Charlamos con los artífices de MUCHOS HIJOS, UN CASTILLO Y UN MONO
Imprescindible retrato familiar español, que recién ha ganado el Premio Forqué al mejor documental y está nominado en los próximos Premios Goya.
Estuvimos con Raúl de Torres, montador de las múltiples versiones de esta divertida película y por supuesto con Julita, estrella absoluta de la cinta junto a su hijo, el actor Gustavo Salmerón, que nos descubre a esa enorme madre con nombre de niña.
Pasados ya los Reyes Magos, en muchos hogares toca guardar los adornos navideños.
No en casa de Julita, donde el belén se mantiene hasta el verano.
Julita ha cumplido más de 80 navidades, pero sigue prolongando la ilusión de esas fiestas fuera de temporada, aún con sus 6 vástagos adultos y sus tres deseos concedidos: Muchos hijos, un mono y un castillo.
Julita -que ha vuelto a triunfar esta semana con el galardón Ha nacido una estrella del programa Días de cine– es la matriarca de los Salmerón y la protagonista de la primera película de su hijo Gustavo como director; quien tras doce años de grabaciones caseras ha logrado un magnífico documental con el espíritu de Azcona, el carácter de Forges y la profundidad de El desencanto.
Porque Julita y su familia bien podrían ser carne de psicólogo, como los Panero, pero la catarsis que ha creado el menor de la prole a través del humor y la ternura, supera cualquier patología y es de máster en cinematografía.
Una tragicomedia de sueños cumplidos que además compone un retrato de España en los últimos 15 años.
En Muchos hijos, un mono y un castillo descubrimos el auge y la supervivencia de una peculiar familia media, como reflejo de todo un país.
Y conocerán a Julita tocando el piano en play-back y aún oyendo sus villancicos en cassette. Una mujer de costumbres heredadas, quizás, de esa generación de la postguerra guiada por el quien guarda halla, que convierte sus cajones y armarios en un gran bazar donde todo está en bolsas y cajitas con etiquetas, transformando lo que sería un síndrome de Diógenes en un simpático rasgo de su personalidad.
Rodeada siempre de caprichos, huesos y recuerdos, igual muestra sus panties talla XXL que comenta sin tapujos su amor por los animales, aunque disfrute mucho comiéndolos.
Una esposa que tiene un tenedor extensible en la mesilla para comprobar si su marido respira mientras duerme, de noche, cuando suele hacer bocadillos de chorizo porque le entra sueño, aunque luego se queje de su gordura.
Directa y espontánea, esta surrealista progenitora nos plantea sus dudas con la Falange y la Religión -que es lo que le tocó en su época- mientras confiesa un sueño de glotonería con el mismísimo José Antonio, y se atreve a simular su propio amortajamiento -sin temor de Dios, ni de la cámara-.
Así es Julita. Una mujer que adora ser madre y española aunque la sigan llamando en diminutivo. Una enorme princesa sin querer crecer, que se enfrenta al cuento de la crisis, revolucionando a toda la familia y vaciando su hogar porque toca desahucio.
Valiente y grande en todos los sentidos, Julita también ha dado mucha guerra -lo dice su paciente, callado y flaco esposo en una de sus pocas secuencias- hasta conseguir adoptar un mono y construir su castillo… Con ventanas fabulosas, llenas de luz, de magia y de color. Y convocó al duende de las cosas, que tiene mucho que ver con el amor… Que tan bien canta A. Cortez al final de la película -también con la buena música de Mastretta-, cerrando estupendamente esta historia que traspasa familia y pantalla.
Quedarán fascinad@s con Los Salmerón y por supuesto con Julita, esa mujer que a sus 82 navidades sólo quiere divertirse.
Y lo está consiguiendo, regalándonos además una gran lección sobre la vida como divertimento.
La Cronosfera: Más de una década con la cámara a cuestas. ¿Qué fue lo primero que grabaste, ¿Cuál fue la primera idea?
Gustavo Salmerón: La matanza de un cerdo. Pero fue un absoluto horror porque el cerdo era familiar y fue muy triste. Grabé todo aquello y las reflexiones de Julita sobre el tocino de cerdo y ella misma, porque decía que se sentía identificada con el animal.. En fin, una reseña entre cómica y metafísica, muy curiosa, por la que decidí hacer una película sobre mi madre.
Luego, en momento dado, apareció la vértebra de mi abuela -que yo ni sabía que la tenía en casa- y vi un poco el hilo conductor de la trama; que es un retrato de una generación y de una mujer durante los últimos 14 años de su vida. De fondo, también, está la historia de España, pero desde el total disparate y desde la manera de ver el mundo una familia muy particular, que a la vez es algo universal y todo el mundo puede identificar… Las vértebras aparecieron hace un par de años en un momento increíble, que no lo puse en la peli porque no hubiera sido creíble. Aparecieron la noche de Halloween a las 12:00, y yo estaba con un amigo porque nos íbamos a una fiesta de Halloween; yo me disfracé de enterrador y él de mujer del predicador. El caso es que buscábamos una Biblia y entre las cajas encontramos una que ponía libros antiguos. Ahí apareció otra caja con una latita dentro y ahí estaba la vértebra. Sentí entonces que era una señal de mi bisabuela y que me estaba indicando que tenía que acabar la película así, siguiendo el recorrido de su vida y de la familia. Ya se que suena un poco esotérico, pero fue muy impresionante… En ese momento no tenía la cámara y más tarde lo intentamos recrear, pero no tenía ninguna gracia.
L. C.: En el documental, ¿algo está ficcionado?
Gustavo: No hay nada recreado. Sólo simulamos la entrada al almacén después del robo, pero nada está ficcionado, realmente. No tenía sentido. Con lo de la vértebra, por ejemplo, al final lo hicimos tal cual ha quedado en la película; le muestro el hueso a mi madre después de mucho tiempo, de 10 ó 15 años sin haberla visto.
L. C.: Julita, en el documental dice que el verdadero cine tiene que tener otra fotografía, otro estilo, y no lo que graba tu hijo. Una vez terminada la película y con todo lo que está ocurriendo a su alrededor, ¿sigue pensado igual?
Julita: Sigue sin convencerme (risas). Creo que no tiene lo que debe tener una película. No me gustaba y no me gusta; ni como aparezco, ni lo gordísima que estoy. Tampoco me parece tan interesante, pero claro, no quería decirle nada a Gustavo, ¡pobrecito!, después de todo, no le voy a decir que no me gusta.
Gustavo: Ya lo estás diciendo (risas)
Julita: Bueno, también lo digo en la película, pero cuando hemos recorrido tantos países y hemos visto los aplausos, ¡ya no se qué pensar! En Toronto fue espectacular y al terminar ¡me tocaban como si no fuera humana! (risas) Yo pensaba que en España iba a gustar más porque tenemos un humor muy especial y toco temas políticos y religiosos, que a lo mejor en otros países no lo entienden, pero lo han debido entender perfectamente ¡Nos podéis imaginar las ovaciones! Entonces, pensé que mi hijo tenía razón y aunque sigue sin gustarme mucho, como cuando aparezco friendo los huevos… (risas) Es que lo mío es por la noche, cuando no tengo la dormidina y me gusta comer al irme a acostar, que es cuando me entra el sueño…
Gustavo: Cuando no se debe comer.
Julita: ¡Claro, por eso engordo! Pero vamos, que me ha impresionado mucho todo, y eso que tenía miedo a la aceptación en San Sebastián y sin embargo, fue muy bien. Estoy anonadada y un poco atontada… Recuerdo una crítica que leí en Canadá, que era para la prensa de aquí y ponía: ‘una madre española triunfa en Toronto’. ¡Madre y española! ¡Dos conceptos fabulosos! ¡Y la palabra madre que me parece la más bonita del mundo! ¡Dios mío, aquello me impresionó mucho! Así que tengo que dar gracias al público, al que le gusta y al que se ríe, que será por Gustavo como director porque yo como actriz…
Gustavo: Ahí te equivocas. Como actor siempre he estado buscando la verdad, tratando de estar cada vez más presente y tú, mamá, lo consigues de manera automática, relajada… La ves y ella está divertida y ocurrente como las grandes actrices. Y yo creo que a la gente le impresiona más sentir una verdad de una manera palpable. Algo que no estamos acostumbrados ni en los documentales, porque muchas veces suelen estar muy armados. Pero en éste hay algo muy auténtico, muy verdadero, que nace del amor de manera muy genuina y se agradece. Creo que además, hay una parte de exposición muy valiente que también hace que interese…
L. C.: Habías rodado un corto, pero en tu primera película eres director e hijo. ¿Cómo lo has llevado?
Gustavo: He sentido que soy un director inútil, casi incapaz de terminar su proyecto, que le pregunta a su madre un domingo por la mañana, tras 400 horas grabadas ‘¿Cómo empiezo?’ Y ella, de manera sencilla, se saca de la manga el comienzo y dice: Érase una señora que tenía tres deseos… Porque los tres deseos siempre estuvieron presentes. Y se los he oído desde pequeño, con esa cualidad que tiene de sorprenderte y de contarlo muy bien, de ser una gran oradora.
Julita: Vaya, ¡muchas gracias!
Gustavo: ¿Sabes? Creo que tendrías que aparecer también como guionista y directora.
Julita: Bueno, para la próxima (risas)
L. C.: Julita, en esa exposición tan valiente, ¿hay algo que nunca hubieras mostrado?
Julita: Al final no me da vergüenza nada. Porque además no son actos negativos, no son actos malos. Son míos y si han surgido así, pues han surgido así. ¿Me puede dar vergüenza sacar mi ropa interior talla extra? Pues tampoco, porque soy así. Ni lo del desahucio me avergonzó, y eso que en un principio no me parecía bien. Pero en la vida, cuando te surge una desgracia hay que aceptarla y no puedes ponerte a llorar; hay que solucionar el problema y lo tienes que solucionar con otras cualidades, recuperándote. No todo es el materialismo -yo que guardaba muchas cosas (risas)-, porque luego hay algo más profundo y más serio, como mi familia y mi marido. ¡Las cosas materiales te atan muchísimo! Y yo me he convencido que es más bonita la sencillez. Creo que en eso me he depurado muchísimo y me ha dejado mucho mejor para mi próxima vida -y la que me queda-, que no sé cuál será, en el otro mundo… También está ahí mi parte religiosa que podría ofender, porque digo lo que siento de una forma un poco bruta, pero siempre te queda algo, una cierta esperanza. Y cuando me acuerdo del castillo, que perderlo fue duro, recuerdo aquello que dijo un director, amigo de mi hijo, sobre la película…
Gustavo: Creo que te refieres a Fernando. León de Aranoa dijo que aunque hayamos perdido el castillo, ya es nuestro para siempre, porque queda reflejado en la película y las películas perduran. Le gusto mucho. Perdimos el castillo, pero hemos ganado una actriz -como Meryl Streep o Gena Rowlands, con toda esa verdad que comentábamos antes-. Para mi ha sido toda una lección sobre la experiencia y le estaré siempre agradecido por su valentía. Y como ella dice, no hay nada de qué avergonzarse y al final todo está al servicio de una película… Cuando tienes algún tipo de infortunio si te lo guardas demasiado, de alguna manera se convierte en un cáncer; como querer aparentar algo que no es. Creo que mi familia ha sido muy generosa en mostrarse como son. Y creo que sido muy catártico, muy positivo para todos. Además al convertirla en comedia, he aprendido de una generación que ha sufrido la guerra y la posguerra con esa capacidad para reírse de los infortunios y de agarrarse a las cosas buenas de la vida… Ahora vivimos con mucha crispación, pero también tenemos la oportunidad de agarrarnos a lo sencillo y a las cosas más bellas, como un bocadillo de chorizo con un huevo frito.
L. C.: Vivimos tiempos de veracidad en el cine, mezclando realidad y ficción, mientras que para el documental parece que no hay límites. ¿Cómo defines tu opera prima?
Gustavo: Es una película. Ya decía Elías Querejeta que sus documentales eran películas. Pues ésta todavía más, porque está estructurada como una comedia con un relato disparatado que le da más valor por la veracidad de las personas. Y cuando hay verdad, también hay experimentación, como en las primeras películas de Cassavetes, rodadas por el propio placer de rodar, por la propia búsqueda. Y eso siempre tiene algo interesante; de honestidad y de mucha libertad. Ha sido un placer el poder descubrir y poder trabajar de esta manera. Creo que es toda una experiencia cinematográfica, que al fin de cuentas, es lo que quiere el público que paga la entrada.
L. C.: 400 horas grabación y 76 versiones ¡Menuda labor de montaje y edición!
Gustavo: El montaje ha sido muy exhaustivo, cuidando la estructura de la comedia con sus actos y puntos de giro -que tuve la suerte que funcionaba bien; tal y como habían ocurrido en la realidad, aunque fueran desgracias-. Así que al final me encerré dos años con Beatriz Montañez y Raúl de Torres, y lo hemos construido en la sala de montaje. Luego ha habido colaboradores como Nacho Ruiz Capillas, gente con mucho oficio que me asesoraron y aparecen en los agradecimientos finales. Quería que se reconociera su labor, porque muchas veces es un trabajo que pasa inadvertido y no se reconoce a los montadores dentro del guión. En el fondo, es un homenaje y un agradecimiento.
L. C.: Y ahí aparece Raúl de Torres, ese buen y paciente montador… ¿Cuando visteis que había película en toda esa locura de material?
Raúl de Torres: Gustavo había intentado hacer el documental varias veces y el documental 1.0 (risas) empezó con una alegoría sobre la matanza del cerdito de la sobrina y la gordura su madre. En las primeras versiones lo intentamos mantener, pero con tanto material hemos tenido que descartar mucho. Luego vino lo de las vértebras y llegó la recogida del Castillo. Ahí Gustavo pensó que tenía la película y arrancamos. Soy el primer montador, sí, y fueron seis meses ¡sólo de visionado! En aquel momento había 310 horas, pero Gustavo seguía grabando y mientras íbamos viendo. De hecho, lo más interesante del documental es lo que se grabó después del desahucio.
L. C.: ¿Cuántas secuencias te hubiera gustado meter que no aparecen?
Raúl: Muchísimas. Teníamos dos corchos gigantescos en la pared con todas las secuencias, pero había unas 20 que había que meter sí o sí, y de esas tampoco están todas. Hay secuencias buenísimas que se han quedado en el tintero; como la de un viaje de los padres de Gustavo, que intentamos buscarle sitio hasta el último momento porque es genial por lo simple y familiar; el padre y la madre en coche, perdiéndose en mitad de la nada. El caso es que el padre no quería poner el GPS porque decía que sabía perfectamente cómo llegar y la madre insistiendo en ponerlo. Termina en una discusión de unos 10 minutos, maravillosa, pero quizá algo larga….
Nada esta forzado y además a la madre Gustavo no se la puede dirigir. Lo hemos intentado pero ella es un personaje anárquico y si no está cómoda, se nota, no funciona y no vale. Es lo que ella quiera. Ella tiene ese poderío y es un alma libre. Por ejemplo, en la secuencia de la abdicación del rey podrías pensar que está preparada, con un video puesto y ella opinando, pero fue real. A Gustavo le llamó su hermana avisándole de la noticia y se fue corriendo con la cámara para grabarlo en vivo. Todo es verdad.
L. C.: ¿Habéis pensado hacer un making of, una continuación, con el material descartado?
Raúl: Hay material suficiente para hacer más cosas (risas), pero el documental ya ha pasado por muchas fases; desde meter una voz en off, hasta hacer un video casero de hora y media sin artificios. Siempre trabajamos con la incertidumbre y lo que más nos costó fue encontrar el tono, porque sabíamos que iba a resultar algo caótico, pero ese caos debía ser interesante… Cuando intervino Beatriz, metió la figura de Gustavo como narrador, pero vimos que la naturalidad de las imágenes chocaba contra el artificio de narración y queríamos que el documental hablará por sí mismo. Aunque en algún momento nos encontramos entre la espada y la pared por contar ciertos aspectos, pues había temas controvertidos, al fin y al cabo es la familia de Gustavo, y se ha cuidado mucho no sacar la parte oscura ni las tensiones. Así que tras varios intentos frustrados, nos quedamos con lo que mostramos en ese castillo; donde ni hay consciencia de lo que se está grabando -que está muy bien, porque al no haber noción de cámara, hay más naturalidad-.
L. C.: Dejaste el documental una temporada, pero consigues retomarlo para poder acabarlo y cerrarlo a tu manera.
Raúl: Abandono durante varios meses, donde se sucedieron varios montadores. Gustavo seguía grabando y era un sinfín. Yo estaba con otros trabajos y estaba agotado, era complicado. Pero aunque yo me fui de la parte activa, siempre estuve en contacto. He estado además hasta el último momento, porque cuando estaba el documental ya montado, justo antes de entregarlo al laboratorio, Gustavo me pidió cambiar dos o tres planos y me cuenta que el día anterior había grabado una cinta más con su madre -la última secuencia que es estupenda- ¡Y ahí estuvimos montando hasta las 3:00 de la mañana!
L. C.: En esa época estabas montando también Vergüenza, otro proyecto que está teniendo éxito de crítica y público, con el que estás implicado desde el piloto…
Raúl: Fue hace ocho años y lo grabamos en casa del director de fotografía. Estoy muy contento con el resultado de la serie.
L. C.: ¿Y con Muchos hijos, un mono y un castillo?
Raúl: También. Mucho. ¡Y toda la familia de Gustavo, que al final ni le tomaban en serio (risas)! ¡Es que han sido muchos años! Y muchas pruebas y mucha gente que vino a echarnos una mano para valorar los montajes y ver por dónde íbamos, como David Trueba y Vicente Penarrocha. Y hemos contado con la colaboración puntual de Nacho Ruiz Capillas, porque ya ni sabíamos cuál iba a ser el formato (risas). También José Luis García Sánchez se ha involucrado mucho con la proyección en la Academia de Cine. Y en todos los sitios, cuando se veía, todo el mundo era consciente de que había algo acojonante.
L. C.: Lo es. Y parece que va bien. Habéis conquistado Toronto, conseguido el Forqué y optáis al Goya como mejor documental. Ya sólo por el descubrimiento de Julita, su tenedor extensible y la carrera que está llevando, creo que todos hemos ganado.
Raúl: Estaría genial, pero habrá que ver las otras…
L. C.: Sin duda. Pero Muchos hijos, un mono y un castillo es cita ineludible.
Mariló C. Calvo