ANTEBELLUM: Terror del pasado
El gran reto de Antebellum es hablar de Antebellum sin hablar de Antebellum. Es casi imposible, pero vamos a intentarlo porque merece la pena.
Y es que de Antebellum no se puede contar. Ni su argumento. Porque con que solo se desvele un detalle, ya estamos estropeando la propuesta. Digamos únicamente que la historia gira en torno a una chica (Janelle Monáe) que se tiene que enfrentar a la dura realidad de la esclavitud en los campos de algodón, en esa época aciaga que relata la hoy más en boca de todos que nunca Lo que el viento se llevó.
La película está estructurada en tres partes, y lo aclaro porque hasta que no llegue la última todo va a ser un follón, un continuo preguntarse de qué va esto y sobre todo hacia dónde vamos. Porque el cartel de Antebellum es claramente el de una cinta de terror, y ese inicio, en el campo de algodón, sí, vale, la esclavitud es terrorífica, pero no entra dentro del género propiamente dicho, sino en el de drama.
Entonces cómo encaja el terror en este contexto. Paciencia. Sigue todas las pistas, las más dicharacheras y las del peor mal rollo que se pueden colocar. Que de todo hay. Porque nos vamos a encontrar elementos propios del género que nos da miedo pero también otros que no siendo tan específicos nos van a producir una sensación inquietante. Y todos los indicios están muy bien situados, por cierto, para que hasta que todo encaje, estemos despistados intentando situarnos.
Escrita por Gerard Bush y Christopher Renz, producida y dirigida también por ellos, cuenta además con un equipo de productores en el que vemos a los responsables de Déjame salir, Us o la nueva y estupenda versión de Posesión infernal. Se trata de un conjunto de profesionales que domina tanto el terror como los temas de la discriminación racial. Y aquí nos traen su nuevo experimento.
Porque que estén involucrados en Antebellum los responsables de las cintas anteriormente citadas no es casualidad. Ni en la historia que nos espera ni en lo bien estructurada que está, ni en la manera de contarla, ni en el mensaje que transmiten, tan adecuado, todo sea dicho, para esa América que tiene que ir a las urnas en un par de meses.
Antebellum es un espectáculo. Uno sale trastocado del cine. Hemos asistido a algo que no podíamos ni imaginar, porque además el trailer, que nunca aconsejo ver, no da una idea clara de lo que la película es, lo cual es todo un acierto para sus responsables. Pero insisto: si puedes acercarte a Antebellum sin saber nada de ella, trailer incluido, te lo agradecerás.
La protagonista de esta asombrosa película es la cantante, y de vez en cuando actriz, Janelle Monáe, una de las Figuras ocultas que hicieron posible que el hombre llegara a la Luna en aquella magnífica película que incluía a Kevin Costner y a Octavia Spencer en su reparto y que parece que el imaginario colectivo ha olvidado porque es de las joyas del cine reciente menos citadas nunca por nadie. Y se merecía más, no solo las nominaciones al Oscar que tuvo que fueron pocas, tres, aunque una de ellas, se acuerde el mundo o no, fuera la de mejor película del año en el que ganó, injustamente, Moonlight, film en el que, por cierto, también estaba Monáe.
Monáe está esplendida aquí, en un papel desconcertante, claro, pero que no deja de ser convincente.
A ella la acompaña una actriz a la que quiero destacar especialmente. Es una secundaria que alegra la pantalla en todas sus apariciones, que no son muchas pero están bien medidas. Lo justo para que se luzca y para que nos acordemos de ella cuando el puzzle se complete. Se trata de Gabourey Sibide, una intérprete afroamericana de un volumen tan considerable que solo puede recordarnos a alguien a quien hace tiempo vimos hacer historia con su debut en la gran pantalla: Precious.
Sí, ella era la Precious de aquel film por el que fue nominada al Oscar a la mejor actriz, una candidatura que no se merecía por una interpretación desesperante, pero muchos, hoy mismo, le pediríamos a esa misma Academia a la que tanto le gusta lo lacrimógeno, que la volviera a nominar, esta vez como secundaria, por este trabajo.
Lo que consigue aquí Sibide es maravilloso. Hace gala de un humor y una inventiva que enamora a la audiencia. Sus salidas de tono, sus justificaciones para todo, ese desparpajo que es su forma de ser convierten a su personaje en una perla dentro de una película que ya de por sí es recomendable. Es una lástima que la Academia no se fije en caracteres así de luminosos y tengan que ser los tristes los que le arranquen votos para optar a premios.
Sin mucho más que añadir para no estropear la belleza de la originalidad que os espera en las salas, me limito a recomendar Antebellum porque es una experiencia que se agradece. Es una idea tan brillante y a la vez que estremecedora y está contada con tanto talento y sabiduría que cuando descubras a qué te enfrentas no podrás sino abrir la boca y admirar el resultado.
Silvia García Jerez