Casa Salvador
Dicen que “Carnero Castellano, vaca gallega y arroz valenciano”. Así que hoy les hablaré de un buen sitio donde tomar un recomendable arroz valenciano, por si están ustedes por la zona o quieren acercarse: “Casa Salvador”
He ido muchas veces y, cada vez que voy, aprendo algo nuevo: que donde se hace la paella se llama también “paella” y no paellera, que el arroz crujiente que queda pegado en la paella se llama “socarrat” (o “torraet”), que los judiones grandes de la paella se llaman “garrafons”…y, sobre todo, aprendo que de tomarse un buen arroz, uno no se cansa nunca y que no hay verano sin una buena paella.

Encontrar “Casa Salvador” ha sido, para el que no es de la zona y hasta que se inventó el GPS, un poco aventura. Está en medio de las huertas, entre Cullera y Tavernes de la Valdigna, en el enclave que se conoce como Estany de Cullera, una laguna de agua dulce que desemboca en el mar. El sitio está en un entorno privilegiado y tiene, ya por eso, un encanto especial. Y si llegando, se pierden ustedes, no pasa nada porque disfrutar del paisaje de las huertas valencianas, es siempre un placer. Pero, por si acaso, por si no son de esos que no les importa dispersarse un poco y perderse, les dejo las coordenadas GPS para que vayan “a tiro hecho”: Latitud: 39.12764. Longitud: -0.233262.

Como siempre empecemos por el local: una auténtica barraca valenciana convertida en barraca-casona. Una casa familiar, abierta desde mediados del siglo XX que, los asiduos de toda la vida, hemos visto crecer a lo largo del tiempo, al haberle ido añadiendo sus dueños algún anexo, para ampliar el aforo, manteniendo su gracia original. La barraca tiene un hall y un pasillo de entrada, particulares, pero que no soy capaz de decirles si son bonitos o feos. Para mi son especiales.…En el hall, que es circular, hay un cuadro de una paella haciéndose a la leña del campo, que no se si técnicamente es bueno, pero que es precioso, por reflejar el auténtico origen de la paella; y, en el centro, una mesa de cristal con pies de pez, que no es muy de mi gusto. En el pasillo se mezclan puertas de entrada a los comedores interiores con distintos motivos de arroz, o productos de la huerta, que recuerdan a la subasta del “Un, dos, tres”… Sin embargo, aunque estéticamente puedan tener sus reticencias por estos decorados, ”entrar” en este hall y este pasillo, significa dirigirse a disfrutar de una buena paella (al “templo del arroz” como lo llaman algunos) por lo que su recuerdo, seguro que posteriormente, les resultará muy grato…como me pasa a mi….
Rebasado el pasillo, el interior del local, es bastante rústico y no tiene nada destacable que mencionar. Pero a través de él, se tiene acceso a la magnífica terraza, sin duda lo mejor del establecimiento, a 30 centimetros del Estany, con vistas a ese lago, lleno de patos y barquitas rústicas que es una auténtica maravilla. Salvo que sea invierno, reserven siempre en la terraza. Estando sentado en ella, no les exagero si les digo que el tiempo se detiene y que el “karma” se vuelve del color que tenga que volverse para exhalar un buen rollo y un relajo como encontrarán en poco lugares…
En fin, y para no ponerme trascendental (o ñoña), pasemos a la comida. Al llegar, obligado para “abrir boca”, el pan tostado con tomate y aceite: rico, rico, rico. De los entrantes, muchos a recomendar. Nosotros casi siempre pedimos el foie, que con frecuencia no tienen pero que, es casero, y está de muerte, con su mermelada de tomate y naranja, como guiño a la tierra. Y luego solemos debatirnos entre varios platos: las gambas al ajillo, las cigalitas salteadas con gamba blanca y ajos tiernos, su esgarrat de pimiento, berenjena, atún y mojama, las croquetas o su sepia a la plancha…. Todos excelentes. Pero no dejen de escuchar también sus recomendaciones fuera de carta, que suelen tener y son siempre una opción interesante.
De segundo, aunque las carnes y los pescados son buenos, si es la primera vez que van, es casi obligado el arroz. Entre nuestros preferidos, de los secos, sin duda alguna, está el de verduras, un clásico, más económico que el resto, pero muy sabroso. Lo hay también con magro pero a nosotros nos gusta más el de “sólo verduras”. El del senyoret, con el marisco peladito, también es muy buena opción. Si les apetece caldoso, les recomiendo el arroz de rape, cigalitas y setas o el de bogavante. De todas formas, no se estresen con la elección, que todos son un acierto….
Y para finalizar, los postres. Para nosotros los “tres reyes” son la sopa de limón tostada con helado de fresón, la tarta Salvador y el capaccio de piña con helado de aceite de oliva. Sobre todo, el primero de ellos. Aunque estén llenos, apelen a su gula, y no se lo pierdan. Merece la pena y les ayudará a digerir el arroz.
Para acompañar tan opípara comida, les recomiendo un vinito blanco fresquito o una buena sangría con sus frutas. Con tan excelente menú y el paisaje que les rodea, si no sucumben a “Casa Salvador” y se quedan con ganas de repetir, es que no tienen corazón. Porque el sitio, como se ha puesto de moda decir, no “es bueno, es lo siguiente”. Resta decir, eso sí, que la calidad se paga. Y, a poco que se pongan, pagarán 40-50 EUR por persona.
Si van en primavera u otoño, les recomiendo ir a medio día, que disfrutaran respectivamente de los primeros, o últimos, rayos del sol que calientan. Si van en verano, vayan a cenar temprano. El atardecer en casa Salvador es mágico. Y la cena les resultará inolvidable.
Y no se preocupen si es fiesta o domingo. Este restaurante, jamás cierra. Se precia de llevar 60 años sin cerrar ni un solo día. Los hermanos Salvador, Concha y Juan José, que regentan “Casa Salvador” con la ayuda de su cocinero Carlos Calero, se encargan de que así sea…Admirable.

La Guindilla
Para que nadie se pierda «Tavernes de la Valldigna». Ademas creo recordar que su carta tiene marcados los platos cardiosaludables, lo cual es de agradecer.