CÓNCLAVE: Eligiendo nuevo Papa

Cónclave, una de las películas más esperadas de este final de año, tanto por los cines, ya que es previsible que se llenarán, como por los espectadores ávidos de buenas películas y de títulos que aún nos faltan por recibir en las carteleras de lo que será la próxima temporada de premios, ya está casi en ellas. En las salas. Será el 20 de diciembre cuando podamos conocer esta historia basada en la novela de Robert Harris.

Cónclave es exactamente lo que promete: una película que gira en torno a la elección del cardenal que será el nuevo Papa de la Iglesia católica tras la muerte del vigente. El proceso desde que se certifica su muerte hasta la fumata blanca del que lo sustituirá. Todo desde un punto de vista de thriller, ya que no es un documental, sino un relato de ficción, y a la votación por la que se nombra al sucesor se le añade el aderezo novelesco de averiguar cuál era el secreto del Papa recién fallecido, uno que va a ir enturbiando cada paso que se dé en este encierro de los cardenales candidatos.

Edward Berger, director de Cónclave, ya se hizo célebre hace un par de años gracias a Sin novedad en el frente, la cinta alemana producida por Netflix con la que ganó el Oscar a la mejor película internacional. Ese y tres más, de entre sus nueve candidaturas, para la fotografía, la dirección artística y la banda sonora, también de Volker Beltelmann, como en la presente, por la que puede conseguir una nominación en 2025.

Sin novedad en frente, digámoslo ya, era una película más redonda que ésta. Allí notábamos la tensión que a ésta le falta, la presión a la que estaban sometidos los soldados en el campo de batalla no se siente igual con esta lucha entre cardenales corruptos con pasados oscuros. Cónclave cuenta con los elementos narrativos para ser brillante pero no con la dirección que se lo permita. Si bien a Sin novedad en el frente le sobraba algo de metraje no era razón suficiente para que no pudiera ser considerada una de las mejores películas de su año. Cónclave, en cambio, a pesar de tratarse de una gran producción, de que se note sobre todo en el vestuario hasta qué punto está cuidado cada detalle de estos rituales, no llega a aquel nivel.

Lawrence (Ralph Fiennes) y Bellini (Stanley Tucci) a punto de iniciar el cónclave
Lawrence (Ralph Fiennes) y Bellini (Stanley Tucci) a punto de iniciar el cónclave

Cónclave es un drama vestido de thriller. Pretende ser un thriller pero en realidad sólo la banda sonora le otorga ese rasgo, es el único elemento que puede considerarse thriller en el film. Los demás se mueven dentro del registro del drama, incluyendo las interpretaciones, y en es en dicho género en el que se resuelve la incógnita que desde el inicio plantea. Una incógnita que en realidad serán dos, una esperada por el conjunto del relato, de la que estamos avisados porque es el problema central a dilucidar, y otra que en absoluto espera nadie que se adentre en la sala en la que la película se proyecte y que dará para más de una conversación una vez concluida la película. Y aún así, aún con sus enigmas desvelados, seguirá siendo una cinta inferior a la anterior de su director.

Porque lo fundamental en un thriller no es llegar a resolver el enigma, que también, y ha de ser consistente, ha de estar a la altura de lo que la épica de la elección demanda, no, no es tanto la revelación como el camino hasta obtenerla, y en ese trayecto Edward Berger nos muestra a un grupo de cardenales, a los que dan vida algunos de los mejores actores británicos -Ralph Fiennes-, estadounidenses -John Lithgow, Stanley Tucci- o italianos -Sergio Castellito- de las últimas décadas, que sometidos al encierro que demanda la elección que los ocupa han de sortear las trampas que irán apareciendo entre votación y votación para irlos dejando sin posibilidades de ser elegidos. Trampas que son datos, que son confidencias, secretos inconfesables… el ‘cluedo’ que corresponde a este relato. Y cada una de esas revelaciones se nos da como un hecho, como algo que toca decir pero no resultan giros de guión apabullantes. Les falta esa fuerza que el género demanda pero que Berger no es capaz de ofrecer.

Por lo tanto, Cónclave es una película más plana de lo deseable. Es monotona, no monótona, porque pasar cosas sí que pasan, pero Edward Berger nos las cuenta siempre con el mismo tono. Lo único que varía es la banda sonora, que le aporta al thriller el alma de la que la narrativa audiovisual carece. Así que el juego continuo entre cardenales ávidos de poder se hace pesado por momentos debido a un tempo por el que parece que poco avancemos en la historia.

Lo más apasionante de Cónclave es asistir al espectáculo que supone ver a Stanley Tucci en la pantalla. Su trabajo es colosal, impresionante. Un papel pequeño que deja huella gracias a su buen hacer y a un talento que siempre ha tenido y del que no hemos disfrutado todo lo que personajes secundarios no permiten. No son más amplios pero están ahí, para admirarlo.

También hay que citar a Isabella Rosellini, actriz mítica por su propia carrera pero sobre todo por ser hija de Ingid Bergman y Roberto Rosellini, nombres que hoy para muchos no significan nada pero que para quienes estén al tanto de la historia del cine clásico son de referencia, y reverencia, absoluta. Isabella es aquí la hermana cocinera, es la Da´Vine Joy Randolph de Los que se quedan, pero sin que conozcamos su historia como sí hacíamos con el personaje de la vigente ganadora del Oscar a la mejor actriz secundaria. Menos de diez minutos de intervención en Cónclave hacen de Isabella una presencia contundente, con un momento especialmente brillante que la hace objeto de toda la atención de los presentes, en la película y en la sala de cine.

Debido a su ampulosa producción, a su reparto lleno de estrellas, al tema tan interesante del que se ocupa y al director tan prometedor que la dirige, Cónclave parece mejor película de lo que realmente es. Sus fallos son superiores, a la hora de sopesar el resultado global, a sus aciertos, que los tiene, pero resultan insuficientes. Lo malo es pretender conseguir una película juguetona con un tema tan serio. Ambas cosas son incompatibles, y se nota. Un término medio habría hecho de Cónclave una película más interesante, pero no es lo que encontramos en la pantalla, que, en última instancia, es lo que tenemos que valorar. Y es una lástima que con tantos buenos elementos no se logre la excelencia, pero es que en el cine obtener la fumata blanca es más complicado de lo que parece. Así que con Cónclave, en cuanto a resultados artísticos se refiere, no podemos decir que ‘Habemus Papam’.

Silvia García Jerez

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