EL REY RECIBE. Banalidad y trascendencia de una vida
El rey recibe, de Eduardo Mendoza (Seix Barral)
Incertidumbre. Es lo primero que me provoca este libro. Y querer saber más; sobre algo o sobre todo. Y ver más Barcelona en sus palabras. Y sentir más Nueva York con sus historias. Pero nada sucede por casualidad en El rey recibe, Mendoza sabe muy bien cómo conducirnos hacia esas sensaciones. Y esto no es más que el principio. Así se abre una trilogía –puede que tetralogía- llamada Las tres leyes del movimiento.
Rufo Batalla es un periodista y potencial escritor afincado en Barcelona. Nuestro protagonista nos llevará de la mano por sus andanzas desde los años 60 hasta la muerte de Carrero Blanco en 1973. Durante ese período, disfrutaremos de sus fortuitos encuentros con el príncipe Tukuulo y Queen Isabella, a los que conoce al inicio de su carrera y a los que estará ligado, al menos, durante El rey recibe. Repasaremos momentos históricos que han quedado grabados en la conciencia de los españoles como el franquismo o el tan popularizado “Spain is different”. Buscando un cambio en su vida, Rufo deja todo atrás –o lo intenta- al emigrar a Nueva York. Vive de cerca escándalos como el Watergate de Nixon y se mueve en ambientes en los que premian la liberación sexual, el feminismo, la igualdad racial y el movimiento gay.
Todo esto lo cuenta no como acontecimientos que marcarán un cambio, sino que narra en primera persona cómo los sufre él y cómo afectan a su entorno. No profundiza en ellos ya que no es consciente del auténtico cambio que supondrá vivir esos momentos. De hecho, en ocasiones, tan poca importancia les da que hasta obvia finales que ansiamos saber. Tampoco tiene claro qué quiere, a dónde quiere llegar, lo que nos lleva a un estado de incertidumbre constante. Solo lo seguimos. Seguimos sus pasos allá por donde va, sin rumbo establecido. Rufo es un integrante más de esta sociedad en la que cada uno puede escribir su propio devenir. Y él lo hace a su modo.
Mendoza ha plasmado las vivencias más importantes que considera que ha vivido y que en El rey recibe pasan a manos de Rufo. Durante la lectura de la obra, las páginas pasan ágilmente gracias a la gran prosa de este autor tantas veces premiada. Sin duda, llama la atención la carga irónica de sus palabras, la utilización de arcaísmos junto a términos coloquiales y la crítica social que se vislumbra entre anécdota y anécdota.
Ganas de la siguiente entrega, de acompañar a Rufo en su incierto camino y de disfrutar a un Eduardo Mendoza tan lúcido como siempre.
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Alba González