EL IRLANDÉS. Netflix es el nuevo capo del Cine y Scorsese, su padrino

Netflix ha propiciado el verdadero estreno de El irlandés a través de su emisión en streaming. 

Pasada ya una semana desde su lanzamiento, la plataforma ha aumentado sus abonados y beneficios considerablemente, convirtiéndose en el nuevo capo del Cine y a Scorsese en su padrino. Mientras Paramount aún debe estar haciendo números por haber rechazado las exigencias monetarias del director, con la que probablemente sea su última obra maestra sobre gánsteres. 

Será en los próximos premios Óscar, donde la industria transformará aquello de tanta taquilla tienes, tantos premisos vales, en una edición que se intuye competitiva como hacía tiempo y con unas películas que ya suenan a grandes candidatas por méritos propios. 

Porque si El irlandés aspiraría a varias categorías y parece la favorita a ganar como mejor cinta, ahí está también Érase una vez… en Hollywood –producida y estrenada al uso, por los canales clásicos-, la galardonada Joker -esa victoria de la locura con el triunfo de rebelión social- y nuestra aclamada Dolor y gloria –recientemente elegida como película del año por la revista Time y nominada a la mayoría de los premios Feroz y Goya-. 

No va a ser nada fácil elegir entre la auto-ficción de Almodovar, los hippies de Tarantino a la sombra del pasado de Polanski, el payaso escapado de los cómics de superhéroes con paralelismos hasta en la Latinoamérica actual, o esa mafia de Scorsese basada en hechos reales. No olvidemos, además, que la dorada estatuilla tiende a jugar con el talento y la política según se antoje el signo de los tiempos. Y en estos que andamos, los filmes elegidos -oscuros y redentores- coinciden narrando el final de una época y el consiguiente cierre de cuentas con la vida; ya sea hablando del mismo cine, de la propia industria, de la historia de América o de algunas de sus leyendas made in USA… Y eso a Hollywood, le fascina. 

Con Roma de Cuarón, Netflix inauguró ese combinado de distribución y comercialización de grandes películas con el estreno en salas de cine y a través de otras pantallas, obteniendo como resultado múltiples premios y hasta el Óscar a la mejor película, incluido. 

Veremos si este año es de la confirmación y la revolución tecnológica recibe galardón, con la plataforma en cuestión, cambiando definitivamente las maneras de hacer cine -pues si no te adaptas a los tiempos, terminas siendo víctima de ellos-. El irlandés aúna condiciones y cualidades, además del prestigio y genio de un Scorsese que parece despedirse del negocio y la familia, a lo grande y fiel a su estilo. 

¿Qué más se puede decir de la última de Scorsese a estas alturas de la película? 

Cierto es que a Coppola le pertenece el título de padrino por su trilogía de Los Corleone, pero hay algo en Scorsese que le vincula a los gánsteres por encima del resto de su filmografía. Quizás sea por esa mitificación del crimen organizado -heredado de Erase una vez en América– y la utilización de una violencia poética y catártica, que ha pasado como seña de identidad del director, tanto como sus orígenes católicos e italianos que arrastran culpa y perdón en todas sus películas. 

Demostrando igualmente su amor confeso por Nueva York, tan bien reflejado en un musical con canción y título dedicado a su querida urbe, como a través de la fundación de la ciudad con el retrato social pandillero de Gangs of New York, de los suburbios de Malas Calles, o de la burguesía en La edad de la inocencia. 

Scorsese y De Niro en Taxi Driver

Abarcando distintas épocas y géneros hasta el documental -donde da rienda suelta a otras de sus pasiones, la buena música y el análisis de la Historia del Cine-, Scorsese no ha dejado nunca de experimentar, adelantándose a su tiempo con sus historias y maneras (como en El rey de la comedia, su sátira ochentera sobre comediantes y fama, que comparte mucho con el reciente Joker), poniendo en práctica unos recursos visuales de su invención que son realmente marca de la casa; esos magistrales planos secuencia que siempre se esperan, o ese dominio del ritmo en la imagen y el relato a favor de la emoción. Quedando en su haber -y en nuestra memoria- secuencias imborrables y creaciones impagables, tales como la utilización del blanco y negro en Toro salvaje desde los créditos iniciales a cámara lenta, la ralentización cuando el enamoramiento entra en el plano, los trans-zoom en Uno de los nuestros, el operístico final de Taxi Driver, el frenesí de El lobo de Wall Street y hasta la arriesgada provocación de La última tentación de Cristo, o la conseguida contemplación de Silencio –repitiendo también esas constantes personales de fe y religión-. 

Scorsese y De Niro en Toro salvaje

No obstante, a pesar de haber firmado peliculones desde los años ’70, Scorsese ha ganado su único Óscar al mejor director por Infiltrados, otra cinta de mafiosos del 2006. 

Cinéfilo empedernido y estudioso del Séptimo Arte, cabe recordar que además es guionista, productor y fundador de la World Cinema Foundation, dedicándose a la preservación de todo tipo de películas.  

En su último largometraje, Scorsese retorna a su cine más conocido, ese que ya nos mostró en Malas calles, Casino Uno de los nuestros, esa otra obra maestra en la que El irlandés se encuentra más cercana, recuperando a un narrador contándonos los entresijos del crimen organizado, que en Scorsese siempre fascina y tiene su humor. 

En un gran flashback con dos simbólicas partes -marcadas por la entrada y salida de la cárcel-, El irlandés (The Irishman) desarrolla esas relaciones entre gánsteres y sus conexiones con el poder, pero con un halo de verdad como nunca antes, pues la película se basa en el libro “He oído que pintas casas” de Charles Brandt. Una recopilación de entrevistas con las confesiones de los asesinatos del irlandés Frank Sheeran; un camionero que llegó a ser sicario de la Mafia por su complicidad con la familia Bufalino -capos de Filadelfia y Detroit durante más de 20 años-, y por su amistad con el desaparecido líder sindicalista Jimmy Hoffa -de quien se declaró autor de su muerte-. 

Scorsese dirigiendo a Pesci y De Niro en The Irishman. Tavernise.© Netlfix

A lo largo de más de tres horas y con un tempo más intimista que de costumbre, Scorsese repasa toda una vida dedicada a “pintar casas” (eufemismo que describía cómo quedaban las paredes, pintadas de sangre, al disparar a alguien), desde una residencia de ancianos y a los ochenta años del asesino a sueldo. Y aunque hay violencia, obviamente, en El irlandés todo es más seco -como un buen whiskey o scotch-, atravesando un mayor en silencio aún entre las confidencias, chismes y secretos que son recordados durante cuatro décadas. 

Comenzando con un emocionante plano secuencia y hasta el gran desenlace, dejando una puerta entreabierta, El irlandés es una honda reflexión sobre el dolor, el remordimiento y la redención, volcado en un testamento vital -y fílmico- que desprende una cuidada despedida a la familia, las amistades y la profesión, tanto del narrador como del propio director. Y rememorando en un continuo disfrute de interpretaciones, Scorsese (se) regala pequeños homenajes a los clásicos (Ford, Leone y el mismo Coppola) que engrandecen el relato, junto a auto-referencias de sus trabajos como productor (con guiños a Boardwalk Empire) y algunas genialidades cinéfilas, como la participación de algunos secundarios de Los Soprano y ese vals sonando que es de El padrino-. 

Destaca Anna Paquin entre las pocas mujeres del filme, encarnando a la callada y temerosa hija de El irlandés, en una brevísima pero imborrable intervención. Y también encontramos alguna otra colaboración estelar, como la del casi olvidado pero grandioso, Harvey Keitel, quien ha acompañado a Scorsese en muchas de sus cintas. 

Sobre el costoso rejuvenecimiento facial del trío protagonista, ya habrán leído y oído. Pero esa postproducción digital que es el quid de la cuestión por lo que Netflix ha desembolsado 150 millones de euros, se les quedará en mera anécdota, pues lo que hay detrás de esos retoques -a lo Benjamín Button- son unas actuaciones de Óscar con un triunvirato como de otra época. 

Pacino y De Niro

Sin embargo, lo que parece irreal es que quien ha sido vástago de Don Corleone y uno de los grandes de Hollywood, se estrene con Scorsese en esta de mafiosos. Pero ahí está Al Pacino en la piel de Jimmy Hoffa, algo excesivo pero soberbio como hacia tiempo, mientras Robert De Niro, el actor fetiche de Scorsese y quien le recomendó la novela de la surge el filme, está inmenso como el irlandés –como en su mejores papeles, aquellos que le proporcionó su amigo Marty, convirtiéndole para siempre en el boxeadoLa Motta y en ese taxista ex-soldado, que inmortalizó una simple pregunta frente a un espejo para la Historia del Cine-. 

Pesci y De Niro en El irlandés

Y cerrando el triángulo, Joe Pesci -también del clan Scorsese, dentro y fuera de las pantallas-, desplegando a un tranquilo jefe Bufalino, tan inconmensurable y conmovedor que merece mil adjetivos (pero claro, cuando una recuerda sus personajes en Toro salvajeUno de los nuestros y hasta en El ojo público, fuera de la filmografía del colega-director, entiende y agradece que en su vuelta al cine, no baje ni un ápice el nivelón). 

El irlandés se ha estrenado en algunos cines que han aceptado las condiciones de Netflix, pero la plataforma está teniendo problemas para que se proyecten algunas de sus películas en las salas convencionales por un tiempo limitado, antes de que estén disponibles en streaming.

Netflix enfrenta un desafío al modelo de negocio tradicional y ciertos capos de la Industria cinematográfica advierten de la oportunidad perdida por The Irishman, para posicionarse estratégicamente. Pero la plataforma parece que ha contraatacado con los datos tras el lanzamiento online, llegando a los 13 millones de visualizaciones. Mientras en esa misma semana, El Círculo de Críticos de Cine de Nueva York la elegía como la mejor película del añy Joe Pesci recibía el premio al mejor actor de reparto. 

Cierto es que no se incluyen a los espectadores fuera de los EEUU, donde reside la mayoría de visitantes de Netflix, ni se ha añadido lo obtenido en su retransmisión en España, ya que la plataforma no publica más datos. No obstante, es el mayor éxito entre sus programas y películas hasta la fecha. 

Además la plataforma ha logrado la reapertura de El Paris Theatre, un cine neoyorquino que se hizo popular al proyectar filmes en lengua extranjera, donde Scorsese pasaba mucho tiempo de joven. Una sala que fue inaugurada en los años cuarenta por Marlene Dietrich y llevaba tiempo cerrada, apuntando al derribo. Ahora con su salvación, Netflix toca la fibra sensible y se asegura el lanzamiento de sus filmes con total libertad y en pantalla grande, pudiendo optar con sus contenidos a cualquier premio, incluidos Óscar, al cumplir con el requisito del estreno en salas.Para la re-inauguración Netflix ha elegido la estupenda Historia de un matrimonio de Noah Baumbach, que por supuesto, pertenece a su catálogo y fue estrenada de igual manera que Roma El irlandés

Sea en sala de cine o en pantalla personal, no dejen de ver lo último de Scorsese (móviles, abstenerse, por consejo del mismo director).  

Y no tengan temor alguno, porque aún con tanta expectativa creada, con El irlandés no hay decepción posible. Pocas veces hay tal unanimidad ante una película, una obra maestra que sigue acaparando titulares, pasados diez días de su estreno.

Pero Scorsese es Don Scorsese. Es lo que hay. Y a él le pertenece ser de esos pocos que han hecho grande al Cine, consiguiendo que deseemos verlo casi en cualquier formato. 

Mariló C. Calvo 

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