ASHER: El descanso del guerrero
Las películas crepusculares, como Asher, son maravillosas. Un héroe ya mayor, no vencido porque sigue en la lucha, pero sí cansado, sí deseando salir de donde está para obtener el merecido receso que lleva tiempo ganándose, un samurái con años, sabiduría y un dominio de su profesión que le hacen conocer cada detalle, adelantarse a su enemigo y combatirlo con extrema facilidad protagoniza esas películas.
En el género del western, el máximo exponente de un film crepuscular es Sin perdón, de Clint Eastwood, pero también hay dramas crepusculares, como Una historia verdadera, de David Lynch, o la reciente The old man and the gun, con Robert Redford como protagonista, un título que no pocas similitudes guarda con Asher, si los comparamos a ambos.
Se trata de dos películas con aire clásico, producciones de lo que hoy se conoce como cine independiente, con un tempo relajado que sigue a sus protagonistas y sus vicisitudes con el mismo reloj con el que el ellos llevan a cabo sus acciones. Y son los dos mayores. Uno atracador y otro asesino a sueldo tras haber pasado por el Mossad.
Ese es Asher, claro está. Un asesino a sueldo meticuloso con un modus operandi llamativo para el cine más comercial, porque hay poco de acción en sus acciones, pero fascinante si nos dejamos llevar por una técnica especialmente depurada en un cine menos manido.
Asher mata de forma sutil, apenas se nota que lo hace pero lo hace. Esa es una de sus virtudes y uno de sus valores como personaje admirable, en la ficción de un criminal al que nunca se debe imitar en la vida real, que parece que no, pero a veces hay que advertir lo obvio, pero al que resulta fabuloso observar en la pantalla.
Asher está cansado. Eso es un hecho, pero rematan sus ganas de abandonarlo todo y retirarse el sentimiento más humano que unas veces da fuerzas y otras debilita para ser bueno en tu trabajo: Asher se enamora, y eso no es recomendable cuando hay balas amenazando tu concentración. Y tu sueño de cada noche.
Esta mezcla de acción sin frenesí y de amor romántico que asoma sin edulcorar, solo estando presente, condicionando decisiones sin ser meloso ni arrastrándose por la mujer que ama sino siendo consciente de ello y teniéndolo asumido. Un amor adulto que está para ayudar, para acompañar, no para derretirse en diálogos. Un amor parecido al que vimos en Hellboy, que por cierto, también protagonizaba Ron Perlman.
Ron aquí, además de ser el propio Asher, es el productor de la película. Se le agradece. No debe ser fácil encontrar en Hollywood quien saque adelante una película de estas características, con personajes en las últimas y con una acción tamizada alejada de la que espera el gran público. Tal vez por eso se haya querido asegurar de que la película se haga. Y de que se pueda distribuir.
Asher no es lo que un adolescente está buscando en una sala oscura. Si acude a ella porque ve en el cartel al protagonista de Hellboy va a salir muy decepcionado. Pero es un buen ejemplo de película al margen de lo comercial que, caso de Logan en el mundo de los superhéroes, si se sabe a qué se va, se va a disfrutar mucho.
Porque Asher está llena de gran cine, desde sus desconcertantes primeros minutos, en los que un paraguas se hace con el protagonismo de la escena, hasta su desenlace, pasando por un desarrollo que no dejará indiferente a nadie, para mal, si no se está preparado para ver lo que en Asher nos espera.
Pero sí: dentro de lo peculiar que es, es un título redondo. Dirigida por Michael Caton-Jones, aunque no lo parezca, porque alguien con Memphis Belle o Rob Roy en su filmografía no da la impresión de que pueda ofrecernos un cine de mayor altura, y Asher la tiene, se trata de una de esas cintas que merece más de lo que obtendrá en la taquilla. Por lo menos, si no el éxito que no es previsible que tenga, al menos no pasar tan desapercibida como es probable que lo haga.
Silvia García Jerez