EL ESPÍA INGLÉS: El vendedor intermediario
El espía inglés no es un espía sino un hombre de negocios, un vendedor alejado del mundo del espionaje y la política, un tipo con buena presencia, don de gentes y capaz de hacer creer que es quien no es. Por eso fue reclutado por los servicios secretos británicos y estadounidenses para una misión de la que no tenía conocimiento exacto, de cara a su mayor seguridad.
Greville Wynne (Benedict Cumberbatch) es el hombre ideal para establecer contacto con Oleg Penkovsky (Merab Minidze) en las reuniones que sostiene con la Unión Soviética en plena Guerra Fría. En realidad, Oleg es un desertor que busca pasar información esencial a Occidente, gracias a la cual, y por mediación de Greville, Kennedy pudo obtener ventaja en la crisis de los misiles de Cuba.
Una historia real apasionante contada de la mejor forma posible, cine adulto con una potencia y un vigor dignos de las mejores películas de espías de los años 70.
Comienza de la manera más inocente, cuando la agente de la CIA Emily Donovan (Rachel Brosnahan), junto con su compañero Dickie Franks (Angus Wright), del MI6, le proponen a Greville una misión sin problemas y sin fisuras. Aparentemente. Solo debía mantener reuniones en Moscú y llevar un micro de corbata de la manera más discreta posible. Pero Oleg lo detecta enseguida. Es su hombre. Y se lo lleva a disfrutar de la noche rusa. Todo empieza aquí. Y todo se va a complicar a partir de aquí.
Dominic Cooke, director de esta joya del cine británico, la cuenta con una sabiduría asombrosa, y la tensión va subiendo hasta una segunda parte mucho más oscura en la que la tortura y el no saber si tu gobierno te podrá librar de tu suerte es la incógnita que ocupa tus días.
Benedict Cumberbatch, uno de los actores ingleses con más prestigio del cine contemporáneo, pero cuyas películas fuera del sello Marvel no acaban de funcionarle como corresponde a un actor de su talla, ha conseguido reencauzar su carrera con títulos de la envergadura de 1917, donde tenía un personaje muy pequeñito pero muy importante, El Mauritano, en la que interpretaba a un americano en otra cinta de espías, y la esperadísima The power of the dog, de Jane Campion, que lo sitúa de nuevo en la temporada de premios, tras haber sido nominado al Oscar por The imitation game.
A esos títulos se le suma El espía inglés, situada entre las fabulosas 1917 y El mauritano, es decir, que estaba pendiente de estreno, pero que ya llega a nuestras salas para disfrute de aquellos que realmente quieran ver buen cine.
Entre él y Rachel Brosnahan forman una pareja asombrosa. En el género, porque no tienen el mismo cometido en la historia, de hecho ella funciona como jefa en el entramado, pero cada uno, en su papel, formando el peculiar equipo que forman, está inolvidable. Una apoya, defiende, el otro confía, no le queda más remedio, pero es que Emily, el personaje de Rachel, es alguien que se gana la confianza de quien trata con ella.
Un montaje frenético de una precisión milimétrica -acciones paralelas incluidas-, unido a un guión sin grietas y armado tanto con secuencias brillantes como con datos y diálogos acordes a la grandeza del conjunto hacen de El espía inglés una de las producciones más recomendables del año.
Silvia García Jerez