EL HOYO 2: Regreso a la lucha por la supervivencia

Vuelve el universo de El hoyo. El hoyo 2 ya está aquí para inquietarnos de nuevo.

Zorion Eguileor e Iván Massagué en el centro y derecha de la imagen, 
 respectivamente, en la primera entrega.
Zorion Eguileor e Iván Massagué en el centro y derecha de la imagen,
respectivamente, en la primera entrega.

Pongámonos en situación: el 8 de noviembre de 2019 llegaba a los cines El hoyo, una película de ciencia ficción con fondo muy social escrita y dirigida por el debutante Galder Gaztelu-Urrutia. Una ópera prima que partía de una premisa espectacular al situar a sus dos protagonistas, Goreng (Iván Massagué) y Trimagasi (Zorion Eguileor) en el piso que les había tocado compartir ese mes -el primero para Goreng-. Éste estaba situado en una estructura dirigida siempre hacia abajo, no hacia arriba como es costumbre, por eso su apariencia de hoyo, con más de doscientos pisos en los que sólo había un camastro para da uno, en sus correspondientes extremos, un lavabo y un agujero central por el que bajaba una plataforma una vez al día y se paraba unos minutos en cada piso. La plataforma rebosaba comida en los primeros pero llegaba vacío antes del 40 ó 50. Los pisos situados por debajo del 100, por lo general, ya no recibían alimento. Los habitantes de los más bajos habrían de esperar al siguiente mes para comprobar si les tocaba estar en uno de los primeros…

El hoyo suponía toda una declaración de intenciones en la reivindicación de una sociedad más justa envuelta en una ingeniosa película de ciencia ficción que desde que se presentó en Toronto de ese año, el 6 de septiembre, y posteriormente en Sitges dos días antes de su estreno comercial en salas, venía con un aura de genialidad que fue aplaudida en la rueda de prensa en Madrid, en la que Zorion Eguileor, el actor que contestaba a todas las preguntas con un ‘Obvio’ que se ha marcado a fuego en la historia del cine, fue aplaudido y felicitado. Menuda revelación supuso su trabajo.

Pero El hoyo, película que aún así era pequeña, y de compleja distribución, no tuvo demasiado éxito en salas. Pasó más desapercibida de lo que se merecía. Cierto era que su tramo final resultaba algo confuso pero su premisa y la presencia de sus dos intérpretes principales suplían toda carencia que la cinta pudiera tener. Aún así, fue aclamada y hoy es una película de culto. Pero ese estatus lo conseguiría más adelante: a partir de marzo de 2020, cuando debido al confinamiento producido por la pandemia del covid-19, El hoyo se convertiría en un fenómeno social. Y a nivel mundial. La red social Twitter, cuando aún se llamaba así, se convirtió en el muro en el que los espectadores que descubrieron la película por aquel entonces expresaban su admiración hacia ella. Y la hicieron viral. Nadie se la perdía. Todo el que tenía Netflix, que era donde podía encontrarse, le dedicaba el rato que duraba para ser uno más de tantos que vertieran su opinión sobre ella. Y Netflix no perdió la oportunidad de producir una segunda parte que, ahora sí, no es que esté en el catálogo de la plataforma, es que la produce y le pertenece.

Milena Smit y Hovik Keuchkerian en el cartel del film El Hoyo 2
Milena Smit y Hovik Keuchkerian en el cartel del film

El hoyo 2 no llega, por lo tanto, a las salas de cine, como sí hizo la primera, únicamente a Netflix, y lo hace el día 4 de octubre. En esta ocasión vamos a conocer a dos nuevos personajes, Perempuan (Milena Smit) y Zamiantin (Hovik Keuchkerian). Los nombres siguen siendo asombrosos, pertenecientes, por completo a un universo fantástico que no es el nuestro, aunque lo que en él ocurre sea muy reconocible para nosotros. Aquí vamos a asistir a nuevas normas, nuevas imposiciones, a actos extremos cometidos por quienes quieren hacer cumplir las leyes castigando con dureza a los que se las saltan. Todo ello en un guión enrevesado, escrito por el mismo responsable de la primera parte junto a David Desola y Egoitz Moreno, debido al cual te pierdes en varios momentos de la cinta, y cuyos diálogos no siempre se entienden demasiado bien. Pero Netflix dispone de subtítulos para el espectador que los necesite, incluso para películas españolas, no sólo para aquellos que no distingan palabras mal vocalizadas, también para los suscriptores sordos, esos que han de mantenerse alejados del cine español e hispano en las salas de cine, ya que nunca están disponibles para ellos.

Entre lo poco que se entiende por la escasa vocalización de las actrices, o debido al sonido defectuoso de la copia, a ambas incluso, y lo poco que se comprende por un guión caótico, El hoyo 2 se convierte en una película extraña, incómoda. Lejana queda la sensación de asombro que producía la primera. Sí, el universo que propone nos gusta, por eso queríamos más, por eso vemos su continuación, pero queríamos que fuera una película mejor. Sus ideas son espléndidas, y eso que no cabe mucha renovación en un espacio tan pequeño, pero la consigue. Aún así, todo el planeamiento resulta demasiado forzado, a pesar de la participación de un esforzadísimo, y espléndido, Óscar Janenada, lo mejor de una película en la que sus intérpretes o pecan de sobreactuación -Hovik Keuchkerian- o acaban resultando insulsas, caso de Milena Smit y Natalia Tena, que también cuenta con una pequeña participación.

Es una lástima que una película como El hoyo 2, con tantas posibilidades como ofrece su argumento, y tanta excelencia en su nivel de producción -dirección artística, con esa plataforma llena o vacía, ese vestuario o ese maquillaje, de caracterización y de efectos especiales- se quede en un producto tan loco y tan desconcertante, en el que no acaba de funcionar nada y de cuyo visionado salimos, por completo, decepcionados.

Muchas incógnitas, unas planteadas, otras que quedan dando vueltas en la cabeza del espectador, que nos dejan con ganas de más y aunque El hoyo 2 no acabe de funcionar, queremos asomarnos de nuevo a una tercera entrega. Porque a pesar de sus errores, Galder Gaztelu-Urrutia ha creado algo único y queremos seguir siendo testigos de lo que allí sucede. Y seguir disfrutando de este fabuloso universo.

Silvia García Jerez

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