CATS, ¿garra o mano?
Sin garra y a zarpazos llega Cats a los cines. Maullando sin ritmo alguno y arañando un exceso de artificio, esta versión cinematográfica de los gatos más famosos de la escena no alcanza la emoción del musical que fue un fenómeno teatral.
Cats resucitó la escena teatral del West End londinense de los años 80, permaneciendo en cartel durante más de 20 años. Mientras en Broadway salvaba a sus teatros de la crisis económica que atravesaban, una década después, aguantando en las marquesinas 18 años tras su estreno. Y eso que en un principio, la función no convenció a la crítica, siendo el público quien convirtió Cats en uno de los espectáculos más asombrosos del teatro musical.
Llegaron las representaciones por todo el mundo -incluyendo Madrid- y ahora, esta adaptación a la gran pantalla basada igualmente en los poemas de T. S. Eliot, sobre unos gatos compitiendo por la reencarnación en alguna que otra vida.
Carente de diálogos y enlazando coreografías junto a acrobacias a ritmo de jazz, swing y rock, Cats contaba además con una canción, Memory, que sonaba a clásico aún escuchada por primera vez, mientras sus intérpretes mimetizados en un maquillaje pionero y con un increíble trabajo de cuerpo, se convertían en casi auténticos gatos moviéndose entre las butacas de cualquier teatro -quien haya asistido a algún Cats conoce la alucinante sensación de sorprenderse con el roce de la peluda cola, de quien está a punto de salir a escena y marcarse un número de ballet o claqué-.
Sin embargo, estos Cats que saltan a la gran pantalla no caen de pie. Y en el traspaso se pierde la mágica transformación en fascinantes mininos, resultando un delirante desfile de personas disfrazadas entre un atrezo de trampa y cartón, primando los rostros sobre ocios y bigotes, en lo que parece más un muestrario de alteraciones genéticas que los prodigiosos efectos visuales que se supone han utilizado.
En este CATS no vemos gatos antropomorfos, ni a personas con características felinas, además que los ruidos que emiten no son propios de unos u otros. Así que una vez que acaba, se cumple aquello de “te ha comido la lengua el gato”, pues una enmudece ante esos híbridos de animal y humano que han estado danzando y cantando sin ritmo ni emoción.
Hay más realidad en los gestos animados de Pets (Mascotas), que en toda esta cinta, aunque siempre queda la esperanza de que las nuevas generaciones, acostumbradas a los filtros y a lo virtual de las pantallas, se dejen ronronear por este Cats y terminen descubriendo la maravilla teatral que sigue representàndose, pues dudo mucho que la película repita el éxito ocurrido sobre las tablas, aún contando con los amantes de lo peludo y los creyentes en lo kitsch.
Parece mentira que sea el mismo creador de la original, Andrew Lloyd Webber -ese compositor detrás de éxitos como Evita, Jesucristo Superstar y El fantasma de la Ópera-, quien haya matado la curiosidad al adaptar un espectáculo genuinamente teatral, mientras un director tan solvente como Tom Hooper (El discurso del rey, Los miserables) no acierte a poner el cascabel a tanto gato.
Cats –digamos, the movie– mantiene la historia de unos gatos en busca de la reencarnación. Llamados Jélicos y reunidos a la luz de la luna, cada cual va revelando sus habilidades y distintos nombres, algunos secretos -como Mr. Mistoffelees, Macavity, Grizabella, o Rum Tum Tugger-, conociendo así a toda la tribu formada por una pareja de gatos ladrones, un tramposo que pone en peligro la competición, un felino tan sexy que provoca histéricos miaus entre las mininas, un refinado gato de ciudad, y una gata marginada que vuelve a los mismos callejones de los que huyó. Sin faltar la gata blanca y el gato negro de cualquier cuento con magia, ni el líder que llevará a cabo la elección del gato que ascenderá hasta una nueva existencia.
Es ahí cuando encontramos el cambio más obvio del filme, convirtiendo en gata al personaje del sabio y anciano Deuteronomio, para poder ser interpretada por la veterana Judi Dench.
Junto a ella, Ian McKellen, Jennifer Hudson -marcándose el Memory que sonará en los próximos Óscar-, Taylor Swift, Idris Elba, Jason Derulo y James Corden, completando un reparto que podría asegurar un público de diferentes gustos y edades. Pero todo resulta estridente y demasiado cambiante en Cats, sin llegar a entenderse -o disfrutar- los diferentes tamaños en los escenarios, o esos surrealistas atuendos gatunos.
Claro que entonces, es comprensible que después de su estreno en América se haya distribuido una versión con los efectos retocados -se supone que mejorados-, tras acumular tanta mala crítica y una infinidad de chistes recomendando los estupefacientes adecuados para poder verla. Así que en este CATS habrá quien vea garra y quien vea mano, hasta sin alucinógenos artificiales.
Y quizás, dentro de 25 años, esa cinta primigenia se considerará película de culto, cual destino habitual de las adaptaciones malditas.
Personalmente, ahora y siempre, me quedo con el recuerdo de la hipnótica función, de su deliciosa banda sonora -en cualquiera de las asombrosas vidas de Cats- y de aquella ilusión creada por el cartel teatral, simulando unos ojos de gato con un par de bailarines formando unas pupilas de flipar…
Mariló C. Calvo