Festival de Sitges 2018: Suspiria, de Luca Guadagnino
Las películas de culto en el género del terror deberían ser intocables. No veo el caso de que se tengan que hacer versiones “modernizadas” o “monetizadas” de aquellas grandes cintas que, aún con el paso del tiempo, hacen que se nos erice la piel.
Hemos sido testigos de algunos destrozos fílmicos de este tipo, como Carrie (2013), de Kimberly Peirce, que hizo añicos la soberbia versión que Brian de Palma había logrado, en 1977, de la novela de Stephen King. Insisto, para esto, mejor nos quedamos con el filme original.
Suspiria, del director italiano Luca Guadagnino, trata de rendir un homenaje a la obra de uno de los maestros del terror de todos los tiempos, Darío Argento, y digamos que logra hacerlo a medias.
Susie Banion, una chica estadounidense, es aceptada en una prestigiosa academia de baile en Berlín y ocupa el lugar de la protagonista anterior en la coreografía que se está preparando, porque la bailarina que tenía ese lugar, desapareció de forma repentina. Pronto será testigo de las atrocidades que se cometen en el centro por parte del extraño personal que lo dirige.
Es estilo preciosista de Guadagnino puede vislumbrarse en los espectaculares número coreográficos montados por el grupo de baile, a la par de secuencias de asesinatos también coreografiados. Resultan realmente impactantes, por la gran cantidad de tomas, la habilidad de las bailarinas, todo esto aderezado por la extraordinaria banda sonora de Thom Yorke.
El problema comienza cuando el director de Call me by your name (2017), pone su pausado toque narrativo en función una historia que se antojaba más delirante y eso descompensa, de cierta forma, el desarrollo de la trama, porque no consigue que las secuencia del supuesto misterio estén a la altura de las de la danza. Es justo en esos momento cuando la película se ralentiza, es decir, se hace mucho más lenta y tiene el efecto contrario respecto al suspense que quiere crear.
Es probable que el cineasta italiano hubiera logrado con creces su cometido de aterrarnos si hubiese quitado unos treinta minutos de los 152 totales que dura la cinta. Además, pudo haber prescindido de personajes que, al final, no aportan demasiado al desarrollo de la trama, tal es el caso del psiquiatra.
Recomiendo que echéis un vistazo a la película porque, si bien, no puede compararse por ningún motivo con la obra de Argento, si tiene grandes momentos que vale la pena disfrutar en pantalla grande.
Seguimos reportando desde Sitges.
Por: Karina Tiznado