BLUE JEAN: Enfrentando una doble vida

Blue Jean , además de un tema de David Bowie, es un acercamiento a algo que en España no es demasiado conocido, por no decir que es totalmente desconocido: la promulgación en 1988, en el Reino Unido, por parte de Margaret Thatcher, de la enmienda al Local Goverment Act de 1986, que estigmatizaba a la comunidad LGTBIQ+. Se conoció como Sección 28 e impidió que los maestros y quienes trabajaran para las autoridades locales reconocieran la existencia de la homosexualidad. Fue derogada en el año 2000 en Escocia y en el 2003 en el resto del Reino Unido.

Blue Jean nos lo cuenta y pone el foco, en su relato, en Jean, quien da título a la película, una profesora de educación física que cuando la enmienda entra en vigor ha de mantener en secreto su opción sexual y su vida con la mujer con la que la comparte. Antes ya era discreta, pero ahora debe incluso esconderse, tanto de su propia familia como de una nueva alumna que descubre el bar al que suele ir y por lo tanto pone en peligro su puesto de trabajo si cuenta algo fuera de ese ambiente. Es decir, debido a la Sección 28, Jean comienza a vivir un infierno del que, como ahora sabemos, le quedaba un largo trecho para poder salir.

Blue Jean es la ópera prima de Georgia Oakley, que escribe y dirige el guión, por el que ha optado a numerosos premios, ganando el del Público en el festival de Venecia en la sección paralela Giornate Degli Autori, y ha obtenido una nominación a los BAFTA por su espléndido debut. Y la verdad es que lo es.

La rubia Jean (Rosy McEwen) en el bar gay al que suele ir 
con su novia (a su izquierda) y sus amigas. Blue Jean
La rubia Jean (Rosy McEwen) en el bar gay al que suele ir
con su novia (a su izquierda) y sus amigas

Su protagonista, Rosy McEwen, conocida por la serie El alienista, (y la veremos en Vesper, película de género fantástico de próximo estreno en nuestro país), nos ofrece a una Jean prodigiosa. Su rostro expresa todo aquello que no puede decir con palabras: no puede protestar, no puede denunciar las situaciones de las que es testigo, no puede sino asumir que ahora su vida tiene que cambiar. Y lo vemos, lo sentimos todo en esa interpretación contenida, en la que sus ojos son capaces de contarnos tanto sus miedos como sus deseos, que ahora tiene que reprimir si la situación lo requiere. Y lo va a requerir. Porque ella es la misma persona que antes de que la Sección 28 le hiciera cambiar sus costumbres, que antes de tener que tomar decisiones que sin esa ampliación de la ley no habría tomado.

Su novia, sus clases, todo lo que conoce puede quedar patas arriba. O directamente ser destruido si no tiene cuidado. Y Rose McEwen nos introduce en su vida para que sepamos, de primera mano, todo lo que ella en concreto, las personas homosexuales en general, empezaban a ver tambalearse.

Con sutileza pero sin dejar de ser incisiva, Blue Jean nos va llevando a una situación límite. El intimismo de la película favorece la angustia que Jean transmite y nos sumergimos en su restrictivo universo de manera muy brillante. Y solo hay una manera de salir de tanta presión, que es la que el film propone de forma, una vez más, muy inteligente. Blue Jean cuenta con uno de los desenlaces más bonitos que hemos visto en el cine este año: nos lleva a una nueva dimensión de la historia, en la que hay que seguir porque mientras esté en vigor la ley es lo que toca, pero lo hacemos con otra perspectiva. Y con una sonrisa de satisfacción, la que se nos pinta en la cara al llegar a la conclusión de que hemos asistido a una de las mejores películas estrenadas en cine en lo que llevamos de cuatrimestre.

Silvia García Jerez

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