JUMANJI: BIENVENIDOS A LA JUNGLA
En 1995 una película de aventuras titulada Jumanji se convirtió en un icono del cine de ese género. Robin Williams la protagonizaba, siendo ya una estrella, y a él lo acompañaba Kirsten Dunst, una jovencita que a pesar de su evidente aspecto de niña casi adolescente ya empezaba a ser conocida debido a su trabajo en Entrevista con el vampiro. Y Jumanji consolidó su nombre antes de que éste fuera sinónimo del cine más independiente de la industria gracias a sus habituales colaboraciones con Sopia Coppola.
Para la generación que disfrutó de Jumani en la gran pantalla y que luego la revisó en los VHS de los videoclubes, la película de Joe Johnston fue un descubrimiento. Una historia original contada con un pulso narrativo que ya lo quisieran para sí muchas de las cintas que hoy se estrenan con un pretendido aire de modernidad que no esconde sino la mediocridad de querer alcanzar una frescura a la que les impiden llegar la rutina narrativa y el exceso de efectos digitales.
Así las cosas, y siendo Jumanji un clásico del cine moderno (moderno, sí, aunque muchos crean que en este arte cualquier título anterior a lo estrenado el año pasado ya es antiguo) la maquinaria de clonación hollywoodiense, que no repara en gastos para volver a contar lo que ya se rodó hace veinte años, vuelve al peligroso juego en el que los animales te persiguen y las reglas pueden hacer que tu vida se estanque durante décadas.
2017 ve, por lo tanto, el estreno de un nuevo Jumanji. En esta ocasión, matizado con el subtítulo de Bienvenidos a la jungla. Pero además, con un reparto diferente, como es lógico, unas reglas distintas y un punto de partida actualizado, ya que la audiencia moderna no se siente muy identificada con los juegos de mesa en los que se avanza tirando dados, sino que ahora el portal para entrar a Jumanji resulta ser una consola. Todo evoluciona, Jumani también.
En lugar de a Robin Williams tenemos a una de las estrellas del cine de acción contemporáneo: Dwayne Johnson, cada día menos conocido como The Rock pero sí recordado por este sobrenombre con el que ya no firma sus trabajos pero gracias al que sigue obteniendo el cariño del público.
Él y Jack Black son los rostros más conocidos de un reparto centrado en cuatro personajes, cada uno con su pasado específico y su peculiar presente. No es cuestión de contar aquí en qué consisten sus papeles, porque desvelaría buena parte de la originalidad de la propuesta, pero no sería justo no citar a Jack Black como el dueño de todo este espectáculo. Para que luego digan que los secundarios están menospreciados ya desde la definición de su categoría.
Jack Black logra en este Jumanji algo que está en su escala de habilidades, sí. Su evidente vis cómica y su dominio de todos los registros de los que aquí hace gala no nos son extraños ni a él ajenos. Pero que en los tiempos que vivimos no le haya puesto límites a su interpretación y se haya atrevido con un perfil tan inusual para el cine comercial norteamericano de los 2000, es verdaderamente admirable y merecería todos los premios que ganaría si Jumanji fuera un drama intenso y que perderá al tratarse de una comedia de aventuras.
Pero Jumanji es mucho más que cine de aventuras. Es un juego que obliga a sus participantes a enfrentarse a sus miedos, a sus temores, a reflexionar sobre quiénes son y quiénes quieren ser. Debajo de la capa de la diversión se esconde una clase de humanidad de la que no solo han de ser buenos estudiantes sus protagonistas, también el público puede aprender de lo que el guion propone.
Eso sí, sin dejar de divertirse en ningún momento. Porque Jumanji: Bienvenidos a la jungla, es la apoteosis del entretenimiento. En un momento en que el CGI permite hacerlo todo, en el que no nos queda nada por ver, en el que es tan complicado que una película consiga mantener la atención de los espectadores sin que dejen de pensar por un segundo en el móvil, circunstancia que el film explota con acierto, el Jumanji de 2017 es oro en medio del barro.
El juego, organizado a modo de pantallas que sus asustados participantes tienen que superar a base de racionalizar reglas cuyas instrucciones solo quedan claras cuando los personajes las han descifrado, es una yincana en la que se suceden las escenas grandiosas con un ritmo y un sentido del espectáculo envidiables.
Por mucho que estemos cansados de tanto remake, tanta secuela y tanto reboot de títulos conocidos, una cosa sí hay que reconocerle a Hollywood: cuando se esfuerza por hacerlo bien, el resultado le queda de escándalo.
La distribución de las habilidades de los personajes, para que cada uno las use en el momento adecuado, el descubrimiento de las reglas del juego a su debido tiempo, el nivel in-crescendo de la acción, que va aumentando a medida que llegamos al final de la partida o el medidísimo sentido del humor, que funciona con la precisión de un reconocimiento con láser en un film de ciencia ficción hacen de Jumanji la joya que el cine que este género necesitaba para cerrar un 2017 que nos ha dado muchas alegrías en el terreno de las imágenes en movimiento y que con esta producción nos ofrece un título a recordar con la misma grandeza que tenía la cinta precedente.
Silvia García Jerez