A DOG CALLED MONEY

Tres viajes, un buen disco y un notable documental de la mano de PJ Harvey 

Tras su paso por el Festival In -Edit y su proyección en cines, A Dog called Money llega este fin de semana a Movistar+. Un notable documental, resultado de los viajes de la cantante PJ Harvey junto al fotoperiodista Seamus Murphy, cuestionándonos esas fronteras visibles e invisibles que hemos formado en las últimas décadas. 

Tres son los destinos (Siria, Afganistan y Washington) que transformados en una colección de recuerdos, meditaciones y observaciones, sirven de inspiración para el disco The Hope Six Demolition Project, mostrado asimismo en el filme durante su proceso de grabación. 

Acompañamos a la cantante al periplo interior y exterior que A dog called Money nos muestra en imágenes y canciones, tanto entre las calles de Kabul o por tierras de Balcanes, como colándonos en un sótano de Londres que cual instalación artística similar a un Gran Hermano, o una sala de interrogatorio, refleja las sesiones musicales del estudio ante un público asistente al otro lado de un cristal, observando los ensayos, repeticiones, improvisaciones y pruebas de un álbum llegó a estar nominado a los Grammy -dentro de la categoría de música alternativa- hace un par de años. 

El disco surgió previamente, aunque no existiría sin este documental, donde Harvey plasma unas impresiones tan ácidas como bellas -para terminar cantando ‘en qué nos hemos convertido’, resonando en las paredes de una habitación pulcra y blanca, construida ex profeso para la ocasión-. 

PJ Harvey sigue haciendo música. No vayan a creer que se ha convertido en guía turística, o en una de esas famosas que enseñan sus países favoritos en algún programa de viajes por el mundo. Polly -nombre de pila y como la llaman en la cercanía- es una extranjera más que apenas mira a cámara cuando un amigo la graba, siguiendo sus pasos y narrando sus pensamientos. Claro que el compañero de viaje tiene varios premios en su haber, y su fotografía ofrece algunas secuencias que dejan más de una emoción que pensar; desde la curiosidad, el desconcierto y aprendizaje que surgen ante cada micro-mundo visitado, a veces tan distinto y otras tan global, pero con la música siempre presente, demostrando que melodías y danzas igualan al ser humano de cualquier lugar, raza, sexo y religión, aún con muros y fronteras de por medio. 

A Dog Called Money alterna el retrato cercano con asombrosas panorámicas que capturan momentos de vida, asaltando la realidad entre metáforas visuales y ráfagas musicales, en un sutil equilibrio de meta lenguajes cargados de poesía y verdad. 

Como en un ascenso extraño y distante a este mundo que no es mudo, el documental arranca desde unas ruinas de una sala de cine, donde veinte años atrás, se podía comprar una entrada con balas. Herencia de una guerra que nos traslada hasta los restos de otra contienda, esta vez de una casa derruida, con Harvey caminando sobre algunos cedés rotos, reparando a cada pisada en sus carísimas sandalias de piel. 

Pero igualmente le llaman la atención los tacones hundiéndose en el barro, de unas mujeres tapadas hasta la cabeza, en Kabul. Mientras deambula entre la ristra de coches que se repiten al son de Corolla-Toyota-Toyota-Corolla, que PJ entona como un mantra.

Entre tanto, en la pared del estudio, apunta el track list entre bromas y exigencias de este recording in progress entre el rock, el pop y funk, con cabida también para lo étnico, incorporando algunos de los nuevos instrumentos que conoce en diferentes pajares. Así la vemos intentando hacer sonar una especie de alambre hasta que aprende a tocarlo, o recuperando algunos sonidos que oímos durante la fanfarria de una procesión de niños, camino hacia su circuncisión. También imitando los ecos de la marcha de unos jóvenes de la resistencia de Siria, quienes a golpe de canción, avanzan más como una celebración que una manifestación… Y casi sin aparecer, ahí está Polly siendo nuestra mirada, casi como una turista más, compartiendo sus videos de viaje. 

Sin embargo es grupo de críos corriendo tras un coche pidiendo ‘dollar, dollar’ al extranjero, lo que Harvey parece no lograr olvidar. Tampoco el espectador, pues perdura la cara del chaval que aplasta su nariz contra la ventanilla del auto, clavándote su mirada, antes de reanudar la carrera. 

Pero no todo es exotismo en otro idioma. En Washington conoceremos a una chica que parece un chico, rapeando su lema de ‘sexo, chicas y dinero’ en cada esquina. Ella es la reina del barrio junto a su perro llamado Money (dinero), a ese otro lado del río, donde el metro no llega para que el gueto no alcance los vecindarios del Capitolio, de esa Happyland –dando forma a otra frontera, imperceptible salvo por el color de piel-. 

Ahí nos topamos con Polly de charla con un periodista, narrando las diferencias de ese primer mundo. Aunque saltando, descubrimos en otro lugar, a unos musulmanes rezando a su dios, tan danzones y exagerados como esas comunidades afroamericanas que con plegarias cargadas de teatralidad y la emoción a flor de pie, salvan su vida de suburbio.

PJ se fija entonces, en la barba de los viejos afganos, similar a la del Jesucristo negro de la iglesia gospel, y escuchamos una reflexión que hiela la sangre: “Creo que cuando un hombre blanco planta un árbol, ya está imaginando al negro colgado de sus ramas”. 

Así sigue pensando, tal cual sigue cantando Harvey, con lo social y lo humano de partitura, como ya hiciera en sus anteriores trabajos: Let England Shake Stories from the City, Sories from the Sea, entre otros. 

PJ Harvey en el estudio de grabación

Cerrando casi con si fuera un videoclip, el documental se acelera hacia su término, quizás porque todavía queda mucho que contar, sucediéndose imágenes que parecen ya muy vistas -como Trump empeñado en construir otro muro, unos soldados jugando a la guerra en la consola mientras unos tanques junto un tiovivo de feria son parte de la fisonomía de una ciudad, o esa última frontera en Macedonia con una valla vencida por las familias intentando pasar a tierra de nadie…- 

El último avión aterriza. Cada lugar vuelve a su ruina y PJ Harvey a su hogar. 

El estudio se cierra, desapareciendo la magia de la grabación y la presencia de la instalación. 

El disco se finiquita y A dog called Money termina. Pero aún queda el espíritu del viaje, la buena música y un notable visionado cuando comienzan los créditos del final. 

Desde el 20 de Diciembre en Movistar+. 

Mariló C. Calvo 

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