A CHORUS LINE
El musical más literario y emblemático de Broadway despliega sus múltiples espejos y sus sombreros de copa en el teatro Calderón de Madrid, tras estrenarse en Málaga de la mano y orgullo de Antonio Banderas.
Manteniendo la concepción original de la producción de los años setenta, este revival está co-dirigido por Antonio Banderas y la complicidad de aquella que lo convirtió en montaje y coreografió por primera vez, Baayork Lee, quien además interpretó a uno de los personajes de aquel show.
A Chorus Line vuelve a bailar, brillando en dorado, con sus reflejos mágicos.
Atemporal e inspirador, el musical merece siempre verse por ser el clásico, fundamental, que mejor representa los sueños, esfuerzos y decepciones de quienes sienten que su vida pertenece al escenario.
Nuestro A Chorus Line es un plan prefecto para este puente de diciembre y las próximas Navidades en la capital, ya que después continuará gira por diversas ciudades españolas.
A Chorus Line con coproducción española y mecenazgo de CaixaBank presenta un elenco certero y divertido, encabezado por Manuel Bandera, quien demuestra oficio y clase como el coreógrafo y director que elige al cuerpo de baile para su próximo espectáculo, sometiendo a los candidatos y candidatas a exhaustas pruebas y a la exposición de sus propias confesiones -traspasando “el método” interpretativo de la época, llevado igualmente al cine con fidelidad, en una adaptación magistral con un estupendo Michael Douglas-.
Cuando alguien sueña con ser intérprete o bailarín, me figuro que normalmente lo hará en color y viéndose como protagonista. Creo menos serán las veces que tal vocación va de secundaria, difuminándose, o deseando ser parte del coro, aunque en la realidad sean más éstas las ocasiones cómo termina el sueño. Mientras muy pocas veces se vislumbra el sacrificio y determinación para conseguirlo, ya que quizás arrastraría más de pesadilla -y no es gusto revivirla, como muestra Cisne negro y sus obsesivos ensayos de danza).
Valiente y honesto, A Chorus Line supuso un cambio en la concepción de la narrativa teatral, ya que el musical estrenado en Nueva York, contaba por primera vez las experiencias reales de los miembros del reparto; sus miedos y deseos, y las dudas sobre la profesión, que terminaron ganando 10 premios Tony y un Pulitzer, convirtiéndose, entonces, en un espectáculo modelo que sigue funcionando 40 años después, repitiéndose internacionalmente y manteniéndose tal cual fue en los setenta.
Un musical sobre un musical que fue pionero y ahora es referente, conservando el mismo vestuario de lentejuelas, una austera escenografía constituyendo un complicado juego espejos e iluminación, en apariencia sencilla, hasta el impresionante número final, eses prodigio de coordinación y belleza de reflejos, cuando un par de parejas de bailares se multiplican, formando ese infinito cuerpo de baile con miles piernas en alto y sombreros de copa saludando, que es la esencia misma del show.
Vale que musicales hay muchos (que no es cuestión enumerar, que una además es fan del género), siendo probablemente All that jazz (Empieza el espectáculo, el peculiar biopic de Bob Fosse, el coreógrafo por excelencia), el más cercano a ese meta teatro que reflexiona sobre el esfuerzo del showbusiness, más allá de lo que ocurre entre bambalinas alrededor de ayudantes, técnicos e intérpretes.
A Chorus LIne muestra y demuestra el amor por el mundo del espectáculo, apartándose de competitividad entre aspirantes, que sería algo tópico, junto al puntito lógico y previsible de la lucha de egos entre el director/coreógrafo y la primera figura, ahora en declive, habiendo sido amantes.
Y es ella (Sarah Schielke) quien menos convence en el show, en ese difícil papel de hacer como que ya no sabes, o no puedes. Mas queda la duda si la realidad supera a la ficción, en ese desconcertante lucimiento, a solas y frente a sus diversos reflejos.
A través del proceso de casting y las sucesivas eliminatorias, se suceden las canciones (de Edward Kleban) y los números con la música (de Marvin Hamlisch). Y entre nervios, tropiezos, continuos ensayos ante espejos móviles y confesiones personales, vamos conociendo a los chicos y chicas, bailarines, cantantes, actrices, actores, o todo en uno, que desean formar parte de A Chorus Line.
Mientras algunos de quienes no superan las primeras pruebas, sorprenden y nos queda el gusto por verles aparecer una vez más (atención al tipo alto de la gorra con la cabeza siempre gacha), destacando igualmente la inseparable pareja italiana (Víctor González y Lucía Rivera, de lo mejorcito de la obra) y el par de chicas (Lorena Santiago, como Val, y Cassandra Hlong, como Connie) recordándonos que con actitud y humor, o con un buen par de operaciones estéticas, pueden superarse las inseguridades por el físico, o la edad, y lograr su oficio soñado.
Resulta alucinante lo actual de la historia, y lo eterno de las cuestiones de nuevos aspirantes.
Y aunque ya no hace falta triunfar en Nueva York, para triunfar en el mundo, pues ahora la inmigración no es novedad y practicamos múltiples lenguas (con toda la chavalería llamándose bro, de brother, “hermano”, en cualquier parte del mundo, aún nombrándoselo “Maikel” o Michael), sorprende que este revival suene algo obsoleto y que algo rechine cuando en las presentaciones se oye a Maggie o Larry con un marcando acento, diciendo ser de Queens, o el Bronx… Felicitaciones al coach, claro, pero viniendo de donde viene el show, podría adaptarse cada montaje al idioma que corresponda -y si fuera posible, a la verdad de cada intérprete, como ocurría antaño- escuchando quizás: Hola. Soy Paco. Vengo de Vallecas y siempre me gustó bailar. O vengo de de las Tres Mil, o del barrio de Gracia y me llamo Gonza… Más, si entre el programa de mano se remite al teatro como “respuesta realista al tiempo que nos ha tocado vivir”. Más cuando para terminar y deseándolo todo el público, no puede faltar el inolvidable One –esa última coreografía magistral con una nueva identidad, colectiva, creada por el recién nuevo coro-, esta vez sonando bilingual -que no spanglish-, mezclando inglés y castellano.
Entonces, una se acuerda del speech de Antonio de la Torre en El autor , cuando parafraseando a un famoso guionista suelta algo parecido a: Pero, ¿quién coño se llama Callahan en Sevilla? La inspiración está en la vida. Investiguen…
Un clásico.
No solo para amantes del baile, la buena música y el teatro per se.
También para amantes de los sueños.
La última función en Madrid, será el día 17 de Abríl, peró además de esté espectáculo aquí tienes disponibles un mónton de músicales a elegir:
https://www.taquilla.com/espectaculos/musicales
Mariló C. Calvo
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