AIR: Volando hacia la gloria
Air viene de Air Jordan. Air significa Aire. Jordan fue -con 60 años ya está más que retirado-, es -porque su leyenda así lo acredita-, uno de los mejores jugadores de baloncesto de la Historia: Michael Jordan. Air Jordan era la línea de zapatillas deportivas que Nike lanzó en exclusiva para él, para hacerlo volar en la cancha, y para, comercializándolas después, que cualquier niño que lo admirara pudiera sentirse igual que su ídolo llevándolas puestas.
Air es la nueva película como director de Ben Affleck, un actor del montón, admitámoslo, por muy estrella que interpretar a Batman lo hiciera, que cuando se pone detrás de la cámara también es capaz de volar. Y de hacernos volar junto a él. Y eso que en principio no debería pasar porque la historia que cuenta no es demasiado atrayente: se acerca a la figura de Sonny Vaccaro, un genio del marketing que entró a trabajar en Nike gracias a su amistad con Phil Knight, magnate fundador de la marca, y que, cual visionario, se empeñó en fichar a Michael Jordan cuando el jugador aún tenía 18 años y solo despuntaba, en uno de los deportes reyes en Estados Unidos, en los Chicago Bulls, antes incluso de que pasara a formar parte de la NBA.
Knight, a quien da vida Affleck en la película, es reacio al fichaje: Nike es fundada en 1964, no sale al mercado hasta 1972, y a mediados de los 80 no tiene más de 250.000 dólares para hacerse con jugadores, por lo que Jordan, el objetivo de las marcas que vendían más zapatillas que Nike, Converse y Adidas, era demasiado caro para ellos. Aunque Michael fuera, por entonces, un deportista en auge que aún no gozaba de la fama que llegaría a tener. Pero Sonny Vaccaro (Matt Damon) ve claro que Jordan es el tipo por el que apostar. No hay otro, por mucho que se los estén planteando debido al bajo presupuesto del que disponen. Ninguno va a llegar a su categoría, y Vaccaro lucha para conseguirlo. Y ese es el principio de un acuerdo que hizo Historia.
Ben Affleck dirigió su primera película en 2007. Una producción pequeñita que apenas vio nadie pero que ya contaba con luz propia: Adiós pequeña, adiós. Diez años antes ya había ganado un Oscar como guionista, junto a su amigo Matt Damon, ambos responsables de el de El indomable Will Hunting, que también protagonizaron. Empezaron fuerte sus carreras, y aunque sus caminos no se han cruzado demasiado en la pantalla, apenas han coincidido en la reciente El último duelo, de Ridley Scott, también en la escritura del guión, siempre han sido dos estrellas del cine que, como amigos que son, han buscado un proyecto donde volver a brillar como lo hicieron al principio. Y lo han encontrado. Dieron, curiosamente, con un guión largamente rechazado por los estudios, firmado por el desconocido Alex Convery, que en 2021 apareció en el número 1 de la lista negra de guiones nunca llevados a la pantalla. Affleck y Damon se hicieron con él, le hicieron sus retoques y pusieron en marcha la producción.
Y tras la citada Adiós pequeña, adiós, la espléndida The town: Ciudad de ladrones, ganar el Oscar -a la mejor película, él era productor- con Argo y volver a bordarlo con la poco vista y muy reivindicable Vivir de noche, rueda Air, posiblemente, y es mucho decir después de todos esos grandes títulos, su mejor película hasta la fecha.
Desde la secuencia de créditos con la que Air da comienzo ya podemos intuir una cinta muy potente. Repasar los 80 de esa manera tan picada y efectiva es un auténtico gancho para el espectador, pero es que la película que les sigue a esos créditos es exactamente igual de absorbente. Una historia que a priori no le interesaría más que a los amantes del baloncesto, resulta apasionante para todo tipo de espectadores, y eso que básicamente se centra en discusiones de despachos, en reuniones entre directivos para dilucidar qué jugador puede ser más rentable con el poco dinero del que disponen. Y en la lucha, del mismo orden, de Sonny Vaccaro para hacerse con Jordan: hablando con unos y con otros, incluyendo a Deloris Jordan (Viola Davis), madre del jugador y persona fundamental en el proceso. En manos de un director menos brillante, Air no hubiera funcionado, pero en las de Ben Affleck resulta ser un prodigio.
Affleck sabe tocar todas las teclas, no solo la del guión. Su dirección es extremadamente inteligente, y se nota en dos decisiones que parecen poca cosa pero que resultan determinantes. Por un lado, el juego que mantiene con el uso de la banda sonora, llena de temas conocidos que no suenan al azar. Tiene estudiado en qué lugar colocarlos para que cobren el significado que requieren, cuánto deben sonar e incluso cómo utilizarlos estratégicamente, de modo que resulten jocosos con la situación a la que acompañan. Por otro, no sacar a Michael Jordan en pantalla, ni siquiera cuando es protagonista del momento porque la reunión clave pivota sobre su figura. Nunca lo vemos, sólo a quienes negocian en su nombre, entre ellos a su madre. Espectacular decisión de dirección, diría.
En realidad, Ben Affleck consigue con Air una película de estilo muy clásico, por mucho que el montaje sea frenético y que el ritmo no baje nunca. Sus diálogos son una joya al nivel del mejor Aaron Sorkin, sus intérpretes están, todos, en estado de gracia, y su visión de la historia es portentosa. Pero sí, Air tiene el mismo sabor a clásico que alcanzó La huella, de Joseph L. Mankiewicz, por compararla con otra película que cuenta con el mismo pulso narrativo y mismos elementos vibrantes.
Air empieza fuerte pero va subiendo, va elevando su potencia, y lo hace con avidez pero sin estridencias. Esa también es una cualidad superlativa en la destreza de Ben Affleck como director. El clímax va llegando poco a poco, en un emocionante recorrido en el que cada plano, cada intérprete, cada frase contribuye a ir creando una obra gloriosa que te atrapa y no te suelta.
Y aunque parezca que la remata varias veces, en realidad ha de cerrar cada fleco, cada trama, porque todos los personajes, reales y muchos de ellos vivos (por desgracia el diseñador de los modelos Air Jordan, Peter Moore, falleció cuando dio comienzo la producción del film), tienen su particular ‘qué pasó con’, que la película relata. Si lo pensamos bien, a Air no le sobra nada, su total precisión es abrumadora y su acercamiento al público, que sólo se interesaría por ella gracias al reparto, es asombroso. Affleck ha vuelto a demostrar que es un director de altura tirando un triple desde media cancha y encestando con seguridad y elegancia, volando, de nuevo, hacia la gloria. Dos horas de puro y magnético cine que se recordará como un hito en su filmografía.
Silvia García Jerez