EL DÍA QUE VENDRÁ: Secuelas de la Guerra

La II Guerra Mundial fue un conflicto espeluznante, de unas dimensiones estremecedoras que nunca había conocido la humanidad hasta entonces en ninguna otra contienda.
Tanto es así que parece que cada película que se rueda sobre ella tiene un dato más que aportarnos que no supiéramos. Es una Guerra sin fondo en cuanto a horror a descubrir cada vez que nos acercamos a alguna historia situada en esos años. O en los que les siguieron.
Porque una guerra no se acaba cuando los bombardeos cesan, cuando las balas callan y cuando los muertos dejan de contarse como tal por ejecuciones. Los heridos siguen presente, algunos de ellos próximos a fallecer incluso con la paz declarada, las ciudades han de recomponerse, los tratados han de firmarse y las personas deben seguir con sus vidas. Si es que lo consiguen porque las pesadillas, la rutina de antes de la guerra… nada volverá a ser como antes.
El día que vendrá, terrible traducción al español del original The Aftermath, Las Secuelas, cuenta precisamente las que la guerra provoca, a todos los niveles, tanto políticos como personales, además de sociales.
El día que vendrá nos sitúa en el Hamburgo de 1946, cuando Rachael Morgan (Keira Knightley) se reúne con su marido, Lewis (Jason Clarke) para continuar con el matrimonio que la guerra ha interrumpido. Lewis está destinado en Alemania para reconstruir la ciudad, aunque ellos viven en Londres.
Así que la casa a la que van es prestada, pero Lewis decide que sus inquilinos, Stephen Lubert (Stellan Skarsgaard) y su hija, deben recuperarla porque era suya, por lo que las dos familias, o lo que queda de ellas, compartirán el mismo espacio mientras su existencia se vaya normalizando.
Y por lo que queda de ellas quiero decir que las dos han perdido a alguien en la guerra, y ese dolor, que ya les pertenece para siempre, va a marcar la convivencia en la casa. Pero lo que inicialmente es hostilidad pronto se transforma en todo lo contrario y la pasión surge de los momentos menos pensados.

El matrimonio de Rachael y Lewis está dañado
El matrimonio de Rachael y Lewis queda dañado tras la II Guerra Mundial

El día que vendrá es un retrato de un mundo roto, pero también de las heridas de quienes han sobrevivido. Y debería tratarse de una película redonda, porque por desgracia la guerra, y ésta mucho más por el nivel de crueldad que la caracterizó, es espantosamente cinematográfica.
El cine de guerra, o de postguerra, por mucho que a más de uno le irrite este subgénero porque lo asocie a las películas que aquí se han rodado sobre la nuestra, la civil que ahora sabemos que tuvo más que ver con la Mundial de lo que inicialmente parecía, ese cine bélico con efectos traumáticos posteriores, suele ser, tal vez por compensar la tragedia, cinematográficamente asombroso.
Películas como La lista de Schindler, El pianista, La vida de los otros, alemana, sí, pero perfectamente comparable con las americanas citadas, al igual que la polaca Ida y tantos títulos más que nunca han dejado de llegar a nuestras carteleras demuestran que la guerra es una atrocidad que los directores han sabido plasmar en películas sobresalientes para que no se olviden sus efectos.
Pero El día que vendrá no es tan perfecta, aunque gracias a ella aprendamos cosas como quiénes fueron los 88, que igual muchos espectadores saben pero otros lo descubran acercándose a esta película. Y está bien que el cine, además de entretener, sea didáctico.
También resulta interesante, aunque no lo parezca, porque una historia de amor siempre le quita peso dramático a un film histórico, una historia de amor que no consista en buscar al ser querido que desapareció, sino en un enamoramiento entre las ruinas de un lugar que ha sufrido tanto como nosotros, resulta interesante asistir a la atracción de dos seres que inicialmente no tienen nada en común.
La idea es, a priori, menos atrayente que centrarse en el conflicto pero funciona, porque extremos opuestos en escenarios hostiles forman un tándem que cuento menos, cierta curiosidad despiertan.
Y lo cierto es que la candidez y el preciosismo con el que se nos presenta este enamoramiento apasionado es de tan dulce que se agradece en la misma medida en que puede resultar inverosímil.
Pero que en medio de la devastación veamos a dos seres tan atractivos e impecables como los que interpretan Keira Knightley y Alexander Skarsgard es poco menos que un espejismo que al público le va a resultar un regalo.
Los dos viven un romance en un contexto poco idóneo, pero la vida es así, y sus circunstancias les piden unirse como imanes que no ven el momento de que alguien llegue para separarlos. A veces las heridas no tienen otra cura, y un beso y una caricia son las mejores medicinas, solo que a lo mejor no las proporcionan las personas que inicialmente pensamos que lo harían.

Rachael vivirá un inesperado romance
En su nueva casa Rachael vivirá un inesperado romance

El día que vendrá es un film fabricado para gustar. Y probablemente lo consiga. Cuenta con un público potencial que recibirá con alegría una cinta así. Y lo cierto es que no es una mala película, es simplemente fallida.
Tiene los elementos para ser ejemplar, para que su título se cite entre las grandes producciones de las consecuencias de la II Guerra Mundial, pero no juega bien sus cartas y la partida acaba siendo menos trascendente de lo que pretende. Y de lo que debería.
La dirección, que firma James Kent, basándose en el libro de Rhidian Brook, The Aftermath, es por momentos apasionante, sobre todo en los románticos, en los que ese amor a flor de piel traspasa la pantalla y nos llega lleno de la verdad que sienten sus personajes, escena de sexo incluida, de las que parecía que el cine americano se había olvidado por completo. El erotismo vuelve y qué bonito es ser testigo de ello.
Pero la trama dramática que une la política y la situación social en la que Alemania está sumida, entrelazada con los efectos de las mismas que se viven en la casa, como en la escena al piano entre Rachael y la hija de Stephen, se quedan en una superficie que ni a la historia ni a la película le hacen justicia.
Otro director habría conseguido algunas de las mejores secuencias del año en estos momentos, pero Kent no es capaz de escapar del aura insustancial que recorre buena parte del metraje y que nos deja añorando un jefe tras las cámaras con el suficiente potencial para convertir esta gran historia en la película que se merece.

Silvia García Jerez

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