EL CAUTIVO: La emoción de ver emerger el talento
El cautivo, la última película de Alejandro Amenábar llega a los cines de toda España, lo cual es, o debería ser, una gran noticia para aquellos que amamos la filmografía de su director. Amenábar (Santiago de Chile, 1972), un genio que deslumbró al mundo con su primera película, Tesis (1996) y que durante unos años continuó por la senda del thriller en tono fantástico (Abre los ojos, 1997) o directamente por la del terror (Los otros, 2001) y muchos pensaron que toda su carrera se mantendría en ese ámbito. Pero no.
Tras el éxito de la película protagonizada por Nicole Kidman y producida por Tom Cruise, Amenábar se adentró por primera vez en el drama histórico con Ágora (2009), para volver después al thriller en la estupenda pero incomprendida Regresión (2015). A continuación, miraría de nuevo hacia la Historia, en este caso la nuestra: Mientras dure la guerra (2019), un fabuloso acercamiento al comienzo de nuestra contienda civil y a las consecuencias que tuvo ésta para el escritor Miguel de Unamuno, al que interpretó de manera inmejorable Karra Elejalde.
En 2021, Alejandro daría un nuevo volantazo a su carrera y se metería de lleno en algo inusual para él, porque Movistar le produjo la adaptación a formato serie del cómic de Guillermo Corral y Paco Roca El tesoro del Cisne Negro (Astiberri, 2021) a La Fortuna. 6 episodios más o menos irregulares, por lo general acertados, que no estaban del todo a la altura de lo que Amenábar era capaz de lograr.
Ahora, en 2025, Alejandro Amenábar regresa a la gran pantalla con un proyecto descomunal, y, éste sí, al nivel que se espera de un director de su reputación, que es, a pesar de muchos, excelente. El cautivo, título del proyecto largamente acariciado por el cineasta, para el que se estuvo documentando durante años, nos cuenta los años en los que Miguel de Cervantes (Julio Peña) estuvo preso en Argel por los musulmanes que lo capturaron en 1575. En ese año, al joven soldado de la Armada española lo apresan en alta mar los corsarios árabes y lo llevan a Argel como rehén. Allí ponen precio a su libertad y a la espera de que ésta llegue a producirse, Miguel de Cervantes Cortina, su auténtico nombre, no el que usaba posteriormente en sus escritos, verá cómo su ingenio comienza a ser el arma que puede salvarle la vida.
Alejandro Amenábar nunca ha ocultado su absoluta devoción hacia el director Steven Spielberg, siempre ha admitido que ha sido su maestro, por lo que la influencia del responsable de Tiburón en la filmografía del chileno, tanto en el género del terror como en el drama histórico, es bastante evidente. Y en El cautivo lo es para muy bien. Ese Spielberg está presente en los planos de las sombras cual siluetas de Indiana Jones en los suelos y en las piedras, en la grandilocuencia de la producción, en la emoción de las escenas íntimas y en la épica de las más espectaculares.
Amenábar es un director asombroso que ha hecho en El cautivo cine con mayúsculas. Habrá quien reniegue del rigor histórico, puede ser, pero todo lo que cuenta en la cinta es perfectamente factible y no tiene por qué no haber sucedido de esa manera, incluyendo el episodio fugaz y tal vez necesario de la homosexualidad del escritor. Necesario porque en caso de que Cervantes no lo hubiera sido, que Amenábar asegura que no se lo ha inventado, no eran aquellos ni tiempos ni circunstancias como para andarse con remilgos si la vida peligraba. Si había que hacerlo, se hacía. Porque la alternativa podía ser no hacer nada más nunca más.
Detalle sexual aparte, que en realidad nos incumbe poco porque la grandeza de Cervantes no radica en lo que hiciera en la cama, El cautivo nos abre los ojos al respecto de cómo nació en él la vocación literaria. Y es una delicia comprobar cómo Amenábar la transmite con imágenes. Es espectacular. Es tan bonito ir viendo cómo Cervantes va construyendo el universo que lo hizo inmortal… Un puzzle que se va formando ante nuestros ojos que nos provoca auténtico éxtasis, nos deja anonadados por la sencillez con la que vamos juntando las piezas.
Y es que ya desde sus 28 tiernos años, Cervantes era un hombre de letras capaz de encandilar con sus historias a sus compañeros de cautiverio. Incluso a su compañero de escritura, Antonio de Sosa (Miguel Rellán, también narrador de la película), lo tiene entusiasmado. Todos se dan cuenta de lo que vale, de que su fantasía no tiene límites y de que su talento para contar lo que surge de su imaginación es asombroso. De esa manera llama la atención del Bajá de Argel (Alessandro Borghi), que será, como con todos los prisioneros a su cargo, quien decida sobre su futuro en función de la fascinación que sus historias ejerzan sobre él.
Por supuesto, y dado que en 1575, ya lo advierte el narrador con mucho tino, en Argel estaban presentes los musulmanes y los cristianos, ambas religiones se van a ver enfrentadas. Y comparadas. Alejandro Amenábar siempre ha empapado su cine de las polémicas de la época, sin eludir un solo rasgo ni una sola característica de cómo era la vida en la época que retrataba y cómo ésta afectaba a sus habitantes. Todo tiene consecuencias y en El cautivo se muestran en su completa plenitud. Es, por momentos, una película escalofriante en ese sentido. Asistir a la crueldad del Bajá para con sus presos y conocer de primera mano las razones que lo llevan a actuar así, además de ser testigos de cómo se comporta en relación a quienes habitan más allá de sus muros es simplemente estremecedor. La dureza campa por los fotogramas de la película envuelta en una belleza que, precisamente por eso, se hace más dolorosa.
Pero El cautivo no es sólo una película histórica o religiosa, es también, y tal vez por encima de ellas, una película de aventuras. Los relatos de Cervantes nos llevan a un mundo asombroso, aderezado de una banda sonora de esas que ya no se componen. Pareciera una cinta de esas que en los 80 nos regalaba Sidney Pollack. Y sí, es obra del propio Amenábar, músico también, como ya sabemos, y a un nivel superlativo siempre.
Amenábar es un hombre del Renacimiento. Tal vez por eso se le da tan bien el cine histórico. Se admita o no. Guste o no. En España suele conseguir buenas taquillas para sus películas. Su cine se aprecia por estos lares, y la Academia también lo ha premiado en varias ocasiones, no puede quejarse a ese respecto. Y tiene un Oscar por Mar adentro, de cuando la categoría se llamaba aún Mejor Película Extranjera en lugar de Mejor Película Internacional. Hace ya mucho, pero ahí costa. El cautivo, por cierto, acaba de ser recibida con una enorme ovación en el Festival Internacional de Cine de Toronto, donde no competía por premio alguno pero donde ha emocionado con aplausos en pie de la platea entregada.
Y no es para menos. Puede que uno entre a la sala sin mucho ánimo: una película sobre Cervantes no es precisamente lo que pide ahora un público entregado al sello de Marvel, pero en cuanto la película da comienzo, sólo con su prólogo ya nos tiene de su lado. Ya nos puede contar Amenábar lo que quiera. Y el tiempo que sea. ¿Dos horas y cuarto? Se hacen cortas. Porque la historia que nos cuenta es apasionante, su dirección es sublime, sus actores están en estado de gracia y la narrativa, como hemos dicho, acompaña. La real y la inventada, y cómo están hilvanadas ambas, filigrana prodigiosa de montaje de Carolina Martínez Urbina.
No falla nada en El cautivo. Es un trabajo sublime que nos sumerge en la emoción desde el primer momento y nos tiene a su merced para lo que sea menester. Dicho sea así por la época en la que transcurre este, en realidad, homenaje a un gran hombre, a un gran señor, a una leyenda de las letras españolas, universal por derecho propio y fuente de orgullo para todos. Una película que calará hondo y dejará un recuerdo maravilloso como una obra maestra más de otro genio que también escribe de manera portentosa, pero con la cámara.
Silvia García Jerez