Celebremos en plena batalla

Celebremos, cual los vecinos de Ralph, arropados por los acordes de Kool & The Gang, tras un duro día de trabajo en los recreativos. Y hagámoslo, apoyados en la imaginación, el positivismo obstinado y el vistazo cinematográfico, porque siempre que nos lo propongamos la vida será bella. A voz en cuello y aunque la pared de la celda que compartimos con Clint Eastwood sume una muesca más, hay que resistir para poder disfrutar al fin de un conciliador viaje en coche junto a Victoria, Antonio y Loles. Empeñémonos en celebrar, sin olvidar por ello todas esas lágrimas que nunca se perderán en la lluvia. Lluvia ésta que nos limpiará la mirada y nos enseñará ese difícil arte de vivir bajo ella, cantando hasta la afonía y bailando hasta el agotamiento con el único fin de festejar, junto a Gene Kelly, la llegada del sonido, esperemos que no del trueno.

Afuera truena, y triste de aquel que no sea capaz de verlo, con la resilencia y las ganas de triunfar de Forrest Gump, con los bombones inyectados en amargo licor, al tener toda la producción en ‘pause’. Lo más lógico es pensar que el próximo 2021 Goya, Forqué, David, César y Óscar, además de todos sus otros colegas, habrán de vivir de las rentas emocionales y soñar desde la ausencia televisiva con pasadas noches de gloria, sol u ópera, en las que salvo por los clarinetistas ausentes, un rap para olvidar, las guerras y las guerrillas, el baile de sobres, el poco sentido del espectáculo televisivo, el mucho sentido de lo políticamente correcto, los oportunistas, que no los oportunos, a lo que añadir el exitoso ‘contratiempo’ de Rachel Marron, el vinilo en el que quedó grabado la mítica Celebration nunca dejó de sonar.

Edna Modes, secundaria fundamental de LOS INCREÍBLES

Ya sabéis: The Show Must Go On (¡Gracias, Freddie!) Cuando toque, cuando llegue el momento de celebrar, ya alquilaremos la orquesta a Sebastián, encargaremos el catering a Remy, el vestuario a Edna, pasando por el confetti y los fuegos artificiales, de los que lógicamente habría de hacerse responsable el elenco de Trolls. Las segundas partes llegarán. Crucemos pues los dedos, cual Vivian las piernas, en torno al Sr. Lewis y veremos qué acaba sucediendo. Esperemos tener al menos que celebrar que la claqueta ha vuelto a decir aquello de ¡El Renacer: toma 1, escena primera… acción¡ para enfocar a dos manos brindando con cava, quizá en los alrededores de la cava baja, Puerta Del Sol y Móstoles. Lugares estos que el próximo puente de mayo no vibrarán.

Tercos como la mula Francis, celebremos incluso lo que ya tenemos claro que no se celebrará. Dinamitado por las circunstancias, sustituyendo al Kwai por el Manzanares, prácticamente todo un puente reducido aquí a un tristón visionado de la fallida y acartonada, cual escopeta de feria, Sangre De Mayo. Desasosegante hecho éste que nos hará pensar, mientras olisqueamos los olores de las tontas y las listas cual Yoda de meme, en soleadas indie Vírgenes De Agosto y atemporales zarzueleras Verbenas De La Paloma.

A lo que habría que añadir, ya que el 1 de mayo también pasaba por allí, a cajeras capaces de enfrentar al virus, a la par que hacerse amigas de un Dios llamado Morgan Freeman, desempleados de larga duración que supieron cómo poner toda la carne en el asador, y el tanga al viento, sin ayuda de Ken Loach, mujeres que descubrieron el poder del grupo, ¿verdad, Norma? además de transportistas más arriesgados que Jason Statham, riders que ya quisiera Joseph Gordon-Levitt , cuerpos de seguridad entre los que no se encuentran ni la Bullock, ni la McCarthy, ni ningún cadete de Loca Academia De Policía, cerrando con montón de héroes sanitarios que han dejado científicamente claro, y a los hechos nos vamos a remitir, que para nada son Los Locos Del  Bisturí, sino los buscadores incasables del aceite de Lorenzo.

Celebremos el Sol que despierta a los habitantes de sabana, la luna que permite el hechizo. Celebremos el viento que hincha las velas rumbo a los mares del sur, el fresco verdor que oculta el corazón que unió a Kathleen y Michael. Celebremos vivir unidos, también juntos y revueltos, enmarañados, riendo en familia, aunque ésta esté tronada, o con amigos recordando a las Beautiful Girls.

BEAUTIFUL GIRLS

Celebremos esos recuerdos de vida cercana, doméstica y familiar buscando celebrar desde la emoción contenida en películas filmadas, vídeos caseros no grabados, instantáneas no tomadas, regalos no entregados que, aunque la tormenta de piedras desgarre el vestido de comunión, en el futuro ya figura agendado su regreso. Que sí, que nos lo ha dicho Marty.

Mientras tanto celebremos con más ahínco que el que ponen los protagonistas de En Busca Del Fuego cuando buscan el ídem (que ya es decir), y vivamos, entre danzarines blancos y musicales negros, unas mágicas Bodas Reales, de princesas universitarias, premiados mafiosos, de torrencial belleza cuando arrecia el Monzón, que son cuestión de tiempo o que cuando suman 4 acaban en funeral. De aquellas de las que deseas huir, en las que no lograrás ser la protagonista por mucho que hayas sido la sonrisa de América o en las que acabarás enamorada del gigolo que contrataste para que te acompañara.

Llegarán también, cuando llegue la cosecha del maíz, los bautizos aplazados de interestelares personajes de cómic, de esas criaturas a las que defender de malvadas muñecas, o aquellos otros que pertrechados en inglesinas de época son capaces de esquivar las balas en homenaje a submarinos en blanco y negro.

Blanco y negro, colores que no lo son, pero en los que nadamos hoy, y que acabaremos por transformar en luz con perseverancia y sin dejarnos ganar la partida. Empecinados en cruzar al otro lado del arcoíris en el que, al contrario de lo que piensa Dorothy, no encontraremos el hogar, la casa, sino las avenidas engalanadas para recibir a Aladdin, las íntimas y liberadoras romanas habitaciones del hotel, las playas en las que brindar por El Gran Miércoles, los atardeceres en La Toscana, los otoñales romances o los prados donde brindar con agua y chocolate por el buen festín que nos ofreció Babette, Vatel, o un viejo chef de Taipei.

Mítico momento de CINEMA PARADISO

Comer, beber, amar, celebrar. Pensar en celebrar es también, pues eso: celebrar. Dejarse llevar por esas fiestas de celuloide que siempre estarán a la vuelta de la esquina, que siempre, siempre, llegarán (hasta el Brad Pitt actor ha conseguido su premio de la academia, imaginen, aunque ya le había adelantado en el Oscar el Brad Pitt productor), y que quizá localicemos en esa película que recuerdas ahora que te dejó un amigo con el que quedarás para explorar el espacio exterior, cuando todo pase, desde el bar más cercano. Aunque por el momento, y solo por el momento, todo sea un mimado guion gráfico lleno de besos por dar, igual, desde el patio de butacas del legendario Cinema Paradiso.

Luis Cruz

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