ADOLESCENCIA: ‘True crime’ entre compañeros
Adolescencia es la nueva joya que los suscriptores de Netflix han descubierto en la plataforma. Una miniserie de cuatro episodios de una hora de duración, rodados cada uno de ellos en plano secuencia y con temáticas diferentes dentro del centro de atención de la historia -un adolescente acusado de asesinato- que nos revela todos los lados de un caso estremecedor. Y digo que la han descubierto los suscriptores de Netflix porque la plataforma se ha gastado un montón en la publicidad de Estado eléctrico, que es una película extremadamente fallida, y no ha invertido nada en darle visibilidad a esta otra producción inglesa. No es de Netflix, pero si está en tu catálogo y sabes lo que tienes entre manos, lo mejor que puedes hacer es difundirlo.
No es la primera vez que a Netflix le sucede esto. En la presente temporada de premios que acaba de terminar, Mi reno de peluche fue la miniserie que arrasó con todos. Y no era para menos porque una vez vista, deja huella. No parece de Netflix, siendo tan dura, parece más digna de Max o de Apple tv+, pero Netflix, en ocasiones, tiene paquetes en los que se incluyen joyas así. Y es una gozada que te las descubran y darle la razón a quienes lo hacen.
Adolescencia es una de ellas. No en todos sus aspectos, pero en casi todos sobresale. Tanto en la forma como en el fondo. Cuatro planos secuencia tan bien rodados que parece que hubiera cortes entre sus escenas, sobre todo en los tres capítulos donde hay más mezcla de escenarios y debe existir una coreografía perfectamente planificada para ir de unos a otros y que no se note que en realidad son los personajes los que salen de ellas para introducir al siguiente en un nuevo lugar que haga avanzar la trama.
Adolescencia comienza con unos policías entrando sin miramientos en la casa de los Miller para detener al hijo pequeño, de 13 años, Jamie (Owen Cooper), acusado de haber matado a una compañera del colegio. Él lo niega pero no puede hacer nada, tiene que ir a comisaría con los agentes para hacer su declaración y para, claro está, permanecer 24 horas recluido. Sus padres, Eddie (Stephen Graham) y Manda (Christine Tremarco), así como su hermana, Lisa (Amelie Pease) no pueden creer lo que está sucediendo pero tampoco pueden hacer nada para evitar que se lleven a Jaime. Y llegamos a la comisaría y hay que designar un tutor legal para el niño, porque es menor, de cara a su estancia allí, a su declaración y a todo lo que concierne con su seguridad allí dentro.
Un primer capítulo que ya es lo suficientemente desgarrador, pero no hemos acabado. En el segundo se nos plantea un escenario diferente, siempre dentro del mismo caso. Con motivo de la falta del objeto con el que Jaime, supuestamente, cometió el crimen, los agentes se acercan al centro en el que el niño estudia. Aquí no veremos a Jamie, está arrestado, pero se hablará sobre él. Los agentes interrogan a sus amigos y a quien pueda saber algo sobre el caso, a quien les pueda dar una pista que los ayude en la investigación. A encontrar el arma del crimen, a saber qué ocurrió con ella, antes y después del asesinato, a intentar comprender, a través de lo que aporten sus compañeros, qué ha sido el detonante de este horrible asesinato. Y vamos a asistir a un alarde fastuoso de personajes cruzándose para dar paso al que le toca ser interrogado. Una gozada de capítulo a nivel técnico y un episodio verdaderamente esclarecedor de lo sucedido. Y de por qué la serie se titula Adolescencia.
Porque aunque se centre en un caso concreto -en que sepamos si Jamie lo hizo o si no, y en cómo afecta eso a su familia a través de los años-, en realidad Adolescencia es un reflejo muy crudo, contado a través de la ficción, de cómo son los adolescentes, de cuáles son sus comportamientos, tanto en las clases como fuera de ellas, de lo difícil que es integrarse para todos los alumnos porque no todos lo consiguen, y de lo imposible que es la vida con las redes sociales, dispuestas a no dar a nadie un solo respiro. En ellas no hay horario que valga, no hay recreo, cada hora es una tortura para quien no es el más popular de la clase. Y los profesores se ven impotentes, desbordados y, precisamente por eso, indiferentes, ante tal avalancha de agresividad, ante una nueva realidad que ha llegado para quedarse y que no ayuda precisamente a la convivencia y al estudio de los alumnos.
Esa es la parte más terrorífica de la serie. Ese capítulo 2 tan revelador, tan angustioso. Porque una persona ha podido cometer o no un crimen. Pero tanto si lo ha hecho como si no, la realidad en la que vive inmerso no cambia: está llena de odio y nadie sabe cómo detenerlo.
El capítulo 3 de Adolescencia está siendo el más aplaudido. Es comprensible pero no demasiado justificable. Porque de previsible y evidente se pasa de efectista. Los giros de que consta los vemos venir porque no es la primera vez que nos enfrentamos a relatos así en los que acabamos viendo una realidad latente esperando a ser desvelada. Un tour de force en el que brillan los dos personajes que están frente a frente la hora de metraje, el pequeño Jamie y Brioni (Erin Doherthy), la psicóloga que le toca tras algún que otro intento fallido de que algún profesional pueda evaluar su estado anímico y mental. Una vez más, ha pasado el tiempo, años, y ese psicólogo al que no vemos hizo su labor en un tiempo que la narración no recoge.
Dos personajes, un interrogatorio y mucha tensión. Lo que más ha llamado la atención del capítulo es la capacidad de Owen Cooper para lograr esos cambios de registro que muestra a su tierna edad de 14 años. Un niño que fue elegido en un casting tras haber estudiado interpretación sólo dos meses. Talento innato, podría decirse. Lo cierto es que es un trabajo espléndido que revela un actor que en futuro puede darnos muchas alegrías. Pero lo que descubrimos en este capítulo no debería ensombrecer a lo desvelado en el segundo, porque aquí lo que cuenta es haber descubierto a un actor potencialmente brillante, pero en el conjunto de la serie lo que importa es que encaja sin más en el relato.
Y llega el episodio cuatro y último, ese en el que tras el paso de los años asistimos a cómo la familia aún no puede asimilar lo que ocurrió, pero debe hacerlo. Tampoco la sociedad se lo pone fácil, nunca lo hará. No es habitual que la gente te perdone, de hecho es imposible. Los humanos somos así. Es un capítulo complicado de ver, se puede hacer pesado porque ya está todo revelado a nivel del caso, pero no al nivel íntimo de quienes en el primero sufrieron aquel asedio policial.
Y hay que cerrar todas las tramas, todos los puntos de vista que la serie ha expuesto. No lo hace especialmente bien porque no hay épica en la conclusión, todo lo contrario, y muchos espectadores de la serie se están quedando con ganas de que hubiera sido otra cosa, otro relato, pero este ya es lo suficientemente devastador, sólo que Philip Barantini no lo muestra de una manera convencional.
Philip Barantini es el director de la miniserie. El plano secuencia es su especialidad, ya que no es la primera vez que lo utiliza para contar sus historias. Hierve, serie protagonizada también por Stephen Graham, que puede verse en filmin, hacía gala de este estilo narrativo. Y también, en 2021, cuando se estrenaron sus dos episodios, fue muy alabado. Por eso nos llegó Boiling point en 2023. Y ahora, dos años después, Barantini vuelve de nuevo loca a la audiencia con Adolescencia, con la diferencia de que Netflix es una plataforma mucho más popular, y por supuesto, con mucho más alcance a nivel mundial. Para buena parte del público lo importante es estar en Netflix, las demás plataformas son sólo relleno, o incluso prescindibles a su lado. Hasta que las descubren, claro.
Y Adolescencia, como Mi reno de peluche, se han convertido en fenómenos dentro de Netflix. Ahora mismo, Adolescencia es la serie que hay que ver. Aunque sea dura. Hay que descubrir por qué está causando sensación. Y cuando la ves lo entiendes. Y compartes muchos de los motivos. Otros, como aclamar el capítulo 3 como si no hubiera otro a su altura, no.
Lo cierto es que Adolescencia recuerda a otros títulos que hemos visto. Por ejemplo, a Tenemos que hablar de Kevin, la estremecedora película con Tilda Swinton como madre protagonista del niño conflictivo e imposible de tratar y de educar. También a Querer, la miniserie dirigida por Alauda Ruiz de Azúa. Su estructura de 4 episodios, sus enormes elipsis temporales entre unos y otros, su idea de que la semilla del mal se origina en la familia, en los genes, su exposición de la masculinidad tóxica que tanto cuesta asumir porque es algo inherente a la sociedad en la crecemos y en la que nos educan, y no somos capaces de detectarla como algo negativo.
Tiene muchos puntos en común con Querer esta miniserie, en su fondo, no tanto en su forma, evidentemente, porque habla de dos clases de violencia distintas. Y para bien, porque las dos miran a los tabúes tanto tiempo enquistados en nuestra forma de vivir, una con el drama como base y otra con el thriller como arma para llegar al espectador menos predispuesto a abrir el debate que, por otro lado, lleva un tiempo instalado en nuestro día a día. Pero siempre es bueno volver a él porque significa que no es un tema que tengamos superado, todo lo contrario. Y nada parece indicar que se vaya a superar a corto plazo.
También por eso es importante que Adolescencia esté siendo tan popular. Por los temas a los que se asoma sin miramientos, con crudeza, mostrando la realidad. Ese colegio en el que ni los profesores son capaces de domesticar a los alumnos, esas redes sociales que ya han tomado a la juventud como rehén de sus requisitos para el éxito, esos vecinos que tienen por costumbre humillar al señalado, convirtiendo su barrio en un lugar tan hostil como el pasado de aquellos a quienes señalan. Adolescencia no deja ni un punto de vista por tocar, ni un resquicio por exponer de cualquier afectado por el caso. Porque más allá de ser resuelto por la Policía y los investigadores, éste no se ciñe a la víctima y a su presunto asesino. Todo acto tiene consecuencias para todos los que rodean a ambos, y que la ficción se ocupe también de ellos resulta estremecedor. Y que lo haga tan bien como Adolescencia es para que esa serie sea admirada, recomendada y recordada. Justo lo que Adolescencia está siendo.
Silvia García Jerez