LA LÍNEA INVISIBLE: El origen de ETA
La línea invisible supone el segundo acercamiento de Mariano Barroso, director de Éxtasis o Los lobos de Washington, ambas con Javier Bardem en su reparto, a una serie de televisión bajo el auspicio de Movistar+. El primero fue con la extraordinaria El día de mañana, basada en la novela de Ignacio Martínez de Pisón, y aunque ahora baja el listón respecto a ésta, Mariano consigue seguir siendo un referente en el área de dirección con La línea invisible.
Este nuevo proyecto televisivo en su carrera, en la que predominan las historias en formato destinado a verse en la pequeña pantalla desde que, incluso antes de saltar a la fama con la estupenda Mi hermano del alma rodase 5 episodios de la serie Las chicas de hoy en día, a comienzos de los 90, narra una historia para muchos desconocida: el origen de la banda terrorista ETA y su decisión de pasar a la lucha armada tras varios ataques en los que solo pretenden llamar la atención y defender su causa.
La línea invisible se centra en el año 1968, en el que ETA, un grupo de jovencitos liderados en la sombra por El Inglés (Asier Etxeandía) quieren, desde su pequeña y modesta posición, acabar con la dictadura franquista. Ese es su objetivo, pero solo Txabi Etxebarrieta (Álex Monner), hermano de José Antonio Etxebarrieta (Enric Auquer), quien ya está metido en ella pero debido a problemas de salud tiene que dejarla, se atreve a plantear en serio el hecho de pasar a la acción con las armas.
Txabi se va poniendo al día de en qué consiste la organización, acerca de cómo funciona, llegando a liderar sus ideas y sus acciones hasta que en la V Asamblea de ETA El Inglés le otorga el liderazgo oficial para que sea Txabi quien la coordine y disponga los pasos a seguir.
Es entonces, en plena consecución del primer plan, cuando Txabi mata a la primera víctima de la banda, el guardia civil José Antonio Pardines (Xoán Fórneas) para, un poco más tarde, morir el propio Txabi en un enfrentamiento con la Guardia Civil en medio de un control.
Esto desatará la ira de la banda, que lo querrá vengar y busca al inspector que los lleva siguiendo un tiempo para detener a Txabi, Melitón Manzanas (Antonio de la Torre). Estos asesinatos serán el inicio de una escalada de terrorismo que ha caracterizado la parte más oscura de la historia de España en las últimas décadas.

Todo esto lo cuenta La línea invisible en seis capítulos que se podrán ver en Movistar+ a partir del 8 de abril. El mismo número, por cierto, de que constaba El día de mañana, que es, como ya decía, un escalafón superior.
Porque La línea invisible puede, y debería haber sido, contada en menos, con cuatro hubiera bastado. No, no se hace ni pesada ni reiterativa, pero se nota que su duración podría haberse reducido sin perjuicio de la historia. Incluso para que ésta saliera beneficiada.
El día de mañana tenía a su favor una serie de elipsis tan descomunales que le proporcionaban el tempo perfecto. Nada sobraba en ella, y por mucho que los saltos temporales fueran incluso de varios años, en todo momento estabas situado en el lugar y el contexto que la acción requería. A eso se le llama un prodigio narrativo.
La línea invisible juega en un modo lineal de narración mucho más contenido, mucho más continuado, lo cual no sería necesariamente malo si no sobrara nada, pero da la impresión de que sí lo hace. Menos reuniones, menos tiempos muertos hubieran proporcionado el dinamismo que a la serie le falta. Que insisto en que en su conjunto es brillante, pero por esto no acaba siendo portentosa.
Ayuda sobremanera que los dos últimos episodios sean tan espectaculares. Dos auténticas joyas, sobre todo el sexto, en el que el asesinato de Melitón Manzanas pone la carne de gallina, pero ambos elevan la nota que la serie obtendría de haber seguido con el nivel de los capítulos anteriores.
Y es que Mariano Barroso tiene un talento asombroso a la hora de rodar. Siempre ha dominado el arte de contar historias con la cámara y en esta ocasión, de nuevo, logra momentos de aplauso, entre los que me gustaría incluir la cabecera de la serie, un hallazgo en tiempos en que los créditos iniciales parece que ya no significan nada para nadie, ni para creadores ni para espectadores. Ni en películas ni en series de televisión. Pero aquí sí: no alcanzan la grandeza de los de Balada triste de trompeta pero están bastante hermanados con los de la cinta de Álex de la Iglesia, en la que, recordemos, también intervenía Antonio de la Torre.

Y de Antonio de la Torre debemos hablar porque en La línea invisible nos regala otra muestra de su genialidad innata, bordando hasta la náusea a un Melitón Manzanas que no se sabe si da más miedo cuando tortura o cuando sonríe al ser amable. Hay algo muy oscuro en él que no se va con los buenos modales, casi al contrario, asusta por lo que intuimos que puede llegar a hacer, caso de la escena en el taller de coches con un personaje que está, para su desgracia, tristemente ligado a él.
El policía al que interpreta fue, en la realidad, colaborador de la Gestapo en la II Guerra Mundial y en el momento en que transcurre la serie es el Jefe de la Brigada Político-Social, un tipo que no se amedranta ante nada ni ante nadie y que no tiene ningún problema en amenazar a los más débiles si con ello consigue su propósito.
Ver el trabajo de Antonio es una maravilla para el espectador que espere buenas interpretaciones. El suyo es de los más relevantes, pero también hay que destacar el de Enric Auquer, Goya al mejor actor revelación hace tan solo tres meses por su espectacular Kiko de Quien a hierro mata.
Enric es un actor portentoso, un auténtico camaleón en lo físico y en lo emocional, que lo hace todo fácil cuando en realidad no debe serlo. Cada mirada suya, cada movimiento de su cuerpo o de su cabeza, todo lo que hace en la pantalla es un punto a favor del personaje, de la credibilidad que él le aporta y del resultado redondo que apreciamos que consigue.
El resto del reparto cumple, sobre todo un Asier Etxeandía que, metido en la piel de El Inglés, da fuerza y confianza a Txabi para liderar la banda porque ve en él una determinación que los demás no tienen, y Anna Castillo, la Txiki de la banda que en los dos últimos capítulos cobra una especial importancia para bien, para muy bien, pero son Antonio de la Torre y Enric Auquer quienes salen beneficiados del total de un casting en el que ellos brillan con honores.
La línea invisible es, más allá de una buena serie, una buena idea. Tratar este tema en España nunca ha sido fácil, pero es que en concreto el comienzo de la banda es algo que no podíamos imaginar que se llegara a ver en un proyecto audiovisual y lo cierto es que resulta muy llamativo que una serie nos cuente cómo ETA pasó de proclamar la liberación del pueblo vasco como una petición de grupo a intentarlo por la lucha armada. Esta serie va a contestar muchas preguntas y lo va a hacer a través del arte de las imágenes que se asoman a un relato hasta ahora nunca abordado.
Silvia García Jerez