JOTA de SAURA
Cuando el folklore es cultura y la emoción es verdadera
Saura es una leyenda viva del Cine. Un director con un nombre más grande que su sombra -en una estatura de casi dos metros- que desde siempre ha sido inmenso, atemporal.
Lo era cuando una de pequeña veía sus films, inconsciente del referente que representaba, y ha seguido siéndolo según una crecía e iba conociendo toda su filmografía. Inmortal.
En más de 40 años de oficio y con más de 40 películas a sus anchas espaldas, puede que algunas resulten menores, pero en su haber cuenta con clásicos de visionado obligatorio.
De Saura es La caza, Cría Cuervos y Mamá cumple 100 años. Imprescindibles.
También Deprisa, deprisa, La prima Angélica y Ay, Carmela. Y de repente Carmen, Bodas de sangre y El amor brujo, adentrándose en un nuevo universo cinematográfico, creado por él mismo, reinventando el documental y el musical. Fascinándonos.
Porque lo de Saura no son películas; son creaciones espectaculares y obras maestras del cine, patrio y universal.
Si en la ficción suele firmar el guión -con critica social, adelantándose a épocas y reflexiones-, en sus documentales prescinde de todo argumento para alcanzar lo que él llama musical puro; transmitiendo de verdad y con verdad, el vivo y directo de una actuación, ya sea música o baile. Y lo consigue. Dejándonos preciosidades con su Tango, Flamenco, fados y Sevillanas; tocando todos los palos y bailando todos los géneros en un magistral acercamiento al arte tradicional y las danzas populares, conservando la esencia más allá de lo regional, para que no se pierda. Y es entonces cuando lo folklórico se convierte en cultura y el cine en auténtico sentimiento.
Ahora y por fin, Saura llega a la Jota de su tierra aragonesa. Y nos trae un género chico que con su mirada y foco se hace enorme como él, que a sus 84 años mantiene energía, cuerpo y espíritu.
Tenerle cerca impresiona pero el maestro gigante se muestra cercano y simpático, rodeado de los jóvenes que dan vida a este género mayor en su brillante nuevo documental. Y cual aprendiz pero con los ojos cargados de experiencia, la de un hombre a una cámara pegado, le vimos en la premier de esta Jota que lleva su apellido; esa Jota con nombre propio.
Llevaba años con ganas de realizar este proyecto pero aún siendo Saura, no encontraba la financiación adecuada. Se lo debía a sus paisanos y terco como buen mañico, logra hacerlo con la ayuda del bailador -que no bailaor como apunta tras el pase- Miguel Ángel Bernal, presente durante casi todo el metraje y renovador de la jota que Saura nos enseña de otra manera y casi por primera vez; acercándonos a su relación con la música celta y clásica, más allá del flamenco -como se subtitula Jota en inglés-, elevando este baile y cante con fama de tosco y cateto hacia esas raíces que conmueven, convirtiéndolo además en un valioso documento de tremenda inspiración.
En JOTA de Saura junto a bailarines y músicos, famosos y desconocidos, en ese juego de luz y color con una puesta en escena teatral que mantiene su seña de identidad, asistimos a una master class bella y didáctica desde los orígenes arcaicos hasta sus modernizaciones de jazz; desde Imperio Argentina en Nobleza Baturra a Carlos Núñez y su gaita, en uno de los números más impresionantes de la cinta.
Encontramos también agrandaos a Carmen París cantando, Ara Malikian con su inseparable violín y a Sara Baras marcándose un baile de esos extraordinarios, descubriéndonos el lado sensual de la jota que no su parte cazurra; lo que emana esta película que arranca una ovación tras otra por cada actuación (como ocurrió en el estreno)
Emocionante y emocional, libre y personal como todo Saura, el filme termina con una fiesta de pueblo, como debe ser, celebrando este homenaje a la Jota, a su tierra y su vida; rescatando a Paco Rabal en su Goya en Burdeos, cuando el pintor baila pensando en la Duquesa de Alba, y a Jose Antonio Labordeta con su voz de Un país en la mochila pero tan aragonés como el mismo Saura, recitando el Rosa-Rosae, en un reflejo casi autobiográfico del director a lo Florido Pensil en tiempos de post guerra civil, que no es para bailar pero si para el recuerdo.
Se podría decir más y tanto, pero sencillamente vayan a verla. Puro deleite y disfrute. Y aunque no gusten de la jota, cómo lo cuenta y siente Saura, llega a lo más profundo y verdadero.
Mariló C. Calvo