EL ÚLTIMO DUELO: La espada de la Justicia divina

Mucho, y muy bueno, se ha escrito sobre El último duelo desde que la penúltima película de Ridley Scott –porque la última llega el mes que viene a las pantallas, La Casa Gucci– se presentara con pompa y circunstancia en el festival de Venecia, con el desembarco, nunca mejor dicho por el escenario en el que acontecía, de todo el elenco en la Mostra, destacando sobre la alfombra roja la pareja formada por Ben Affleck y Jennifer Lopez, foco de todas las miradas.

Pero rebajemos las expectativas, porque El último duelo ha sido elevada a unos cielos que no le corresponden. No es una mala película, pero calificarla de obra maestra es acercarla a las que sí lo son y, por lo tanto, sobrevalorar las capacidades y los logros de una narración que no es tan sólida como esa puntuación indica.

El último duelo, basada en la novela de Eric Jager, cuenta la historia de cómo se llega a ese combate que enfrenta al caballero Jean de Carrouges (Matt Damon) con el escudero Jacques Le Gris (Adam Driver) debido a que el primero acusa al segundo de haber violado a su mujer, Marguerite de Carrouges (Jodie Comer) mientras Jean estaba de viaje en París y la madre de éste, además de las criadas, se marchan a hacer recados, dejando a la esposa sola.

El Rey Carlos VI (Alex Lawther) determina que es Dios quien debe decidir quién tiene razón, y por eso morirá en el duelo quien sea culpable, pero en el caso de fallecer Jean de Carrouges, cosa que indicaría que miente, su mujer deberá morir también, quemada en la hoguera.

Así se hacían las cosas en el Edad Media, época en la que se luchaba a caballo, con espadas y con trajes de armaduras y de este modo lo harán los contrincantes de la película, una vez hayamos descubierto las versiones de cada uno hasta el momento que nos congregará en la batalla.

Matt Damon y Adam Driver, los actores que interpretan
a los personajes que se batirán en duelo

En efecto, El último duelo nos relata primero las tres versiones de los implicados, la verdad según cada uno de ellos: Jean de Carrouges, Jacques Le Gris y Marguerite de Carrouges. La película dura dos horas y media y el duelo es muy cortito, por lo que la práctica totalidad de la cinta consistirá en asistir a los puntos de vista de quienes nos cuentan su verdad.

Y lo cierto es que es una verdad tan parecida entre sí que apenas hay diferencias entre ellas. Solo la de Jacques Le Gris aporta datos que no conozcamos respecto a la primera y la tercera versión. Es decir, cuando creemos que vamos a asistir a un nuevo relato, que añade esto y aquello, en realidad se trata de una reiteración de lo ya visto.

No es agotador porque mientras nos vamos dando cuenta de esta circunstancia, seguimos esperando a encontrar la diferencia, y es al acabar cuando nos damos cuenta de que en realidad no la ha habido.

No estamos ante una película aburrida, la narración es fluida y el ritmo no se detiene en ningún momento, pero que nos repitan dos veces lo que ya conocemos tras la primera versión resulta completamente innecesario.

No es esto lo único reprochable que tiene El último duelo. También en el reparto hay lagunas que no funcionan, como la inclusión de Ben Affleck en el papel de Pierre d´Alençon. Es, posiblemente, uno de los peores trabajos de Affleck, un actor que no siempre está atinado, aunque cuando lo está –Perdida, The way back– nos deja asombrados. Aquí tiene momentos de auténtico esperpento, aunque su presencia no sea excesiva.

Affleck es, de nuevo, compañero de Matt Damon en el equipo, tanto delante como detrás de las cámaras. Ya ganaron el Oscar al mejor guión original por El indomable Will Hunting, allá por 1998, cuando se dieron a conocer en la industria y supusieron un fabuloso descubrimiento que los ha llevado a ser dos estrellas de la gran pantalla.

Y recordemos que ser estrellas no necesariamente conlleva ser actores: puedes arrastrar al público a las salas solo gracias a tu nombre en el cartel de la película que estrenas sin que eso signifique que tu interpretación sea digna de elogios, pero en el caso de Ben y Matt ha habido títulos en los que han demostrado merecerlos. No en todos, y El último duelo es uno de esos ejemplos. Matt Damon, en comparación con Ben Affleck, brilla de forma clara, pero aún así la sombra que les hace Adam Driver es tan alargada que a Matt poco resquicio le queda para salir airoso.

Jodie Comer le da vida a la mujer que lucha
para que su verdad prevalezca

Aquellos amigos que con su guión le dieron el Oscar al mejor actor secundario a Robin Williams, se reúnen de nuevo para darle ahora a Ridley Scott otro que trasladar al cine con su habitual sabiduría. Porque por mucho que haya quien reivindique a su desaparecido hermano Tony como un director más interesante e infinitamente mejor que Ridley, el creador de Alien y responsable de Thelma & Louise tiene pocos rivales. Es, sencillamente, uno de los mejores directores de la historia desde que en 1977 iniciara su andadura con Los duelistas, film hermano de este en el que otro duelo, aunque en la Francia de 1801 en lugar de 1386, es el destino del relato.

Pero hasta los mejores comenten fallos. Claro, no tantos como se afirma, que hay quien no considera espléndida Prometheus, quien no aprecia El consejero en su justa medida o quien considera un horror la curiosa e infravalorada Exodus: Dioses y Reyes. En cambio, Un buen año o Todo el dinero del mundo dejaron el listón muy bajo, por ser amable con ellas.

Tras la entretenidísima Marte (The Martian), Scott vuelve a unirse a Matt Damon para enfocar esta historia en defensa del feminismo en la que el personaje de Jodie Comer es el eje principal de una disputa por la verdad y el honor.

El primer caso de Me Too de la historia, afirman, cuando aún ese movimiento estaba muy lejos de ser una realidad y más todavía de tener nombre, pero hemos de saber que las mujeres siempre han sido las perjudicadas de la sociedad, las sometidas al hombre y al sistema que los protege, tanto es así que solo Dios era capaz de darle la razón a ella. Si es que se la daba.

En ese aspecto la película es un acierto. Poner de manifiesto algo así, la incapacidad del hombre para asumir su culpa, es digno de alabanza. Y que lo haga alguien como Ridley Scott, que acepte poner en imágenes esta historia, es para estarle agradecido. Un director de prestigio mostrando al mundo que las mujeres tienen todo el derecho a defender su autoridad sobre su cuerpo. Tómese algo que invitamos nosotras.

Pero El último duelo, como película, no como un caso de estudio, no es más que una obra correcta, realizada con el clasicismo que el relato impone y con la habitual inteligencia de un director que domina su oficio. Nada hay reprochable a ese nivel, la producción es exquisita y sus dos horas y media se ven sin pesadez. Es el resultado, la idea de que no aporta nada al género ni de caballerías ni al de la narración múltiple, la que lleva a la cinta a no ser un ejemplo de cine excelso.

Estamos, eso sí, ante un tipo de películas que echaremos de menos en el futuro. En Estados Unidos ha sido un fracaso de taquilla. No hay superhérores, o no de los que salvan al mundo, no de los que llevan capa, por mucho que lleven espada. Encontramos a una superheroína, sí, pero de sí misma, de un género, el femenino, que solo tiene su palabra como defensa. Y eso no vende. Ni su causa ni el cine que la plasma.

Silvia García Jerez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *