EL ETERNAUTA: Sobrevivir bajo la nieve

Tras Adolescencia, Netflix ya tiene una nueva mini serie evento en su catálogo. Se trata de El eternauta, la adaptación del famosísimo cómic creado por Héctor Germán Oesterheld junto a Francisco Solano-López, un título que fue publicado en 1957 en Buenos Aires y cuyo guionista fue asesinado por la dictadura argentina en 1978.

El eternauta es un evento por distintas razones. Primero, porque por fin pudo llevarse a la pantalla. A la pequeña, a formato serie de televisión. El cómic lo pide, por su envergadura y la cantidad de acontecimientos que tienen lugar en la historia. Segundo, porque ya lo intentó Álex de la Iglesia hace muchos años, con Ricardo Darín como protagonista, al tratarse de un cómic argentino, pero el proyecto no se concretó. Tercero, porque la industria del audiovisual de dicho país no está en su mejor momento, desde hace años, y al entrar Netflix en la producción pudo ser posible. Y cuarto, porque que el género de ciencia ficción llegue a una serie argentina, algo nada usual, de hecho incluso inédito, debería suponer una alegría para todos, para la industria y para los espectadores.

Dicho esto, tenemos que advertir que no hemos leído el cómic. Pero muchos usuarios de la plataforma Netflix seguro que tampoco lo han leído, por lo que esta crítica está basada únicamente en los 6 capítulos que conforman la mini serie. Su primera temporada, ya que Ricardo Darín, el protagonista, tal y como quería Álex de la Iglesia que fuera para él, ha afirmado que están pendientes de rodar la segunda, ya que ésta primera, la única que ahora mismo tenemos, acaba a mitad del cómic en el que se basa. Y todos quieren contarlo entero.

Lo que hasta el capítulo 6 sabemos, es su premisa y parte de su desarrollo. Nos sitúa en una noche de verano en Buenos Aires en la que tras un apagón llega una luz que provoca una nevada suave pero letal. Los copos, tóxicos, al contacto con la piel humana mata a quien le toque. Si quieres sobrevivir bajo la nieve tienes que ponerte un traje que te cubra por completo. Y en estos episodios de El eternauta conocemos a Juan Slavo (Ricardo Darín), un tipo normal y corriente que se encuentra reunido con sus amigos jugando al Truco, un juego de cartas muy popular en Argentina. Allí los pilla la nevada y Juan se obsesionará con encontrar a su hija, por lo que emprende la búsqueda junto a su mujer y a sus compañeros de fatigas para intentar dar con ella, dando lugar, en ese periplo, a que podamos ser testigos, a través de su personaje, de los peligros a los que se enfrentan, tanto ellos como aquellos que se les van uniendo por el camino.

Su comienzo es algo errático. El capítulo piloto se hace pesado, agotador, y el segundo también cansa. Es monótono. Sí, estamos ante una amenaza desconocida y los personajes no tienen mucho margen de maniobra hasta que no se conciencian de que es necesario moverse. Pero es que ninguno de los dos capítulos tiene un sólo ápice de tensión y lo que está pasando tiene la suficiente gravedad como para que estemos removidos en nuestras sillas. Todo en el exterior parece forzado, demasiado colocado, preparado para ofrecer una estampa puramente postapocalíptica, y algunas situaciones, como la del tren, se antojan irreales: eso no pasaría así de ocurrir de verdad. Que Juan Salvo no se sienta amenazado en ningún momento no se siente real dentro de la ficción.

Juan Salvo (Ricardo Darín) en su periplo para enconrar a su hija
Juan Salvo (Ricardo Darín) en su periplo para enconrar a su hija

Eso sí, luego comprobamos que El eternauta va de menos a más porque a partir de tercer episodio la narración va tomando consistencia, una solidez que se va reafirmando en los restantes. Y la acaba muy arriba, dejando al espectador con ganas de que llegue el desenlace en los que todavía no se rodaron.

Cada capítulo de El eternauta es una prueba más de que Netflix es capaz de producirle a cualquier país una serie de máximo nivel creativo. Ha ocurrido en todos en los que ha puesto su marca, desde El juego del calamar en Corea del Sur a esta misma en Argentina. Si Netflix está detrás, la factura visual va a ser incontestable. Desde los pequeños prólogos de El eternauta, desvelando algo que nos aclara de la situación de los personajes o presentándonos nuevos aspectos de los mismos, cada episodio cuenta con una producción digna de la gran pantalla. La ciencia ficción se despliega ante nuestros ojos con los elementos que la hacen evidente y se integran en el drama del cambio de realidad que ha supuesto para los protagonistas la caída de esa nieve tóxica, y nada, en ninguno de los 6 capítulos que conforman la mini serie tiene que envidiarle a cualquier título, que tanto nos guste.

Aunque, eso sí, tenemos asumido que si en él aparece Ricardo Darín éste será bueno. O extraordinario. A Ricardo se le quiere, se le admira y se le respeta. Mucho. Se lo ha ganado y el público le corresponde. No todos sus trabajos son igual de fabulosos, no siempre se puede acertar, pero hay que reconocer que su talento no se queda en ser un actor excelente, se extiende a la hora de saber elegir proyectos. Y en su carisma. Lo ha tenido siempre y lo ha mantenido con contundencia. Tiene una presencia y una facilidad para darle credibilidad a sus personajes que cuando aparece en la pantalla cuesta tener ojos para otros intérpretes. Y eso que en El eternauta son todos estupendos. Pero es lo que tiene ser una leyenda viva, que convence sin más y allá donde esté, sea el proyecto que sea, seguro que va a triunfar. Porque, repito, Ricardo Darín se ha ganado ese prestigio, pertenecer a esa liga, la de actores intocables, la de monstruos consolidados. Dicho, ésto último, con todo el cariño que se lleva décadas ganando.

El eternauta es una mini serie muy recomendable. No es perfecta pero es magnífica. Deja un poso de obra magna porque sus logros previos, como cómic de referencia, sus temas y su país de procedencia le otorgan un aura de grandeza que en buena parte sí merece. Pero tiene sus atibajos, sus momentos de no saber muy bien dónde ubicarte, irregularidades que no dejan que la serie se sitúe como la mejor del año. Pero tiene un sello de identidad tan definido que parece que por haber logrado llegar a ser adaptada, y por haberlo hecho con esa factura tan espléndida, tenga ya méritos para darle la excelencia. Aunque no la tenga no deja de ser recomendable. No deja de ser una serie que deba verse y pueda disfrutarse. No deja de ser uno de los títulos más brillantes de la plataforma en la que se encuentra.

Silvia García Jerez

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