BLADE RUNNER 2049


Los androides que sueñan con Villeneuve no recuerdan su origen cuando se preguntan ¿A quién quieres más a papá o a mamá?

En este presente de nostalgia cinematográfica con réplicas exitosas, de al menos un cuarto de siglo, Blade Runner era de esos míticos films que parecía intocable.
Lo sigue siendo. Blade Runner 2049 es la segunda parte de aquel futurista con cuestiones existenciales y androides escapando de corredores guardianes.
Su director, Ridley Scott, ha liberado en Denis Villeneuve la responsabilidad de continuar la historia sin tener que versionarla. No existe la comparación, realmente.
Y como le ocurrió a la original, Blade Runner 2049 ocupará su lugar en la historia del cine con el tiempo.

La primera no reventó taquillas en su momento y la admiración fue algo más generacional, convirtiéndose con los años en la obra maestra que es. Mientras que esta secuela que llega con excelentes criticas, será un blockbuster seguro desde su estreno, pudiendo conseguir ser el referente de una juventud que adolece de una gran película de ciencia-ficción; como lo fue Blade Runner para los jóvenes de hace más de treinta años. Quienes quizá, hallen ésta más explicativa que filosófica y algo excesiva hacia el tramo final, muy de acción, muy de videojuego de ahora.
Pero hasta llegar ahí, a eso de las dos horas y media, veremos algunas secuencias rotundas, persistiendo aún, algo de la poesía de su predecesora.
Sin duda en la magnífica fotografía que amplia esa ciudad heredada de Los Ángeles, oscura, lluviosa y abigarrada, masificándola con treinta años de población, pendiente siempre de las tormentas para volver a casa. Entre apocalípticos vertederos, favelas flotantes y gigantes colmenas colgantes, llenas de neones en animación continua que disimulan con su publicidad la inmensa altura entre el ático y bajo. Además del impresionante desierto anaranjado que una vez fue una juguetona Las Vegas -un diseño de premio, que ya lo ganó el original por la película de los ’80-.

En Blade Runner 2049 nos reencontramos con Harrison Ford, reinterpretándose una vez más, en uno de sus personajes legendarios; Rick Deckard, ese primer blade runner que dudaba de su identidad al filo de lo humano y la máquina, con un fantástico abrigo de cuero, muy parecido al que viste Ryan Gosling como el nuevo corredor-cazador de androides, consciente de su existencia cual replicante, de nombre K.
Y ahí está uno de los guiños que percibimos durante todo el metraje, homenajeando a Philip KDick; ya que todo el universo del escritor está en Blade Runner 2049. Y no sólo la novela que inspiro a R. Scott su película -aquella de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?-, sino también algunos detalles que recuerdan a Inteligencia Artificial y Minority Report. 

El lirismo en la imagen se cuela igualmente en cada aparición de Jared Leto, con sus discursos endiosados mientras mantiene un calavera a lo Hamlet, o asiste al parto con barro y dolor de un androide de su creación. Porque en este segundo Blade Runner hay más de maternidad, paternidad y ADN, que de la espiritualidad y romanticismo que practicaba la anterior. Siendo la imponente presencia de Ana de Armas la que aporta toda la ternura al filme, con un personaje que nos regala una de las escena más bonitas de la cinta, sincronizando contenido y continente; que si no fuera por esta cubana que se internó estupendamente en España y ahora conquista Hollywood, todo el alma de los replicantes se quedaría en el Blade Runner inicial, -junto a la auténtica Sean Young de ojos verdes, confirmando una mayor elegancia en una secuencia de ceros y unos que frente a la combinación de las letras de un genoma-.

Blade Runner 2049 es la evolución natural de una historia de amor y la continuación lógica de la rebelión de unos oprimidos.
Envuelta constantemente en un perfecto sonido, chirriante y tubular, traslada la incomodidad de ese mundo próximo que ya ni hace falta imaginar y resulta tan actual (con hechos que ocurren pero se niegan y muros que separan clases sociales); tomando la conciencia del salto generacional, para compartir esas memorias del futuro que nos hacen más humanos -aún con recuerdos implantados de Marilyn, Sinatra y Elvis en hologramas, e ideas comunes de WALL-E, Her, Yo-Robot, El quinto elemento y hasta Mad Max-.

Y es que siempre es más fácil ver un caballo que un unicornio.

Villeneuve vuelve a demostrar su buen hacer con reflexión y espectáculo, como ya logró en la violenta Prisioneros, la turbadora Incendies y la aclamada Arrival, rediseñando y ahi sí, la nueva ciencia ficción con la sencillez de unas naves-huevo.
Su Blade Runner 2049 de preocupaciones genéticas, pasa de lo universal a lo personal y viceversa, pero quizás le falta una caricia, un beso más y algo de música -que siempre ayuda a seguir celebrando los cumpleaños- con una bonita canción, como aquella de One more kiss, dear que cerraba aquel primer Blade Runner, todavía visionario.

Mariló C. Calvo 

 

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