CAMERA CAFÉ: Del pasillo a la oficina

Camera Café fue una serie mítica. Se emitió en Telecinco, en prime time, después del informativo de la noche, desde septiembre de 2005 hasta septiembre de 2009. Cuatro temporadas. Previamente, de 2002 a 2004 lo había hecho en Telemadrid y en Canal Nou con el título de Café Express, siendo otra versión con otros actores, Antonio de la Torre y Óscar Ladoire entre ellos. Y previamente a todo esto el formato nace en Francia y luego tuvo sus adaptaciones en otros países, como el nuestro o como en Italia, donde también cosechó un enorme éxito.

Divididos los episodios en un prólogo, unos scketches y un epílogo, era una serie de humor de muy corta duración, unos 6 minutos cada uno, y situaba a los trabajadores de una empresa comercial, de cuyas labores de pocos de ellos teníamos datos concretos, tomando café en el pasillo de la máquina. Y sin parar de chismorrear. Eso sí, todos los personajes representaban a estereotipos reconocibles por todos, desde el chófer del jefe hasta las secretarias de los altos y medios cargos.

La serie se concluyó abruptamente, sin que el equipo quisiera acabarla ni los espectadores dejar de verla. Era un hito, y como lo ha seguido siendo en el imaginario colectivo, prácticamente la totalidad de sus intérpretes han retomado sus personajes para rodar ahora Camera café, la película.

En ella, volvemos a la oficina, pero esta vez, en lugar de quedarnos en el pasillo de la máquina de café vamos a recorrer el lugar de trabajo en el que todos se juntan. Incluso vamos a salir de él y a transitar otras localizaciones. De este modo, el formato se abre y nos deja ver aquello que no conocimos entonces. Y vamos a ver como jefe a Jesús Quesada (Arturo Valls), el tipo más vago y menos indicado para serlo. El auténtico ‘cuñado’ dirigiendo la empresa. Si es una crítica o un ajustadísimo retrato social, eso queda para cada espectador.

Julián Palacios (Carlos Chamarro), es ahora la mano derecha del jefe, Jesús Quesada (Arturo Valls)

Si eras fan de Camera café, la película te puede rechinar, y si no conoces la serie, recupérala. Porque era una gozada. La película va por otros derroteros que poco se parecen al original, salvo en la reunión de personajes, con los que nos reencontramos los espectadores pero no ellos como tales, porque la cinta propone seguir donde la serie lo dejó, al día siguiente.

Pero la deriva actual de lo que cuenta es demasiado excesiva. En todo. Y creo que para hacer comedia no es necesario ponerle speed. Literalmente, además. De hecho, si el concepto era bueno, una cámara en la máquina del café, y por eso triunfó, convertir esas escenas en una película hubiera sido una delicia. No hace falta que llegue a una hora y media. Con 75 minutos o alguno menos también sirve. Y estando Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla involucrados en el guión, con lo inmensos comediantes que son, habría sido apoteósico.

Pero Sevilla, también director de la película, decidió junto al equipo no hacer eso. Una lástima. La cinta pierde buena parte del humor surrealista que tenía la serie y trata de acercarse a un humor más físico, más de situaciones en localizaciones diversas. Y no funciona. Pretende que sean tantas, uniéndolas a cameos y a un más difícil todavía continuo que es complicado de asimilar y acaba por no tener la fluidez que caracterizaba a la serie.

Es una alegría reencontrarse con los personajes a los que tanto echábamos de menos, sí. No tanto con algunos nuevos que la película incorpora, aunque hay que reconocer que de lo más brillante es la inclusión del que interpreta Javier Botet, porque le da una dimensión nueva al de su pareja en la cinta, Cañizares (Esperanza Pedreño), antigua novia de Bernardo, quien en ese film no aparece.

Y otro acierto es el de poner como jefe de la empresa al tipo más incompetente en ella, que por supuesto nombra a una mano derecha que está a su altura. Y a la persona más competente, Victoria (Ana Milán) la aparta en una misión paralela en la que la veremos mucho menos. Y eso es un fiel reflejo de la sociedad. No solo en las empresas vemos a un líder cuestionable. Busca cualquier ámbito y encuentras a alguien sin méritos para su alto cargo.

Pero pocos aciertos más tiene esta entrega. Hay que reconocer que el tramo final, lleno de emoción y de cameos, es un punto a favor para este Camera café. Lo que ocurre es que como tal, la secuencia funcionaria en cualquier otra película, aquí, en el contexto inicial del que partíamos, queda como una locura más de tantas.

Posiblemente haya quien la reciba con aplausos, como acaba de suceder en el festival de Málaga, en el que se ha presentado, pero también quien se quede descuadrado con este nuevo universo en el que la cámara del pasillo de Camera Cafe se transforma en un mero leit-motiv que da paso a otra narrativa, a otro formato, que no era Camera café.

Silvia García Jerez

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