1977, recién salida de la dictadura pero aún con una apertura muy débil a las libertades, en la que el aborto era ilegal y por lo tanto había que hacerlo a escondidas. Con todo el riesgo que suponía.

Una verdadera pesadilla que Juan y Rosa asumen incluso con la ilusión de pasar después el resto de sus vidas juntos sin ese obstáculo inicial en su relación.

Pero un accidente de camino a su meta lo trunca todo. El viaje y el motivo del mismo. Por lo tanto, el niño nace. Sin padre, por supuesto, que fallece en él, pero ahí tenemos a Iván, personaje que nos va a hacer reflexionar con el paso de las páginas, cuando vaya descubriendo aquello que su madre le oculta y que no quiere, bajo ningún concepto, que sepa.

Portada de la novela Fin de temporada de Ignacio Martínez de Pisón
Portada de la novela

Ignacio Martínez de Pisón vuelve a las librerías con Fin de temporada, novela de ficción tras Filek: El estafador que engañó a Franco, trabajo interesantísimo que se introducía de lleno en el género documental y resultaba igual de fascinante que cuando focaliza la historia en la narrativa convencional.

En Fin de temporada nos dejamos llevar por unos personajes fascinantes, el de Iván, ese hijo sobreprotegido por Rosa, que es un tesoro y que nos hace plantearnos, más allá de nuestra idea sobre el aborto, lo que habría sido de nuestra lectura sin alguien como él. Porque se hace querer y lo habríamos echado de menos sin saber que lo hacíamos. Eso es algo que no podría ser porque el germen de la novela está en que él exista, pero en el desarrollo de la misma se da la circunstancia de que uno no deje esa posibilidad a un lado.

Rosa y Mabel son otros dos personajes estupendos: amigas, socias del camping en el que ambas instalan su futuro por casualidad, complementarios, necesarios, que le dan a la novela la dimensión que tiene. O el de Celine, novia de Iván, que poco a poco se va ganándose la confianza de Rosa. Y la nuestra. Aunque en realidad se la gana desde el principio, aunque Rosa, sobreprotección por delante, no estaría muy de acuerdo.

Otra de las virtudes de Pisón, presente en Fin de temporada, es su preciosa manera de describir las cosas. Es como si las acariciara con las palabras. Su prosa es dulce, es distinta, es dolorosa pero tiene una armonía insuperable, algo que hace de Pisón un escritor único.

También le caracterizan sus elipsis temporales, que son memorables. Ya las admiramos en obras como El día de mañana, que fue adaptada a la pequeña pantalla en forma de una fabulosa serie de televisión para Movistar, y que aquí aparecen de nuevo con la precisión con la que un maestro trabaja su creación más acertada.

Cuando el relato nos sitúa en uno de sus saltos temporales, y lo hace de manera evidente pero sin que te pierdas nunca, sin soltarte jamás, resulta más apabullante aún porque sabemos que Pisón siempre domina su escenario y a unos personajes cuyas emociones nos sobrecogen.

Y a veces también nos asustan, todo hay que decirlo. Sus vivencias no son sencillas, aunque su modo de vida lo sea por la elección propia de la falta de opciones. Falta ésta a la que la vida los ha abocado, el ir de allá para acá hasta encontrar el lugar más apropiado en el sitio menos oportuno. Pero incluso ahí las complicaciones no se alejan de los personajes. Porque no son ellos sino la vida la que es difícil, otra lección que aprendemos de la gran literatura que nos aguarda en Fin de temporada.

Ignacio Martínez de Pisón nos regala con ella otra gran novela. Una que se lee con ansia, que se degusta, como si de un plato exquisito se tratara. Porque Fin de temporada es un plato exquisito, un canto a la libertad en un momento en que España se abría a ella.

No siempre, por mucho nombre que tenga el autor, se lee con admiración una novela. A veces, incluso, uno no encuentra justificada la fama de quien la firma. No es el caso de Martínez de Pisón. Él, por el contrario, debería ver aumentada la suya.

Silvia García Jerez

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